Sobra decirlo. A Theresa May le ha salido el tiro por la culata. Aunque había prometido que no convocaría elecciones anticipadas, la primera ministra llamó a las urnas tres años antes de lo previsto confiando en multiplicar su mayoría parlamentaria. Ahora la ha perdido y tendrá que gobernar con el apoyo del Partido Unionista Democrático (DUP) mientras Reino Unido se dirige inexorablemente a la puerta de salida de la Unión Europea.
Si bien evitó hacer autocrítica en su primera alocución tras los comicios, May ha prometido posteriormente reflexionar sobre los resultados y pedido perdón a sus compañeros de filas. Aquí, cinco claves para entender la debacle conservadora:
1.- Robar votos laboristas no acabó de funcionar
Partiendo de la línea de salida con el viento a favor, los tories orquestaron una campaña ofensiva con constantes incursiones a territorio Corbyn. El 57% de las 70 visitas de campaña de May fueron a escaños laboristas como Halifax (Yorkshire), según un análisis de The Guardian. La estrategia, sin embargo, no ha dado demasiados frutos.
Aunque los conservadores han ganado una veintena de escaños, han perdido más de 30. Por ejemplo, en el Noreste de Inglaterra, tradicionalmente laborista, tan sólo se han hecho con una circunscripción: Middlesbrough South and East Cleveland.
Los tories sí lo han hecho bien en Escocia, donde se concentran más de la mitad de sus conquistas. El plan de organizar un nuevo referéndum de independencia en la región parece haber salido caro al Partido Nacional Escocés (SNP), que ha perdido 19 escaños, la mayoría al Partido Conservador.
2.- El efecto 'brexit' no dio alas a May
Se pensaba que en las zonas que votaron a favor de salir de la Unión Europea en el referéndum los conservadores tenían posibilidades de ampliar su poder. En concreto, circunscripciones laboristas que apoyaron el brexit en el plebiscito y podían pasar a manos conservadoras.
Los análisis poselectorales muestran que en general los conservadores aumentaron votos en escaños euroescépticos, pero esto no fue suficiente para frenar al laborismo.
Asimismo, los conservadores fueron los principales beneficiarios de la dispersión del voto del eurófobo UKIP -que perdió su razón de existir tras el plebiscito de 2016-, según el Financial Times. De hecho, los tories se llevaron el único asiento que tenía el Partido de la Independencia de Reino Unido en Westminster: Clacton. Pero ello tampoco logró impedir el resurgir laborista.
3.- Corbyn creció a costa de los conservadores
El Partido Laborista, que hizo una campaña más defensiva, ha logrado mantener terreno y a la vez obtener más de 30 escaños, fundamentalmente a costa de los conservadores en Inglaterra.
También le robó seis asientos al SNP y dos a los liberaldemócratas -incluido el del ex líder de la formación europeísta Nick Clegg- respecto a 2015, pero los de May fueron los principales perjudicados.
Por otro lado, los liberaldemócratas también consiguieron aumentar su presencia parlamentaria en detrimento de los tories, quedándose por ejemplo con el escaño de Eastbourne (Sureste de Inglaterra), la tierra natal de May.
4.- La participación y el voto joven auparon al laborismo
Hasta hace poco, muchos en Reino Unido no se tomaban en serio a Corbyn. El líder laborista sufrió un motín tras el referéndum del brexit, pero legitimó su liderazgo al imponerse de nuevo en las primarias de la formación al estilo Pedro Sánchez.
Pese a que las encuestas situaban en un primer momento a los tories 20 puntos por encima del partido de izquierda, la distancia se fue estrechando en los sondeos y este viernes se confirmó la remontada.
Había quien dudase de la veracidad de ese hipotético resurgir. Corbyn había captado la simpatía de los votantes jóvenes y nuevos electores, pero estos colectivos suelen fallar a la hora de presentarse ante las urnas el día decisivo. Asimismo, se creía posible que, aun yendo a votar, estos grupos lo hicieran en áreas donde el laborismo ya tenía la victoria asegurado.
La participación, sin embargo, batió récords, casi un 69%, y los votantes laboristas lograron pintar de rojo nuevos puntos del mapa de Reino Unido. Es decir, votaron donde importaba.
“[Corbyn] ha resultado tener un gran éxito con los votantes jóvenes hartos de la austeridad y con ganas de enviar un mensaje al Gobierno sobre ello y el brexit. Es por eso que el laborismo logró cambiar las tornas en lugares donde sus votos marcaron la diferencia”, afirma Tim Bale, experto en política británica de Queen Mary University.
“Por otro lado, parece que algunos de esos votantes 'olvidados' de clase trabajadora que apoyaron el brexit no se pasaron a los tories. Eso explica que todas esas habladurías sobre conquistas conservadoras en el Norte y en Gales hayan quedado en nada”, opina.
5.- May hizo una mala campaña con un programa equivocado
Asumiendo que la posibilidad de un primer ministro Jeremy Corbyn sería suficiente para asegurarle la victoria, Theresa May optó por lo que ha sido descrito como una campaña “desastrosa” incluso dentro del Partido Conservador -así la calificaba la diputada tory Anna Soubry en televisión en la madrugada electoral-.
May rehusó a participar en debates electorales y evitó ofrecer grandes detalles sobre su planes para sacar a Reino Unido de la UE. Aunque intentó centrar la contienda en el brexit, el Partido Laborista logró situar las cuestiones sociales en el centro de la campaña, que sufrió dos ataques terroristas.
La caja de Pandora se abrió cuando el Partido Conservador presentó su programa electoral, que incluía una reforma radical del sistema de asistencia social. De acuerdo con la propuesta, los dependientes que tuvieran bienes valorados en más de 100.000 libras -contando su hogar- tendrían que costearse la asistencia. El precio medio de la vivienda en Reino Unido supera las 200.000 libras.
La medida fue bautizada por prensa y oposición como el “impuesto de la demencia”. Ante las críticas, May, que había hecho de la frase “fuerte y estable” su mantra electoral, reculó asegurando que establecería un tope a la cantidad a pagar, que no quiso fijar antes de los comicios.
En contraste, Corbyn, que ha defendido las mismas causas toda su vida, presentó un programa social con propuestas como la educación gratuita y mejoras de los derechos laborales y se dignó a debatir con sus rivales.
Como escribe el columnista Philip Collins en The Times: “Había en la campaña laborista una sensación, puede que mal definida, fantástica incluso, de que la política puede llevar a algo mejor (…). La campaña de la Sra. May, en ese sentido y los demás, carecía de esperanza”.
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