Argentina, el 'país tiovivo' que gira sobre sus mismos problemas económicos: la inflación ya supera el 100%
El consumo de carne se encuentra en su nivel más bajo en un siglo: 48 kilos por habitante al año, cuando era de 73,4 kilos de media entre 1914-2021.
16 marzo, 2023 02:51El kilogramo de pan blanco valía 250 pesos hace apenas un año. Ahora si el consumidor quiere hacerse con la misma cantidad de barras o 'pistolas' debe desembolsar más del doble: 600 pesos (1,50 euros). Así se ha encarecido el coste de la vida en Argentina, el Índice de Precios de Consumo (IPC) ha volado hasta el 102,5% interanual, de febrero de 2022 a febrero de 2023, según han informado desde el Gobierno.
Sólo en febrero, la carne vacuna, plato principal de los argentinos, ha registrado una subida bestial del 35% mensual. ¿Por qué? La peor sequía en 100 años, atribuida al calentamiento global, y la mortandad de cabezas por falta de pastos. El consumo de carne se encuentra en su nivel más bajo en un siglo: 48 kilogramos por habitante al año, cuando había llegado a 73,4 kilos de media entre 1914-2021.
Con estos números de la economía, Argentina hace honor a su mote de 'país carrusel', o 'país tiovivo'. Muchos le apodan así porque pasan las décadas pero, en vez de avanzar, gira gira gira y siempre da vueltas sobre los mismos problemas socioeconómicos; que reaparecen una y otra vez. La escalada hasta una inflación anormal comenzó a mitad del siglo XX y disminuyó durante un breve período de tiempo hasta niveles del primer mundo. Pero siempre regresa con potencia.
En los años 1989 y 1990 hubo hiperinflación, es decir, precios que subían hasta las nubes: el IPC rompía la barrera del 4.900%. Ahora el porcentaje anual ha vuelto a los tres dígitos -102,5% anual-, una cifra que los argentinos no habían vuelto a padecer desde hacía tres décadas, concretamente en 1991. Argentina se sitúa ya como el cuarto país con la mayor inflación del mundo, sólo por detrás de Venezuela, Zimbabue y El Líbano.
Todo ello obliga al Banco Central a una vorágine de emisión de moneda que corre a la misma velocidad de montaña rusa en la que viajan los precios. Pero la Casa de la Moneda de Argentina no aguanta este ritmo y no da abasto para imprimir tantos billetes. Así que se ve obligada a contratar la impresión de billetes de los devaluados pesos locales con empresas de España, Brasil y hasta China.
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Para la mayoría de los argentinos, la subida constante de los precios –en especial la de los alimentos, que han llegado hasta el 9,8% en febrero- es el principal drama de sus vidas cotidianas, el más actual, y el que desorganiza sus vidas. Por ejemplo, alquilar un piso para vivir en Buenos Aires se ha convertido en una odisea pues la actualización de los arrendamientos va de la mano del IPC, es decir, al 100% interanual.
Cada día más familias dejan de vivir en la capital Buenos Aires y se mudan a los barrios del extrarradio en busca de alquileres más bajos y asequibles. El IPC tritura los ingresos de la gente y agiganta el descenso social. Ya en 2022 los índices oficiales establecieron que 4,6 millones de argentinos (10% de la población) son indigentes y no tienen qué comer. Y, al mismo tiempo, son pobres otros 16,6 millones (el 36%). En total, el 46% de la poblaciión está en niveles de pobreza y se prevé que todo irá a peor.
Para el Gobierno peronista del Presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández viuda de Kirchner, que el IPC supere los tres dígitos representa la confirmación de su fracaso. Impusieron una regulación de los valores de los alimentos básicos llamada 'Precios Justos'. Y prometieron que en 2022 lo reducirían al 60% interanual, pero el tiro les ha salido por la culata.
La decadencia de Argentina no perdona y hacia el futuro se proyecta una sombra de interrogantes. En octubre próximo habrá elecciones generales. Se supone que en cualquier país normal los candidatos ya propondrían cambios y reformas para acabar con el cáncer de la inflación crónica. Pero Argentina “is different” y entre los aspirantes a presidenciable nadie expone públicamente cómo planea encarar una solución posible a la subida imparable de precios, que carcome las billeteras y el poder adquisitivo.
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En el supermercado 'DIA' del barrio en el que vive este corresponsal de EL ESPAÑOL, los clientes no paran de quejarse y protestar. "Esto es una locura", "no hay plata que alcance", "¿adónde vamos a ir a parar?", se oye al transitar los pasillos empujando el carrito. El estante de los alimentos lácteos –aquellos cuyos precios más han subido- atesora los yogures, quesos y cremas, que alcanzan valores cuasi prohibitivos.
Los clientes se arremolinan allí junto a una empleada y observan cómo 'remarca', o sea, coloca etiquetas con precios más altos en los productos. La muchacha se siente observada y casi se arrodilla para comentar a modo de disculpa: "Lo siento señoras y señores, pero este es mi trabajo". "¿Cada cuánto tiempo 'remarca' los lácteos?", pregunta un cliente. Y la empleada responde, avergonzada: "Todos los días".