La investigación pública británica sobre la muerte de Alexander Litvinenko, presentada en la mañana de este jueves en Londres por el juez Robert Owen, confirma además que Andrei Lugovoi y su socio Dimitri Kovtun le enveneraron con una taza de té que contenía la sustancia radiactiva polonio-210 cuando se reunieron en un hotel londinense hace ya casi una década.
Ambos muy probablemente –según la investigación- trabajaban bajo órdenes directas del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB, antiguo KGB) y habían intentado asesinar a Litvinenko en otra ocasión.
Litvinenko, exagente del FSB, se había convertido en investigador privado muy crítico con el Kremlin y el presidente ruso, Vladimir Putin. Llevaba refugiado en el Reino Unido desde el 2001, además de haber sido contratado por los servicios secretos británicos.
El juez considera probado que Lugovoi y Kovtuv, excolegas del espionaje ruso, envenenaron a Litvinenko introduciendo polonio en una taza de té cuando se reunieron el 1 de noviembre de 2006 en el Hotel Millenium de Londres. Litvinenko moriría 23 días después en un hospital londinense.
SOBRE LA "PROBABLE" IMPLICACIÓN DE PUTIN
La operación fue “probablemente” aprobada por el servicio secreto ruso y por Putin personalmente, según la investigación iniciada a instancia de la viuda Marina Litvinenko a pesar de la resistencia inicial del Gobierno británico, que temía tensar las delicadas relaciones con Moscú.
La viuda ha pedido en rueda de prensa que los culpables de la muerte de su marido sean llevados ante la justicia.
El juez admite que no tiene pruebas fehacientes contra Putin, pero concluye que es altamente improbable que el FSB autorizara el uso de una sustancia radiactiva en el extranjero sin su aprobación debido a la estructura del Estado ruso, y que el polonio –generado en un reactor atómico- debió ser traspasado de la agencia atómica rusa al FSB, algo que sólo podría ocurrir con la aprobación al más alto nivel del Gobierno.
Desde su lecho de muerte, el exespía denunció que Putin había ordenado su asesinato, algo que el Kremlin siempre ha negado. Lugovoi –actualmente diputado en la Duma rusa- y Kovtun también niegan cualquier relación con el asesinato, pero rehusaron colaborar con la investigación.
La familia de Litvinenko afirma que la implicación de la cúpula rusa es la única explicación posible al asesinato, y exige al Gobierno británico que imponga sanciones contra Putin y el Gobierno ruso.
El Kremlin ha condenado el informe, que considera fue motivado por "razones políticas". Por su parte, Ben Emmerson, abogado de la familia Litvinenko, ha criticado a las autoridades rusas por juzgar el informe sin siquiera haberlo leido. El letrado ha asegurado que mientras Putin siga en el poder los ejecutores no serán llevados ante la justicia. Ha recordado que Lugovoi ha recibido una medalla de honor por parte de su país y ha calificado la reacción de Rusia hacia la investigación de "fanfarronada política".
Por su parte, una portavoz del primer ministro británico, David Cameron, ha afirmado que se está debatiendo "qué nuevas acciones llevar a cabo" en base a las conclusiones del informe.
Theresa May, ministra del Interior, ha asegurado en rueda de prensa que el Gobierno se toma este asunto "muy seriamente" y que se congelarán activos de Lugovoi y Kovtun, quienes envenenaron al exespía.
LA HISTORIA DE LITVINENKO
Litvinenko comenzó a morirse el 1 de noviembre de 2006. Por aquel entonces llevaba ya seis años en tierras británicas y había adquirido la nacionalidad. Llegó a Reino Unido en el año 2000 tras huir de Rusia con su familia.
Antes de dejar su país, el exespía pasó cerca de un año en prisión después de desvelar un plan del FSB -la agencia de inteligencia sucesora del KGB soviético- para matar a Boris Berezovsky, un influyente oligarca. Litvinenko pidió asilo a las autoridades británicas y se lo concedieron.
En su nuevo hogar, Litvinenko colaboraba con el servicio secreto británico como experto en crimen organizado ruso proporcionando, por ejemplo, información sobre la mafia rusa en España. Además, el expía se dedicaba a aconsejar a compañías occidentales que querían invertir en Rusia.