Donald Trump, en el mitin del pasado viernes en Las Vegas.

Donald Trump, en el mitin del pasado viernes en Las Vegas. Piroschka Van de Wouw Reuters

EEUU CAMPAÑA ELECTORAL

El nuevo intento de asesinato contra Trump revive su victimismo y la polarización ante las urnas

El trumpismo exprime el incidente para culpar a Kamala y Biden tras la mala imagen del candidato republicano en el último debate.

17 septiembre, 2024 02:32

El segundo intento de asesinato contra Donald Trump volvió a ser en fin de semana, sólo dos meses después del primero. El candidato republicano jugaba al golf en Palm Beach, Florida, cuando un agente del FBI descubrió en los aledaños a un hombre armado —Ryan Wesley Routh, 58 años— con un rifle y dispuesto, si las autoridades no lo desmienten, al magnicidio. La conmoción social fue inmediata.

Es cierto que la violencia es un elemento tradicional de la política estadounidense: cuatro de los 45 presidentes han sido asesinados; el último, el demócrata John F. Kennedy, en 1963. Pero las pocas semanas de diferencia entre un esfuerzo y otro, así como el emponzoñamiento del debate público, marcan la diferencia en una campaña llena de golpes de efecto.

El último candidato o presidente que sufrió algo parecido fue el republicano Gerald Ford, sucesor de Richard Nixon, con dos intentos de asesinato en septiembre de 1975. La primera acometida fue de una seguidora del satanista Charles Manson: se encasquetó el revólver y no hubo disparo. La segunda fue de una fanática de izquierdas: la bala salió del cargador, pero falló la puntería. Durante una campaña electoral, los analistas se preguntan por el impacto positivo de sobrevivir a un intento de asesinato a ojos de los votantes. Especialmente en una campaña como esta, con los dos candidatos a la par en las encuestas más fiables.

A Ford, un año después, le sirvió de poco: perdió contra Jimmy Carter. Pero con Trump se abre de nuevo la incógnita.

El atentado de julio impulsó al republicano en unas encuestas en las que ya crecía con el viento a favor del debate contra el presidente Joe Biden, resignado a la dimisión. Sólo una semana después, Trump fue ratificado como candidato en la Convención Republicana en un ambiente triunfal. Que los demócratas sacaran de la carrera a Biden y metieran a Kamala Harris sirvió para recuperar muchos puntos en las encuestas, y para contener el entusiasmo de los adversarios.

Muchos analistas cuestionan que, en esta ocasión, quepa esperar un impulso parecido para Trump. No hay foto del ataque. No hay vídeos que retransmitir durante días y días en las redes y los telediarios. Señalan que el atentado frustrado impulsa, en realidad, el debate sobre el fácil acceso a las armas para cualquier lunático dispuesto a entregarse a un baño de sangre. Y sobre algo más: las dificultades de los servicios secretos para adelantarse a los acontecimientos, lo que ha llevado al presidente Biden a reconocer que necesitan “más ayuda”.

La derecha trumpista, sin embargo, trata de exprimir la oportunidad para vincular el esfuerzo magnicida de dos hombres con la campaña electoral del Partido Demócrata. “[El asaltante] se ha creído la retórica de Biden y Harris, y actuó en consecuencia”, dijo ayer el propio Trump a preguntas de la cadena conservadora Fox News. “Esa retórica está provocando que me disparen cuando soy yo quien va a salvar al país, porque ellos lo están destruyendo”. El magnate Elon Musk, aliado con el candidato republicano, tuiteó una duda. “¿Por qué nadie trata de matar a Biden o Kamala?”. Luego eliminó la publicación y dijo que era una broma.

Charles C. W. Cooke, uno de los editores de la revista conservadora National Review, desarrolló en un artículo de opinión las ideas lanzadas al aire por el candidato republicano. “Harris sostiene que Trump ‘es una amenaza para la democracia y las libertades fundamentales’, lo ha llamado ‘dictador’”, escribió. “En la prensa, Trump es habitualmente retratado como ‘un autoritario’, como un proyecto de ‘Hitler’, como el probable autor del hundimiento de América. ¿Debo concluir que esas palabras traerán un desenlace feliz sólo porque salen de los labios de un demócrata, un columnista o una cabeza pensante?”.

Lo cierto es que la Casa Blanca y la campaña de Harris condenaron la violencia política y emitieron sendos comunicados celebrando que Trump saliese indemne. Dentro de los medios señalados con el dedo por el trumpismo, la línea es la misma. “Una de las cosas que más me preocupa en este momento es la normalización y el aumento de la violencia política”, argumenta, por ejemplo, el demócrata Jason Crow en The New York Times. “Estamos en el segundo intento en pocos meses, y eso da cuenta de cómo está empeorando la situación”.

Hay analistas que ofrecen motivos por los que Trump atribuye las intentonas homicidas a sus rivales políticos. “Es posible”, escribe el analista Roger Senserrich en su newsletter, “que la noticia sirva para romper la inacabable cascada de ridículos, fascistadas y tonterías trumpianas que estaban dominando la campaña, obligando a Harris y los demócratas a empezar de cero otra vez cuando el intento de asesinato abandone las primeras páginas”.

De esta manera, el escándalo provocado por alimentar teorías de conspiración donde los inmigrantes haitianos roban los perros y los gatos de sus vecinos para comérselos, teorías que son demasiado extremas incluso para afamados aficionados a estos relatos, se diluiría ante la gravedad del último incidente, útil para cambiar de tema y poner el foco, durante unos días, en un lugar distinto al de la última semana.