Luis Moreno Ocampo, ex fiscal jefe de la Corte Penal: "Israel está mucho más en peligro ahora que el 8 de octubre"
- En 1985, fue el adjunto de Strassera en los juicios a la junta militar de Videla. En 2003, fue nombrado fiscal jefe del novedoso Tribunal de La Haya. Ahora, aboga en un libro por una justicia internacional que acabe con las guerras.
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A Luis Moreno Ocampo (Argentina, 1952), la vida, dirá, lo besó en la boca. Con 33 años, a la izquierda del fiscal Strassera, a la derecha de la bandera de los argentinos, buscó verdad, reparación y justicia en los juicios contra las juntas militares. Logró un poco de cada para sus compatriotas, y a los dictadores Videla y Massera les cayó la perpetua. “Argentina no era Suecia”, dirá, “pero le habían hecho un golpe de Estado, y nunca ganas del todo, pero si te retirás, perdés”. El fiscal aprovechó el crédito y la experiencia para perseguir grupos criminales del continente, colaborar con organizaciones humanitarias, enseñar en universidades de Buenos Aires a Harvard, y cuando la vida le dio tanto, le dio un tanto más.
Con 52 años, sin Strassera a su lado, tomó la bandera del mundo, asumió la jefatura de la fiscalía de un tribunal flamante, ambicioso, pensado para dar justicia a las víctimas de los tiranos: entró en la Corte Penal Internacional con todo el entusiasmo, y con todo por hacer. Logró la condena de los reclutas de niños soldados en el Congo, investigó el genocidio dirigido por Omar al Bashir en Darfur, encajó críticas por un tribunal muy enfocado en los africanos, pero ¿acaso, responde a menudo, no merecen ellos justicia?
La Corte Penal Internacional tiene sus limitaciones, reconoce: más de un centenar de países asumen su jurisdicción, sólo que entre ellos no están China, Estados Unidos, Israel o Rusia. Y sí, incluso cuando el fiscal Khan ordena el arresto de Vladímir Putin o Benjamin Netanyahu, es improbable que suceda. Pero la cosa es, dirá, mirar hacia adelante. “En Estados Unidos”, le leeremos, “los chicos jóvenes entienden que la idea de la guerra es equivocada, pero nadie enseña otra cosa”. Él enseña la otra cosa, la justicia internacional, y a esa otra cosa responde su último libro, Guerra o justicia, que comenzó a escribir con el ánimo por los suelos y terminó con el ánimo por las nubes para alcanzar lo inalcanzable: el fin de la guerra cuando más focos abiertos hay desde la capitulación de las naciones del eje.
Usted estará de acuerdo con esto: hay una justicia internacional para las potencias nucleares y otra para el resto.
Eso es el Consejo de Seguridad de la ONU. Hay una justicia para mis amigos y otra para los demás. Es el imperio legal de los países que ganaron la guerra. Nadie discute que el crimen de lesa humanidad o el genocidio está mal. El tema es que ni China ni Estados Unidos aceptan un control independiente. Estados Unidos, que se rasga las vestiduras con Ucrania cuando el ruso la invade, y tiene razón, ignora que hizo lo mismo en Irak e ignora los crímenes cometidos en Gaza. Tenemos un mundo que no está diseñado para proteger los intereses de cada persona. La fiscalía y la Corte Penal Internacional son para eso.
¿Y quién iba con usted cuando era fiscal de la Corte?
Siempre tenés gente que te apoya y gente que te odia, y eso lo aprendí como fiscal en Argentina. Mi tío era coronel. Mi tío era coronel y dejó de hablarme, ¡se lo prometió a Videla! Cuando eres fiscal, tienes que ignorar a los dos: al que aplaude y al que critica. Tu tarea es mantener la imparcialidad, es lo único que tenés que hacer.
“Yo aprendí que la memoria es tan importante como ganar el juicio, que hay que hacer las cosas y explicarlas, incluso si nadie escucha”
¿Es fácil mantenerse fiel a tu verdad?
¡Claro! Cuando empecé como fiscal de la Corte, un amigo me preguntó: ¿por dónde empezar? Yo le dije que, bueno, por aplicar la ley: comencemos por los hechos más graves, por donde no haya juicios nacionales. ¿Dónde? En el Congo. Y ya está. Te critican igual, pero avanzas. Cuando estuve metido tres años en el caso de Israel y Palestina, me pasó lo mismo.
¿Qué le pasó?
