Rusia se acerca a los 15.000 soldados muertos mientras siguen los despropósitos en el campo de batalla
Ucrania logró este sábado recuperar el control de toda la región de Kiev y el ejército ruso se centra ahora en el sur y este del país.
3 abril, 2022 03:37Noticias relacionadas
La retirada de las tropas rusas de los alrededores de Kiev, hostigadas por el ejército ucraniano en el intento de romper el asedio de la capital, nos está dejando imágenes duras y chocantes. Cuerpos sin recoger de soldados muertos tirados en medio de la nieve, tanques que se han quedado en el lugar donde fueron abandonados, la sensación de un ejército a la huida sin el más mínimo interés por proteger a los suyos, sin el respeto que necesariamente merecen los caídos.
Más que una retirada estratégica, que es lo que sigue vendiendo el Kremlin, parece que estamos ante una desbandada. Y aunque es lógico pensar en un reagrupamiento de fuerzas, sea en Bielorrusia o sea en torno a Járkov, lo cierto es que no parece que esas tropas tengan mucho margen para una nueva ofensiva.
El ejército ruso puede haber perdido incluso la ciudad de Chernigov, enclave del norte del país que les permitía atacar a la vez Kiev y Járkov. La presión sobre la capital va decreciendo cuando es un factor clave para el devenir de la guerra. Es cierto que siempre se pueden enviar nuevas tropas a Bielorrusia e intentar desde ahí un ataque, pero mantener Kiev rodeada permitía a Putin presionar el resto del país sin que Zelenski pudiera enviar el número necesario de refuerzos.
Voluntaria o involuntariamente -puede que haya una mezcla de las dos cosas-, Rusia ha permitido que Kiev empiece a respirar aliviada. La capital ha resistido y parece que lo hará a lo largo de esta primera fase. El Gobierno ucraniano aseguró este sábado haber recuperado el control de toda la región. Los rusos están retrocediendo a posiciones propias de las primeras veinticuatro horas de la guerra, perdiendo prácticamente todo lo conquistado durante las siguientes cinco semanas centímetro a centímetro sin establecer puntos de resistencia ni tener bien claro dónde ha de acabar este repliegue.
La inteligencia estadounidense sigue alertando del mencionado posible reagrupamiento, pero no tenemos bien claro en qué condiciones van a estar esas tropas reagrupadas ni qué función se les va a dar. En lo que a la capital respecta, Rusia va a tener que empezar de cero, con lo que tiene eso de frustrante.
Rusia solo avanza en el Donbás
No es que los demás frentes vayan mucho mejor. El objetivo de Putin parece ahora envolver a las tropas ucranianas que combaten en el Donbás mediante la toma definitiva de Izium, creando así un corredor entre Donetsk y el cerco a Járkov. Aunque la información es confusa en este sentido, no parece que Rusia haya avanzado mucho esta semana: el lunes ya se hablaba de la entrada del ejército en determinados barrios de Izium, incluso se llegó a anunciar la toma rusa de la ciudad. Sin embargo, la autoridad ucraniana se niega a dar el territorio por perdido, hablando aún de luchas barrio a barrio.
Es muy complicado navegar entre la desinformación y la propaganda, pero, en cualquier caso, todo apunta a que Izium caerá en breve si no ha caído ya y que las tropas de élite de la JFO ucraniana pueden verse en breve separadas de sus fuentes de suministro en el resto del país, lo que sería una pésima noticia para Ucrania y reforzaría las posiciones de Rusia en el este.
Aún así, todo va cambiando en un frente de batalla bastante fluido, así que no hay que descartar nuevas ofensivas ni intentos de romper el cerco. Rusia está actuando de forma más metódica en la cuenca del Donetsk y se nota, pero aún no ha completado la toma de Mariúpol ni parece cerca la de Járkov, sus dos grandes objetivos.
De hecho, no es descartable que esas tropas que están desapareciendo de los alrededores de Kiev estén marchando hacia la segunda ciudad más poblada de Ucrania, la que más rusoparlantes alberga de todo el país. Una vez se confirme el establecimiento de un corredor en el Azov entre Crimea y el sur del Donbás con el control del puerto de Mariúpol y la prolongación hacia el norte hasta la propia Járkov, sería cuestión de tiempo que las tropas de la JFO cayeran… pero, claro, llevamos diciendo estas cosas desde el 24 de febrero y estamos ya a 3 de abril sin que veamos avances realmente significativos.
Solo una vez Rusia se encargue de las tropas de la JFO y tome la ansiada Járkov -rodeada desde la primera semana de guerra y resistiendo pese a todo-, podrá plantearse avanzar hacia Dnipro, el gran enclave que separa el oeste nacionalista del este prorruso, justo en el balcón del río Dniéper. La "operación especial" no podrá darse por acabada hasta que esto suceda sin un cierto sonrojo por parte de los oficiales rusos. Hablamos de la conquista de aproximadamente un quinto del territorio ucraniano, no más. Para tratarse del ejército más poderoso de Europa, parece poco.
