La reforma educativa polaca para crear jóvenes "obedientes como ovejas"
El objetivo del Gobierno ultraderechista es instruir "nuevos polacos" de acuerdo a sus valores y reescribir la historia borrando de los libros a Darwin.
10 septiembre, 2017 02:03Noticias relacionadas
Hasta hace pocos años, la educación pública polaca era considerada un modelo de gestión. Se hablaba incluso del “milagro polaco”: con una inversión por alumno que es la mitad que en España, el informe PISA colocaba a Polonia entre los cinco mejores países de Europa y los diez mejores del mundo por sus brillantes resultados. Pero la reforma educativa que ha puesto en marcha este curso el Gobierno ha dividido al país y escandalizado a muchos por sus modificaciones en los libros de Historia.
Con dicha reforma, el partido en el poder, PiS (Ley y Justicia en sus siglas polacas), de ideología conservadora y nacionalista, no oculta su deseo de crear “nuevos polacos”, y para cumplir este objetivo nada mejor que empezar en las aulas. La ley de 2009 que otorgaba una amplia libertad a cada centro a la hora de elaborar sus propios currículos está en entredicho y se prevé el despido de unos 10.000 profesores de educación primaria en todo el país.
Estos puestos se cubrirán con nuevo personal docente más afín a la ideología de un Gobierno que ha decidido imponer esta “deforma” educativa, como la llama la prensa, sin consultar a sus principales afectados.
Muchos padres se han sorprendido este curso al comprobar cómo han desaparecido de los libros de texto nombres como el del Premio Nobel de la Paz Lech Walesa (muy crítico con la deriva aislacionista del PiS); el Nobel de Literatura Czeslaw Milosc, que ha sido eliminado de la lista de lecturas recomendadas y la Teoría de la Evolución (Charles Darwin) es presentada como “una alternativa discutible” al creacionismo.
Más ideología y menos horas de clase
Las horas lectivas dedicadas a Historia Natural, Literatura o Biología se han reducido en favor de las de Historia, convertida en un contenedor ideológico adaptado a la versión preferida por el Gobierno. Además, se ha suprimido el modelo 6+3+3: seis cursos de educación primaria seguidos de tres de gimnazjum y tres más de educación superior liceum. En su lugar, se implanta un sistema de solo ocho años de enseñanza primaria, lo cual reduce los años de escolarización obligatoria de 12 a 8.
Slawomir Broniarz, presidente del Sindicato de Profesores polacos, opina que la reforma es “vergonzosa” y que no tiene nada que ver con la “Polonia del siglo XXI” sino con la visión ultra católica, tradicionalista y reaccionaria que Jaroslaw Kaczinski, presidente del partido en el poder y principal ideólogo del mismo, pretende imponer en todo el país.
K.R, directora de una escuela pública de Cracovia, declara a EL ESPAÑOL que esta reforma quiere crear ciudadanos “xenófobos, racistas, nacionalistas y católicos en su peor forma, gente obediente como ovejas y sin imaginación alguna, tal y como es el señor Kaczinski”. Asimismo, Adam K., presidente de una Asociación de padres de alumnos, lamenta el rumbo impuesto por una “contrarrevolución cultural programada” que no tiene en cuenta la opinión de progenitores ni estudiantes.
El Gobierno se muestra inflexible
Las protestas que están teniendo lugar en todo el país no parece que vayan a hacer mella en la determinación de un Gobierno que ya ha demostrado su falta de flexibilidad en otros aspectos de su política. La primera ministra Beata Szydlo, considerada una mera transmisora de los mandatos de Kaczinski, ha convertido en una costumbre culpar de cualquier oposición a su programa a los “antisistema” y a los gobiernos y medios de comunicación extranjeros.
Por ejemplo, tras las críticas del presidente galo, Emmanuel Macron, a las controvertidas reformas judiciales de Varsovia, Szydlo respondió que “Francia debería ocuparse de sus muchos problemas”. Pocos días después, las revistas alineadas con el Gobierno ofrecían titulares como No nos moverán, “Francia, califato de Europa o Todas las mentiras de Walesa.
La Unión Europea advierte a Polonia
Esta vocación de mártir puede ser rentable a corto plazo en la política doméstica, pero en el escenario internacional está poniendo en serias dificultades al Ejecutivo polaco. La Unión Europea está considerando privar a Varsovia de su derecho a votar en el Parlamento Europeo en caso de que no den marcha atrás en su intento de controlar los tribunales mediante una controvertida ley que elimina de facto la división de poderes.
De llegar a producirse, sería la primera vez que la Unión tomase una medida semejante en toda su historia y pondría en entredicho la solvencia democrática de un país que hace diez años era “un ejemplo de lo mejor que la Unión Europea puede conseguir. En 2004, casi un 80% de los polacos votó a favor de la entrada de su país en la UE. A pesar de que este país es el principal beneficiario de las ayudas económicas europeas (13.000 millones de euros en 2015), hoy el Gobierno polaco ya ha aludido más de una vez a un eventual PolExit.
Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea, declaró hace unos días que “cuando hablamos de la situación en Polonia, hablamos del destino de todo el continente”. En la calle, el PiS cuenta con un apoyo desigual, a pesar de que ganó por mayoría absoluta las últimas elecciones hace dos años y medio. La escasa participación en los comicios, que apenas superó el 50%, propició la victoria del PiS y ha hecho que gran parte de la población cuestione la legitimidad moral de unas reformas sociales de tan amplio calado.
Resucitando a los fantasmas del pasado
En las áreas rurales se valoran las medidas proteccionistas y exenciones fiscales que benefician a los agricultores, y el programa “500+”, que proporciona 500 zlotys por niño (120 euros) a las familias con dos o más hijos, puede ser tachado de populista pero hace que mucha gente relacione al actual Gobierno con los valores familiares tan presentes en la sociedad polaca.
Por otro lado, el proyecto de reintroducir el entrenamiento paramilitar voluntario para estudiantes de secundaria parece traer de nuevo fantasmas de un pasado que todos creían desterrado. Polonia es uno de los pocos países de Europa que se ha negado en redondo a aceptar refugiados (“pueden provocar una crisis epidemiológica”, dijo Kaczinski) y cada vez se alinea más claramente con regímenes como el de Viktor Orban en Hungría, también enzarzado en permanentes disputas con la UE.
En el principal periódico polaco aparecía hace poco un chiste gráfico en el que los profesores se manifestaban pidiendo beneficios laborales. Desde sus pancartas, amenazaban al Gobierno con enseñar “la verdad” en vez de lo que pone en los libros de Historia. Al igual que otros diarios, ese periódico publicó poco antes una primera plana completamente negra, con el texto: “RIP, Constitución”.