Ucrania combate sobre el hielo mientras espera la munición que no llega de Occidente
En el frente del Dombás, convertido en una pista de patinaje, se preparan para enfrentar un duro invierno sumidos en una guerra de desgaste.
26 diciembre, 2023 02:15La sensación térmica es de 11 grados bajo cero y una gruesa capa de hielo lo cubre todo. Estamos en una posición de artillería ucraniana, muy cerca de la ciudad de Bakhmut, y los soldados que operan el cañón autopropulsado 2S1 aguantan el frío mientras apuran un cigarrillo tras otro. Revisan la pieza, ponen a cubierto la munición y esperan.
“La trinchera está aquí, ven, te la voy a mostrar, y si los rusos nos disparan tienes que entrar ahí lo más rápido que puedas”, me dice a modo de bienvenida Pavlo, el comandante de arma. Es una trinchera oscura y fría, apenas hay diferencia de temperatura con el exterior, y los cinco hombres que trabajan en la posición prefieren estar fuera.
Llegar hasta ellos ha sido una odisea. Con las carreteras cubiertas de hielo y llenas de socavones –tras casi dos años de combates a golpe de artillería– hay tramos en los que no se puede circular a más 20 kilómetros por hora. Estamos en uno de los lugares más peligrosos del Dombás, al alcance de los cañones rusos, pero es imposible ir más rápido.
En el horizonte vemos cómo impactan varios proyectiles, y la columna de humo negro que emerge inmediatamente después. Los dos oficiales ucranianos con los que viajo contienen la respiración sin decir nada, y seguimos avanzando hasta llegar a una zona boscosa. Cuando el coche se detiene, empieza la peor parte: recorrer a pie el trecho que nos separa de la posición. Es poco más de un kilómetro, pero resulta imposible caminar sobre ese hielo sin perder el equilibrio.
Varios soldados cargados con víveres, redes de camuflaje de invierno y munición de todo tipo también intentan llegar hasta sus posiciones a pie. Uno de ellos transporta las minas anticarro –con las que hacen perímetros de seguridad alrededor de sus puestos– en un viejo cochecito de bebé. Lo usa como si fuera un trineo, para poder desplazarse con esa pesada carga. La escena es dantesca, pero “la guerra no se detiene por el hielo” me dice uno de ellos.
Resistir la ofensiva del Kremlin
Durante la contraofensiva de verano –que el ejército de Zelensky lanzó a principios de junio– los ucranianos lograron hacer retroceder a los rusos varios kilómetros en este punto del Dombás. La operación no cumplió las expectativas que la comunidad internacional esperaba, pero en el norte de Donetsk dieron un poco de oxígeno a las poblaciones de la retaguardia, donde se redujo considerablemente el número de ataques rusos.
Sin embargo, en el mes de octubre –y con la atención mediática internacional puesta en el conflicto entre Israel y Gaza– Rusia tomó la iniciativa en el campo de batalla y lanzó la ofensiva más intensa que habíamos visto desde la batalla por Bakhmut. Y una parte del territorio que los soldados de Zelensky habían recuperado durante el verano, la perdieron durante el otoño.
Hasta 50 ataques rusos por día se han llegado a contabilizar en los frentes de Donetsk en las últimas semanas. Avdiivka es una de las ciudades más asediadas en estos momentos, y sobre la que más se habla. Pero puntos como Klishchiivka o Andriivka, a las puertas de Bakhmut, también penden de un hilo.
En el mes de octubre Rusia tomó la iniciativa y lanzó la ofensiva más intensa que habíamos visto desde la batalla por Bakhmut
Con esa parte del Dombás convertida ahora en una pista de patinaje, la logística, las evacuaciones médicas y el desplazamiento de armamento se convierte en una dificultad añadida. Y el invierno acaba de empezar.
En las posiciones que están desplegadas a lo largo de este frente, los soldados ucranianos han pasado de atacar a defender. Esto significa que las bajas personales se han reducido, pero también que el gasto de munición se va a incrementar para poder mantener a raya a las columnas rusas que lanzan asaltos de manera constante.
Guerra de posiciones
Ucrania está sumida en una guerra de posiciones –también llamada guerra de desgaste– en estos momentos. Ninguno de los dos bandos está haciendo avances significativos, pero los duelos de artillería son constantes y el desgaste de munición también. Y esto es un problema para el presidente Zelensky, que a pesar de su gira internacional pidiendo apoyos no ha logrado desbloquear los paquetes de ayuda militar, que llega con cuentagotas.
Occidente asegura que no puede producir munición al ritmo que la consume Ucrania, y que las reservas se agotan. Y el mensaje ha calado a pie de trinchera, donde intentan economizar proyectiles en la medida de lo posible. “No se dispara lo mismo todos los días, hay días que disparamos cinco rondas de artillería, otros días quince”, explica Dimitry, el comandante que está al mando de la posición cuando me muestra el lugar donde almacenan las cargas.
Unos meses atrás, en una posición de artillería como esta, se podían disparar 60 e incluso 100 rondas de munición por día. Los enormes casquillos de los proyectiles de 122 milímetros –dorados y brillantes– se acumulaban junto a las cadenas de oruga del cañón autopropulsado a un ritmo vertiginoso, y la radio no paraba de enviar nuevas coordenadas que atacar. De noche y de día.
Entre el hielo y la nieve que lo cubre todo ahora el panorama es muy diferente. Cuando la radio se enciende para ordenar un ataque, Dimitry comprueba varias veces las coordenadas con su tablet, no se precipitan. Los soldados esperan a que les confirmen la orden y disparan tres proyectiles contra su objetivo. Ni uno más. Es el momento de ponerse a cubierto y esperar a que les confirmen si el ataque ha sido exitoso. Los drones explorarán la zona donde han lanzado las cargas y dirán si es necesario corregir alguna trayectoria. Ya no se dispara por saturación –como hacen los rusos, siguiendo tácticas soviéticas–, ahora se mide cada ataque.
Dejamos la posición de artillería de la Brigada 17, donde se quedan esperando la confirmación del grupo de drones, y recorremos el camino de vuelta –que sigue completamente cubierto de hielo–. El trasiego de soldados es continuo; tienen que llevar todo lo necesario a las posiciones antes de que caiga la noche.
En la carretera, también nos vamos cruzando con camiones cargados de soldados –algunos con uniformes blancos para camuflarse entre la nieve– y varias ambulancias de las que hacen las evacuaciones de los heridos. Al igual que nosotros, circulan a cámara lenta para no patinar, mientras la artillería continúa sonando alrededor.
Nos alejamos del frente de combate del Dombás sabiendo que durante los próximos meses las condiciones no van a mejorar; ni las condiciones climatológicas, ni tampoco las tácticas. Hasta que no se reanude la llegada de armamento, munición y recursos por parte de los aliados de Kiev, lo único que pueden hacer los ucranianos es resistir en sus posiciones. Algo que se antoja muy complicado en plazas como las de Avdiivka, Klishchiivka o Andriivka.