Los palestinos vinieron a mi oficina en 2009, después de un segundo ataque en Gaza. Entiendo el esfuerzo que hacen, les dije, pero la ley exige que un Estado presente ratifique el Estatuto, y para las Naciones Unidas ustedes no lo son. Me dieron la razón, me pidieron un tiempo para presentar sus argumentos. Por supuesto, les dije, tienen todo el tiempo del mundo. Los americanos se pusieron locos. Dos embajadores me vinieron a ver, me insultaron, me pidieron que cerrara el caso. Los palestinos terminaron de hacer el briefing en 2011 y en 2012 resolví. Les dije que fueran a Naciones Unidas, sean un Estado y vuelvan. En octubre de 2012, la Asamblea General reconoció Palestina como Estado, y los palestinos pidieron ser parte del Tratado de Roma. Ahora, la Corte puede intervenir. Pero la gente quiere justicia inmediata, como si fuese una app, y no funciona de esa manera, es un poco más complicado.
¿Frustran las prisas?
¿Frustrado, yo? La vida me besó en la boca. Mi tarea es explicar. Conozco un profesor en California, refugiado vietnamita, que siempre dice que la guerra se libra dos veces: primero en el campo de batalla, luego en la memoria. Yo aprendí que la memoria es tan importante como ganar el juicio, que hay que hacer las cosas y explicarlas, incluso si nadie escucha. Y por eso son importantes las notas periodísticas, las películas, el TikTok: son fundamentales, son parte de la historia. ¿Por qué Elon Musk se compró Twitter? Ahora tiene una plataforma de difusión para sus negocios, y la parte que menos se ve de estas redes son los algoritmos que manejan la información. Mis amigos israelitas están convencidísimos de que hay una campaña antisemita en el mundo porque ellos sólo reciben noticias antisemitas. Mis amigos palestinos creen que hay una islamofobia floreciente. Falta el diálogo entre las partes.
Las acusaciones de genocidio son mutuas.
La propuesta de Hamás es eliminar a los israelitas de Israel. Yo firmé inmediatamente que lo de Hamás era un genocidio. Hamás tiene la deliberada intención de extinguir al pueblo israelita, están en la época del sultán Saladino y las cruzadas. Pero la idea de eliminar a Hamás matando a sus líderes, en fin. Hay mucha gente convencida de que su deber es eliminar a los israelitas y matar a sus líderes sólo incrementa la furia.
Muchos piden, también, investigar a Israel por genocidio contra el pueblo palestino.
Cuando uno es fiscal, tiene que ser conservador en el enfoque. Lo que hizo el fiscal de la Corte Penal Internacional fue abrir un caso por crímenes de guerra. No tomó los bombardeos de los hospitales, sino lo más básico: el sitio del agua y los alimentos, que son claramente crímenes de guerra y de lesa humanidad. Es un caso irreprochable, nadie le puede decir nada.
Y tanto que le dijeron.
Sí, claro, pero son políticos. El senador Graham, de Estados Unidos, era un ferviente admirador de la Corte contra Putin, pero se puso furioso cuando el fiscal se metió con Netanyahu. Los políticos eligen amigos o enemigos; los fiscales, no: hay crimen o no hay crimen. Hamás cometió crímenes contra israelitas e Israel cometió crímenes contra palestinos. La visión de la ley permite entender la complejidad, no hace una relación binaria de buenos y malos: sería ridículo.
“El crimen organizado no se combate matando a la gente, sino cortando fondos, sobre todo, e Israel no lo hace”
¿No sería Irán, al mismo tiempo, un cómplice de genocidio contra el pueblo judío?
Para ser cómplice del genocidio, se exige que entiendas y conozcas la intención de eliminar a otro grupo. Hamás lo hace público. Si se demuestra la contribución iraní, es cierto, puede ser partícipe. Lo mismo digo para la gente que financia a Hamás. Me asombra que bombardeen Gaza y no investiguen a quienes lavan los fondos para comprar las armas a Hamás. Esos fondos pasaban por una compañía turca que Estados Unidos bloqueó en bolsa, pero siguieron operando en Turquía y duplicaron su valor tras el bloqueo. Israel no lo está investigando penalmente, ¿cómo es posible? El crimen organizado no se combate matando a la gente, sino cortando fondos, sobre todo, y eso no lo hace.
¿Por qué?
No sé, quizá prevalece la decisión militar, pero investigar judicialmente es mucho más eficiente. La guerra promueve el crimen, y la justicia lo previene. Netanyahu se impuso la idea de plantear la lucha contra el terrorismo como una guerra. Lo mismo decidió Bush el 11 de septiembre de 2001, entre el segundo y el tercer avión. Todas las reuniones de emergencia se hicieron con militares. El jefe del FBI no estuvo invitado a esas reuniones, y el terrorismo era un problema del FBI y la justicia hasta ese momento. A partir de ahí, nos fuimos al demonio. En las reuniones de Obama, lo mismo: eran militares los que discutían, nunca el FBI.
Hace poco, entrevisté al primogénito del fundador de Hamás, ahora del lado de los israelíes, y propuso el enfoque opuesto: combatir el islamismo como los aliados combatieron el nazismo.
