Vladímir Putin y Yevgueni Prigozhin

Vladímir Putin y Yevgueni Prigozhin

Europa

La reunión de Putin con Prigozhin: mejor tener al Grupo Wagner cerca que marginado en Bielorrusia

El gesto del líder ruso hacia el jefe de los mercenarios casi parece una invitación a que otros grupos se amotinen.

11 julio, 2023 03:35

Eugeni Prigozhin y treinta y cinco oficiales del Grupo Wagner se reunieron en el Kremlin con Vladimir Putin el pasado jueves 29 de junio, es decir, apenas cinco días después del intento de golpe de Estado en forma de marcha armada sobre Moscú. Putin, que había calificado la maniobra de Prigozhin en una alocución televisada como "puñalada en la espalda del pueblo ruso" y había comparado la situación con la caída del zar en 1917, no solo aceptó reunirse con el "traidor", al que todos ubicaban en Bielorrusia, sino que le habría ofrecido nuevos proyectos militares a cambio de su lealtad absoluta.

Parecería el delirio de un cronista iluminado, pero es la versión del propio Kremlin, explicada por boca de su portavoz, Dimitri Peskov. A Putin se le rebela un ejército privado, deja que dicho ejército tome Rostov, que avance hasta doscientos kilómetros de Moscú y, cinco días después, recibe a sus líderes para, en palabras de Peskov "hacer una valoración de su comportamiento durante la guerra y el motín y proponerles nuevos combates y trabajos". Nada de Lukashenko, nada de marcharse todos a Bielorrusia, nada del supuesto acuerdo que habría parado el golpe de Estado en el último momento.

Es habitual que Moscú cambie sus versiones oficiales de los hechos, es decir, es habitual que Moscú mienta. Lo que sorprende en este caso es la velocidad con la que ha llegado ese cambio y lo drástico que es el giro. Con esta reunión, queda claro que el famoso acuerdo con Lukashenko no fue sino una cortina de humo. Lo más probable, de hecho, es que Prigozhin no haya puesto un pie en Bielorrusia desde el sábado 24 de junio, por mucho que se asegurara lo contrario.

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Si Wagner paró en su avance a Moscú no fue por ninguna llamada de última hora desde Minsk y desde luego sus actos no están mereciendo castigo alguno. ¿Le interesaría a Lukashenko tener a su lado a Prigozhin y sus paramilitares? Es muy improbable. ¿Puede que haya cedido algunos de sus campamentos militares, la mayoría de la época soviética, para que Wagner se reagrupe a la espera de novedades? Eso ya sí que es posible, pero sin necesidad de ir más lejos. De hecho, si Lukashenko sabe lo que le conviene, ya se habrá dado cuenta de que apoyarse en un tipo tan poco fiable no suele llevar a nada bueno.

Un caos con pocas certezas

La sensación, de nuevo, es de caos absoluto. Cada noticia oficial contradice a la anterior. Lukashenko dice que Prigozhin está en Bielorrusia, pero a las dos semanas rectifica y le ubica en San Petersburgo. El ministerio de defensa asegura que se está intentando absorber la organización militar y tecnológica de Wagner -se ha insistido varias veces en las redadas del FSB a su sede central- y ahora, Peskov insinúa que seguirán siendo una estructura aparte con posibilidad de ser contratada por Rusia cuando esta vuelva a necesitarlo.

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Sinceramente, es imposible saber lo que está pasando ahí. La muestra de debilidad de Putin es enorme y difícil de comprender. Parece que esté animando a cualquiera a intentar derrocarle, ya que las consecuencias son nulas. Recordemos que, tras manifestarse contra el golpe de Estado, Wagner incluyó a Putin entre sus objetivos, declarando que, si el presidente no entendía lo que estaba pasando, era momento de cambiar de presidente. Por mucho que Rusia intente pasar por alto o dulcificar lo que pasó durante aquellas veinticuatro horas, ahí están las hemerotecas para sacar los colores a unos y a otros.

La reunión invita a pensar que esa fue la promesa que hizo que Prigozhin diera media vuelta. La posibilidad de hablar en primera persona con Putin y rodeado de sus oficiales le haría sentirse por un momento como el rey del mundo, sin necesidad de ir más allá y llevar las cosas al extremo. Otra cosa es lo que se hablara ahí, cosa que Peskov asegura desconocer, aunque fuera una reunión en el Kremlin con el presidente de Rusia y haya sido el propio gobierno el que ha decidido hacerla pública dos semanas después. Si Prigozhin pidió las cabezas de Gerasimov y Shoigú una vez más, está claro que Putin no se las ha concedido. Este fin de semana, se especuló mucho con la destitución de Gerasimov, pero la noticia fue negada por Rusia, que emitió un oportuno vídeo del jefe de las fuerzas armadas al mando de unas operaciones.

Surovikin paga los platos rotos

Con tantas dudas sobre el pasado y el presente, es muy difícil imaginar el futuro. Se dice que lo único que quiere Prigozhin es mantener sus negocios en África y que para ello necesita una estructura propia que no dependa de su gran enemigo Shoigú. Ahora bien, para ese viaje no hacían falta estas alforjas. Aunque el Ministerio de Defensa estuviera empeñado en absorber a Wagner -y a los demás grupos paramilitares que combaten ahora mismo en favor de Rusia- el pasado 1 de julio, queda clarísimo visto lo visto que Prigozhin podría haberse negado y no habría pasado nada. Su poder parece absoluto.

Al final, se diría que el único que está pagando por desafiar a Putin es el propio ejército ruso. Mientras, Prigozhin y los suyos no solo se pasean tranquilamente por San Petersburgo y Moscú, sino que se reúnen con el presidente e intercambian pareceres y planes de futuro, el 'General Armagedón', Sergei Surovikin, sigue en paradero desconocido, presuntamente detenido por su colaboración con Prigozhin. Desde el propio 24 de junio, cuando salió en un vídeo pidiendo el fin de la marcha sobre Moscú, no se le ha vuelto a ver por ningún lado. Incluso su familia tuvo que reconocer que se perdió el cumpleaños de su mujer y que no saben dónde está.

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De confirmarse su detención y posible enjuiciamiento, habrá que ver cómo reaccionan los demás generales de las fuerzas armadas rusas, que se han tenido que callar ante la arbitraria decisión de Putin de invadir Ucrania, han recibido toda parte de críticas por parte del propio Prigozhin y ahora se encuentran con que uno de los suyos va a pagar los platos rotos de las acciones de su máximo enemigo.

Rusia ha entrado en un camino de implosión que no es fácil saber cuánto va a durar ni qué consecuencias tendrá. Cómo estará la cosa para que la OTAN, por fin, se esté pensando incluir a Ucrania como país miembro tras años y años de rechazos. Como estará la cosa para que Erdogan desafíe a su amigo Putin y entregue a varios excombatientes del Batallón Azov a Kiev. Si además levanta el veto a Suecia, histórico enemigo de Rusia, para su entrada en la Alianza Atlántica, estaríamos verdaderamente ante el final de una era.