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Hace un mes, cuando el terremoto de 7,1 derrumbó decenas de construcciones en la Ciudad de México y dejó 369 muertos en varios Estados, Alberto Haboba, con sus 45 años y sus dos perros, dejó su hogar en el 188 de la calle Ámsterdam. Situado en la Roma, barrio -al menos hasta ahora- de moda y uno de los más afectados tanto en este temblor como en el que el mismo día de 1985 destrozó la capital de México, no fue culpa de su edificio. “Me tocó ver como se incrustaba en cada movimiento el edificio de al lado, como se caían paredes en cada golpe, se caían muros... resulta que no dejaron la distancia requerida oficialmente y por eso chocaban. El mío va a aguantar ya que está bien hecho, aunque está chueco. El otro no”, dice desde el cuarto que alquiló a la semana del temblor.
Su antigua casa está cerca del número 286 de la calle Álvaro Obregón, una de las construcciones símbolo del desastre. Los familiares de las 49 personas muertas en los escombros se reunieron esta semana con las autoridades con varias peticiones: Respuestas sobre las malas prácticas en la construcción del edificio, la falta de transparencia durante el rescate y una investigación por homicidio negligente.
H. A., con una amiga entre las víctimas y que ayudó en los salvamentos, recuerda que el edificio, por lo que se contaba entre los rescatistas, “tenía más peso del que podían soportar los pilares y quizá no usaron el material adecuado, no tenía ni buen cemento ni varillas”. Ocurrió un derrumbe apodado de sándwich, de los más complicados, ya que los pisos superiores caen sobre los inferiores y se une el techo con el suelo. El grosor de las baldosas era de medio metro, mucho más que los 15 centímetros habituales.
Según se ha ido publicando e investigando desde el terremoto, los rescates se retrasaron por las irregularidades durante la construcción. Humberto Morgan, coordinador de asesores de la Secretaria de Movilidad del Gobierno de la ciudad y enlace con las familias, explicó que “el edificio fue originalmente concebido para una planta de dos pisos, desafortunadamente tuvo una altura prácticamente de seis pisos... pero por una cosa que no entendemos se hizo un procedimiento a partir del tercer piso y hasta el sexto piso, el uso de una loza” mucho más pesada que la habitual.
89 'enterrados' por la corrupción
Negro sobre blanco. Así ha puesto esta situación el reciente informe de Diagnóstico exploratorio e hipótesis preliminares de las causas y acciones a tomar postsismo, realizado por dos urbanistas a encargo de la Comisión de Vivienda del parlamento de la capital y al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL. Cifra en 51 las construcciones derrumbadas y entre 800 y 1.000 las que tienen posibilidades de caerse. “La corrupción está presente desde la falta de cumplimiento de las normas básicas y llega a afectar decisiones fundamentales, como el número de niveles o la construcción disfrazada de pisos o habitaciones adicionales […] se llevaron a cabo con materiales de mala calidad, con una técnica deficiente y contaron con la complacencia de las autoridades correspondientes [...] bajo esta hipótesis existen indicios de que la corrupción mató a 89 personas, cuando menos”, en 10 edificaciones”. Es decir, un 40% de las 228 víctimas de la ciudad caerían en este supuesto.
“Hay varios elementos que hemos localizado en la corrupción de la industria de la construcción, como el valor del suelo, que muchas veces no te permite construir para que sea redituable, y entonces los desarrolladores buscan que cambie el uso de suelo para que se permitan más niveles”, explica Martha Peña , arquitecta y directora de Demo.Lab, una de las organizaciones detrás de la plataforma Construcción sin Corrupción, “otro caso tendría que ver con que para construir en la ciudad se generan más de 100 interacciones entre los constructores y el gobierno, lo que provoca, no digo que siempre suceda, una capacidad importante de puntos donde nececitas avanzar”. ¿Hablamos de la mordida? “Pues sí, del soborno”.
Reglamento tras el seísmo de 1985
Cinco de los edificios colapsados, con 32 víctimas, eran, según el informe, posteriores al terremoto de 1985, cuando se establecio un nuevo reglamento más estricto y resistente para no repetir la tragedia. Ese año, las construcciones derrumbadas fueron de la magnitud de 1.200 y unos 5.700 edificios quedaron afectados. Los muertos, según la Cruz Roja, rondaron los 15.000. "La última regulación funciona si se aplica bien, pero otros factores, como el diseño, la calidad o la supervisión, no permiten que se aplique, ya que una cosa es que digas sobre plano cómo va a estar y otra muy distinta es que se lleve a cabo en su totalidad", y conluye Peña, “tenemos que ir a una mayor transparencia”.
El documento de la Comisión de Vivienda señala como uno de los ejemplos más claros el colegio Enrique Rébsamen, al sur de la ciudad, donde murieron 19 menores y 7 adultos y, “pese a que las autoridades ordenaron su clausura”, “más adelante volvieron a autorizar la construcción que ahí se estaba realizando”.
Según se fue sabiendo desde el 19 de septiembre, una vez pasada la histeria colectiva que supuso la niña fantasma Frida Sofía, el centro tenía un historial de irregularidades: suspensión de las obras de ampliación por no cumplir la regulación, la construcción de dos viviendas particulares en lo alto de los edificios que se derrumbaron, un jacuzzi, documentos falsos. La veda fue abierta por el diario Reforma, sumándose después el resto de medios.
El último giro, desde tragedia nacional a negligencia son dos órdenes de detención contra la directora y dueña, Mónica García Villegas, por uso de documentos falsos y el homicidio negligente por los daños estructurales causados durante la ampliación. De acuerdo a la denuncia citada por El Financiero, el certificado que se presentó ante el instituto de verificación no era del centro, sino de un lote en Iztapalapa, en la colonia Santa Marta Acatitla. Ironías, esa zona está considerada una de las más peligrosas y pobres de toda la capital, mientras Coapa, donde está el colegio, es una de las adineradas y seguras.