El presidente de Estados Unidos, en la ceremonia para develar la placa dedicada a su difunto hijo Beau.

El presidente de Estados Unidos, en la ceremonia para develar la placa dedicada a su difunto hijo Beau. Hannah McKay Reuters

EEUU

Biden concederá a Trump la imagen de una transición "pacífica y ordenada" que el republicano le negó en 2020

Publicada
Actualizada

El pasado jueves, Joe Biden prometió una transición “pacífica y ordenada” del poder en Estados Unidos, a la vista de que la última vez fue violenta y caótica. El todavía presidente del país, a las puertas de la Casa Blanca, con el recuerdo de 2020 muy vivo, llamó a respetar el resultado electoral del martes anterior —el republicano Donald Trump ganó con contundencia a la vicepresidenta y candidata demócrata, Kamala Harris— y dar una lección a su viejo adversario, a quien derrotó hace cuatro años sin que el derrotado lo aceptara.

Trump, entonces, inició una furibunda campaña de descrédito de la democracia, teorizó sin pruebas sobre el amaño del sistema, presionó a sus funcionarios para que se sublevaran y azuzó a las bases más radicalizadas hasta que estas asaltaron, el seis de enero de 2021, el Capitolio. Trump impidió a su equipo incluso que colaborara con la gente de Biden para compartir información que comprometía la seguridad nacional.

La agitación que sufre la sociedad desde entonces perturba a los demócratas y a los republicanos moderados, y la victoria de Trump no ayuda a tranquilizar los nervios. “Los dos partidos están rotos”, escribió el veterano reportero David Remnick en su última columna para The New Yorker, la revista que dirige. “Los republicanos, al haberse entregado a una obediencia casi sectaria hacia un autoritario, están moralmente rotos. Los demócratas, al no haber respondido de manera convincente a los problemas económicos de la clase trabajadora, están políticamente rotos”.

Biden, en su ánimo de calmar las aguas y recuperar cierta normalidad institucional, y como ya hizo Barack Obama en 2016, invitó a Trump a comer este miércoles en la Casa Blanca, de modo que concederá la imagen de transición pacífica y ordenada que el republicano le negó en 2020. Los gabinetes de uno y otro no han dado en esta ocasión, según la cadena CNN, con ningún problema para “cuadrar sus agendas”.

El candidato demócrata, en las semanas finales de su primer y único mandato, enfatizó ante los estadounidenses que, en una democracia, “la voluntad del pueblo siempre prevalece”. Que “no puedes amar tu país sólo cuando ganas”. Que “no puedes amar a tu vecino sólo cuando estás de acuerdo con él”. “Cumpliré con mi deber como presidente”, zanjó. “Cumpliré con mi juramento y honraré la Constitución. El 20 de enero tendremos una transferencia del poder en Estados Unidos”.

Lo que parece menos claro es que Trump esté por la labor de esperar tanto. Varios periódicos informan de la impaciencia del magnate, de quien cuentan las crónicas que actúa como presidente antes de jurar el cargo. Ayer, Barack Ravid, periodista de Axios con buen acceso a los funcionarios de Washington y Tel Aviv, informó sobre las reuniones con Trump del ministro Ron Dermer, hombre de confianza del primer ministro Benjamin Netanyahu, en Florida. “Una de las cosas que los israelíes querían resolver”, le detalla una fuente, “son los problemas que Trump quiere ver resueltos antes del 20 de enero y cuáles pueden esperar”.

Un día después, Dermer llegó a Washington para verse con Biden y otros altos cargos de su Administración. Lo llamativo es, por tanto, el orden de prioridades.

Otro asunto en liza en los dos meses previos al paso del testigo es Ucrania. Biden quiere adelantar el envío de los 6.000 millones de dólares restantes del paquete de 61.000 cerrado meses atrás. El temor de los demócratas es que Trump no sólo cierre el grifo en adelante, sino que incumpla con los compromisos cerrados por la Administración actual. Los rumores de que Marco Rubio será el próximo secretario de Estado, y Mike Waltz el próximo asesor de Seguridad Nacional, no mitigan del todo ese miedo.

Tampoco ayuda la conversación telefónica que, según The Washington Post, mantuvieron la semana pasada Trump y Putin, y que encaja con la promesa republicana de firmar “una paz rápida” con Rusia que frustre los esfuerzos de Ucrania por conseguir “una paz justa”. Esta es la razón por la que el 20 de enero es una fecha importante en la agenda del Kremlin. Los rusos, con la colaboración de los iraníes y los norcoreanos, quieren recuperar el control de Kursk y hacer el máximo daño posible antes de sentarse en una mesa de negociación donde los ucranianos partirían con desventaja.