15.000 muertos y un caos
Aparte, está la cuestión de lo que se ha invertido en esta guerra. Putin pensaba resolverla en dos o tres jornadas y después de treinta y nueve días, ni se ha acercado a Dnipro ni ha retomado los ataques sobre Odesa, consciente de que no hay posibilidad de éxito si no consigue cercar la ciudad por tierra antes de intentar un ataque anfibio o por lo menos amenazar desde Mikolaiv, que también resiste.
Desde luego, la toma de Járkov supondría una noticia relevante en el conflicto, pero pensar en todo lo que Rusia se ha dejado de momento para avanzar unos kilómetros desde el sur y el este, afianzar la frontera de Crimea y dejar buena parte del Donbás -aunque, insisto, no todo- en manos de las milicias separatistas resulta desolador.
Desde el punto de vista diplomático, ha roto cualquier lazo con prácticamente todo Occidente y sus aliados del Asia Pacífico. Desde el punto de vista cultural, ha destrozado ciudades “hermanas” del sur y el este de Ucrania, feudos tradicionales de los candidatos del Kremlin, justo aquellos a los que pretendía “liberar” y que ha acabado dejando sin techo y sin esperanzas de futuro.
Bombardeándoles mientras huían. Desde el punto de vista económico, y aunque es cierto que se esperaba un mayor impacto de las sanciones impuestas por la Unión Europea, solo la decisión de dejar de importar gas ruso supondría una debacle para las arcas de Moscú.
Por último, desde el punto de vista militar, los ucranianos hablan ya de 18.000 muertos entre los soldados rusos, muchos de ellos adolescentes cumpliendo el servicio militar. La OTAN y Estados Unidos rebajan esa cifra a unos doce mil-quince mil.
Sea como fuere, son casi seguro más de diez mil fallecidos -lo que, a su vez supone, según el cálculo habitual en este tipo de conflictos, entre veinte mil y treinta mil heridos- sin haber conseguido apoderarse de ninguna de las cuatro grandes ciudades de Ucrania, tres de las cuales están en territorio supuestamente prorruso.
El número de bajas tiene mucho que ver con la política de alejar la infantería de los núcleos urbanos y dedicarse a desgastar mediante bombardeos brutales e indiscriminados. Si, llegado el momento, el ejército ruso pretendiera tomar Járkov como está pretendiendo tomar Mariúpol, probablemente el número de muertos volvería a crecer rápidamente.
Infame ataque a Belgorod
No solo el número de muertos debería preocupar a Putin. Lo más grave es la incapacidad para avanzar más allá de las zonas donde los rusos han encontrado aliados entre la población o el gobierno local de turno. Yendo más lejos en la infamia, este jueves se anunció el ataque a una refinería de Belgorod por parte de unos helicópteros de combate ucranianos.
El ataque en sí no fue gran cosa, una cuestión más simbólica que puramente militar. Belgorod es una localidad rusa muy cercana a Járkov, apenas unos setenta kilómetros en línea recta. Es una zona que el ejército ucraniano ya había alcanzado esporádicamente con misiles. Ahora bien, el mensaje que manda Rusia dejando que dos helicópteros entren en su espacio aéreo y bombardeen un objetivo táctico es de una debilidad enorme.
Estamos viendo cosas que nadie esperaba ver. Desde la II Guerra Mundial, ningún país extranjero había conseguido bombardear territorio ruso, aunque fuera una refinería de una ciudad fronteriza. La incapacidad de avanzar siquiera hacia Dnipro lo dice todo. Y sin Dnipro, no hay paraíso, no hay posibilidad de hostigar a la Ucrania nacionalista, la de Timoshenko y Poroshenko, la de Yushenko y la influencia bizantina. El Rus de Kiev original, por otro lado, aunque la historia haya dado mil vueltas desde entonces. Muchos muertos para poco territorio y muy poco margen de maniobra.
Rusia puso alrededor de Ucrania entre ciento cincuenta mil y doscientos mil soldados para algo más que luchar por Izium, Mariúpol y Mikolaiv. Fue una demostración de fuerza tremenda que ha quedado en lo que ha quedado: en torno al diez por ciento de esas tropas han caído en combate, otro veinte por ciento aproximadamente no está en condiciones de combatir… y no sabemos cuántas están huyendo de las inmediaciones de Kiev en un movimiento que parece algo improvisado.
Por supuesto, la fuerza bruta sigue del lado ruso y debería darle para ocupar todo el Donbás, incluyendo Járkov, pero no olvidemos un detalle: Rusia dio por finalizada la primera parte de la operación militar el jueves 24 de marzo. Han pasado nueve días desde esa redefinición de objetivos.
Desde entonces, sí, se ha consumado la pérdida de los territorios alrededor de Kiev, como más o menos se anunciaba, pero… ¿exactamente qué se ha ganado en el sudeste del país? Muy poca cosa. Nueve días casi en tablas pese a quedarse como único objetivo militar. La definición más macabra de “morir por nada”.