Se necesitan unos a otros. Netanyahu no quiere acuerdos de paz, quiere guerra. No quiere un Estado palestino, sino que Israel sea todo. Mis amigos israelitas no se dan cuenta de que es una visión autodestructiva. Hoy, Israel está mucho más en peligro que el 8 de octubre. Ese día, Israel tenía el consenso de su parte. Si en lugar de reaccionar como reaccionó hubiese seguido la vía judicial, la vía del arresto, hubiese sido distinto. Cayeron en la trampa del terrorismo. Los terroristas provocan a los Estados, y los Estados sobrerreaccionan. Pasó en Argentina. Los militares quisieron eliminar a todos los terroristas, y por eso tenían que matar a 10.000, hacían desaparecer para no fusilarlos abiertamente...
¿Y ve indicios de genocidio en Ucrania?
Me parece una guerra de agresión vinculada al equilibrio geopolítico. Los rusos vinieron diciendo, por sistema, durante veinte o treinta años, que no pusieran la OTAN en la frontera con Rusia: no lo hagan. Pero Estados Unidos, más que defender a Georgia o Ucrania, quiere molestar a Rusia. Insistieron y empujaron. Dijeron que serían parte de la OTAN algún día, y le dieron a Putin el argumento perfecto.
No parecen muy preocupados ahora que tienen las fronteras con Finlandia desatendidas, como si supieran que la amenaza sólo va en una dirección.
¿Usted cree que su preocupación no es sincera? Yo creo que sí, como los americanos durante la crisis de los misiles de Cuba. Hace un año y medio, estuve en un almuerzo en Los Ángeles con el ministro de Defensa de un país europeo. Le pregunté cuál era el plan para Ucrania. Me dijo que esperan que una parte quedara para Occidente, como Alemania.
¿Quién era?
No, no, no voy a decirlo. Pero, si ese es el plan, que no sigan matando a nadie. Ucrania se defendió muy bien, pero no va a avanzar. Hay que buscar una paz digna, una que extienda la idea a los rusos y al resto de que está prohibido cometer estas agresiones.
¿Cómo se negocia una paz digna con los rusos en estas condiciones?
Habrá que buscar una alternativa. Los diplomáticos negocian todo el tiempo. En España hubo una elección buena para hacer la transición democrática: fue una solución pactada, negociada. Cuando Alfonsín ganó el poder en Argentina, los profesores dijeron que la forma de hacer las transiciones era la española. La posibilidad de juzgar a los militares les parecía absurda, ridícula. La fórmula salió bien, y después Mandela hizo otra transición. Empezó a negociar con De Klerk cuando estaba preso. Cada país debe encontrar su salida. Yo veo que aprendemos de las transiciones democráticas, pero no de la guerra. Israel invadió el Líbano en el 82 para terminar con el grupo de Arafat, le costó 17.000 muertos y creó Hezbolá.
“El Fortnite es el futuro. Gana el que mata a todos los demás y por decenios se queda solo”
¿Israel? La situación del Líbano era muy compleja, acababa de triunfar la revolución islámica en Irán...
Pero la invasión catalizó todo eso. La guerra genera más guerra. Siempre cito al general McChrystal y su matemática de la insurgencia. Hay diez insurgentes, matas a dos, ¿cuántos quedan? Veinte. Y ese es el resultado de un trillón de dólares gastados en la guerra contra el terror. La guerra es incompatible con el siglo XXI. Hay bombas atómicas. El desarrollo tecnológico permite que te pongan un explosivo en el celular. El Fortnite es el futuro. Gana el que mata a todos los demás y por decenios se queda solo. O cambiamos o ahí vamos.
¿Cambiamos?
Estamos cambiando, pero no vemos el cambio. El cambio es caso por caso, no es que venga un parlamento mundial y haya orden. Que Sudáfrica presente un caso contra Israel y que la Corte Penal Internacional de una medida precautoria es un paso del cambio. Que Estados Unidos, que no quería ni reunirse conmigo, ahora presente escritos contra la Corte para pedir que no juzguen a Netanyahu, es un cambio. La gente normal tiene que ser fuerte. Evitemos que los colores de la guerra invadan el resto de la paleta. Ben Ferencz, un fiscal de los juicios de Nuremberg, se pasó la vida luchando por la paz y la justicia. Dejó tres consejos: “Nunca se rindan. Nunca se rindan. Nunca se rindan”. Argentina no era Suecia, pero le habían hecho un golpe de Estado. Nunca ganas del todo, pero si te retirás, perdés.
A usted le vino la vida, dice, y lo besó en la boca. ¿Qué ve cuando mira atrás?
Que fue genial. Yo nací entre dictaduras militares. Argentina siempre las tuvo, ya no. Hay democracia. Cambian los gobiernos, todos se pelean con todos, es un caos. Argentina no es un país ordenado, pero ya no hay golpes de Estado, ya no hay más crímenes masivos. Y en el mundo hay, al menos, una opción de justicia. Eso, en el noventa, era un sueño. Ahora es una realidad. Avanzamos lento, pero hay que seguir evolucionando.
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