Vladímir Putin, durante la celebración del acto del Día de la victoria

Vladímir Putin, durante la celebración del acto del Día de la victoria Reuters

Europa

Prigozhin amenaza a Moscú y Kadyrov le llama llorón: el Día de la Victoria más triste para Putin

El líder del Grupo Wagner asegura que se quedan en Bakhmut porque, de lo contrario, serían considerados como "traidores de la patria".

10 mayo, 2023 03:15

No había amanecido aún en la Plaza Roja de Moscú, dispuesta para acoger el desfile del Día de la Victoria -setenta y ocho años desde la rendición de la Alemania nazi al ejército soviético- y Eugeni Prigozhin ya había roto su tregua de cuarenta y ocho horas. En un vídeo grabado a las tres y media de la madrugada, el líder del Grupo Wagner amenazaba con contar "la verdad sobre el estado de la munición en el frente" y condicionaba la publicación de dicha verdad a que le llegaran los proyectiles prometidos antes de que Putin terminara su discurso.

El solo anuncio ya muestra hasta qué punto Prigozhin sigue empeñado en pisar callos en el Kremlin, pero lo más llamativo es que el exchef de Putin cuando era alcalde de San Petersburgo acabó cumpliendo su amenaza. Fue, en general, un día de frenética actividad audiovisual por parte de Prigozhin, con el único fin de destapar todas las vergüenzas del ministerio de defensa ruso y justificarse ante la opinión pública.

En primer lugar, dejó claro que, si Wagner no se iba de Bakhmut, no era -como él mismo había dicho horas antes- por ninguna promesa, sino por una amenaza directa. "Si abandonáis vuestras posiciones, seréis considerados traidores a la patria", dijo Prigozhin que le habían anunciado por escrito las altas esferas. A continuación, acusó a una de las unidades del ejército regular ruso de abandonar terrenos en Bakhmut que a Wagner le había costado medio millar de muertos controlar e incidió en que desde el Ministerio de Defensa ruso se estaba haciendo "todo lo posible porque el frente se venga abajo".

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No le bastó a Prigozhin con culpar de todo, de nuevo, al "jefe de las fuerzas armadas" (Valeri Gerasimov), sino que, ya por la tarde, empezó a colgar vídeos en Krasnoye, provincia de Belgorod, rodeado de ciudadanos que le gritaban: "Eugeni Viktorovich, solo tú puedes salvarnos" mientras vitoreaban sus alocuciones, más propias de un aspirante a líder supremo que de un subordinado.

Grave crisis interna

¿Cuál ha sido la reacción del Kremlin a estos nuevos ataques? De momento, ninguna. Para cuando uno se entera de la reacción del Kremlin, el coche ya ha explotado o el polonio ya está en las venas. Ahora bien, el problema es enorme para Rusia tanto en clave externa como en clave interna. En lo que respecta a la guerra, ¿cómo se calma el malestar del hombre que dirige a las mejores y más preparadas tropas del frente, las únicas que han conseguido avanzar en algún frente, aunque sea, como diría Martín Tuitero, farola a farola? ¿Cómo se prepara la transición para que alguien más dócil cumpla las órdenes sin rechistar y sin montar estos números?

Rusia no tiene hombres preparados para aguantar el frente de Bakhmut. Puede que Prigozhin exagere a la hora de atribuirse méritos, pero sería raro que dijera públicamente que la 72ª brigada de infantería y los mercenarios del ejército privado de Gazprom han huido de sus posiciones si esto no fuera comprobable. Gerasimov, Shoigú y Putin tienen que apartar a este hombre de todo puesto de responsabilidad por una cuestión de insubordinación… pero a la vez no tienen a quién poner en su lugar. 

En términos políticos, el reto de Prigozhin es mayúsculo. Aunque se cuide de nombrar a Putin en sus críticas, ¿hasta qué punto puede quedar fuera un presidente autócrata de las acusaciones de alta traición a su propio ministro -e íntimo amigo- y al jefe de sus fuerzas armadas, nombrado por él mismo? ¿Puede tolerar Putin que una figura carismática y valorada como Prigozhin ponga en duda constantemente a su gobierno y le acuse repetidamente de traición? ¿Qué pretende Prigozhin llevando sus quejas a territorio ruso y alentando a las masas? ¿Cómo se lucha contra alguien que tiene su propio ejército, un ejército que solo le debe lealtad a él? En definitiva, ¿hasta qué punto se va acercando Rusia al abismo de la guerra civil?

Kadyrov al rescate

De momento, el único que ha reaccionado públicamente a tal chorreo de acusaciones ha sido Ramzan Kadyrov, el líder checheno. Después de ofrecerse varias veces para sustituir a Prigozhin y a su Grupo Wagner en Bakhmut -un ofrecimiento estrambótico, pues las milicias chechenas no pueden ni por asomo compararse con una organización militar curtida en mil conflictos por toda África -, Kadyrov decidió grabar su propio vídeo para atacar a Prigozhin, afearle sus críticas y reiterar que están preparados "por si a alguno le vuelve a dar un ataque de nervios".

Kadyrov, que no da puntada sin hilo a la hora de ganar puntos en el Kremlin, dijo sentirse decepcionado por "el intento de algunos de atacar al presidente Putin, por quien deberíamos dar la vida", hurgando en la herida abierta. Aparte, insinuó que Prigozhin era un cobarde y le conminó a dar explicaciones al pueblo, que sin duda se las acabaría pidiendo tarde o temprano. El enfrentamiento a múltiples bandas es definitivo e incomprensible en un país que pretende invadir a su vecino. Por muy tocado que esté el ejército ucraniano -que probablemente lo esté, aunque Estados Unidos acaba de anunciar un nuevo y valioso paquete de ayudas- es difícil pensar que no pueda sacar partido del caos absoluto que reina al otro lado de la frontera. 

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En medio de todo esto, queda, por supuesto, Vladimir Vladimirovich Putin. Queda solo, en un estrado, lanzando paranoias para satisfacer a la propaganda en el citado Día de la Victoria mientras frente a él desfila un solo tanque porque, obviamente, no hay más. Están todos en Ucrania y alrededores. No faltará quien le considere la mente maestra detrás de toda esta agitación. Un estratega genial que estaría enfrentando a sus subordinados para aumentar su poder. 

Pueden estar en lo cierto, pero, a sus 70 años, alejado por completo de la realidad y tras una vida entera de intrigas y conspiraciones, Putin parece cansado. Como poco. Nadie se había atrevido a tanto contra su régimen y el fuego amigo es el que más daño hace. El zar no puede permitir que nadie se le suba a las barbas so pena de dejar de ser el zar. Él lo sabe, como lo sabe su entorno. Es de esperar que, en próximos capítulos de este vodevil televisado, actúe en consecuencia.