Los 'novatos' de Ucrania en el frente: voluntarios sin experiencia previa a la guerra relevan a los caídos
Antes de la invasión rusa trabajaban como agricultores, abogados o maestros; hoy combaten en las trincheras por la supervivencia de su país.
8 enero, 2024 02:51"En cuanto acabe la guerra volveré a casa para seguir trabajando en la introducción de nuevos cultivos, es mi pasión", explica Volodímir, el comandante de una posición de artillería desplegada muy cerca de Bakhmut. Se alistó de manera voluntaria hace menos de un año, pero en tiempos de guerra se asciende muy deprisa. También se puede morir muy rápido, y es necesario sustituir las bajas que se producen en el frente de combate.
"Empecé como cargador, y he ascendido hasta comandante; pero no es una cuestión de tiempo... ha sido por el empeño, por el deseo de defender mi país", se justifica. Recibió una formación inicial que duró mes y medio, y después lo enviaron al frente. No es una excepción: ninguno de los cuatro hombres de esta posición había sostenido un arma en sus manos antes de que Rusia comenzara la invasión de Ucrania, y hoy están en una posición de combate muy cercana de las líneas enemigas.
"Cuando empezó la invasión, seguí trabajando en lo mío (agricultor) durante un año porque no era un trabajo que pudiera abandonar de la noche a la mañana, y también era necesario que se continuaran cultivando los campos en ese momento. Pero tenía ganas de unirme al Ejército desde el principio", relata Volodímir.
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"Todos mis amigos estaban en el frente, amigos de la infancia, y yo llevaba tiempo preguntándome qué estaba haciendo en casa", continúa. El día que acudió a la oficina de reclutamiento empezó como otro día cualquiera, pero puso las noticias y vio (una vez más) la destrucción que la guerra estaba provocando en su país. En ese instante decidió dejar de posponerlo, y se alistó.
Sus hombres relatan historias parecidas; el que más experiencia militar tiene acumula un año y medio, y el que menos tan sólo tres meses. Entre los cuatro manejan un cañón D-44 de diseño soviético (que parece sacado de una foto de la Segunda Guerra Mundial) con el que responden a los continuos ataques de la artillería rusa, que no da tregua en el frente de Bakhmut desde hace semanas.
"Mi trabajo consiste en mantener el contacto con nuestros líderes, señalar las coordenadas del objetivo y supervisar a los muchachos cuando apuntan y disparan", resume Volodímir con seguridad, adoptando una pose que le hace aparentar algo más de los 29 años que en realidad tiene. "Mis padres se preocuparon al principio… bueno, son padres; pero ahora están orgullosos de que esté defendiendo mi país", concluye.
Un máster en guerra
Yuri, el comandante de arma que trabaja a las órdenes de Volodímir, también se alistó hace un año. Estaba exento de ir a combatir por ley, ya que es padre de tres hijos pequeños, pero se alistó igualmente. "Precisamente por ellos, por defender su futuro", aclara bajo la mirada de respeto de sus compañeros. Estamos dentro de la trinchera, esperando la orden de disparar el D-44, y se escucha cómo impactan los proyectiles cada vez más cerca. Pero nadie pierde la calma y seguimos con la conversación.
"Supongo que dejar a tu familia voluntariamente para ir a combatir en el frente, donde sabes que puedes morir, es una decisión difícil de tomar. ¿Cómo se sobrelleva algo así?", le pregunto. "Todos los soldados tienen su historia, pero debemos anteponer el trabajo militar y estar concentrados en esto, porque si tus pensamientos están en casa todo el tiempo puedes acabar muy mal", sentencia Yuri.
Hace un año, al recorrer las posiciones de este mismo frente de combate, la radiografía del Ejército ucraniano era diferente: lo más frecuente era que en cada posición de artillería hubiera al menos dos soldados profesionales (formados en academias durante varios años) y junto a ellos los voluntarios que se habían alistado después de la invasión.
Los soldados profesionales eran los que ostentaban los cargos de comandante de posición y comandante de arma, y los voluntarios trabajaban como cargadores, conductores o mecánicos. En muchas ocasiones, los comandantes eran mucho más jóvenes que los soldados voluntarios a los que ordenaban lo que tenían que hacer, pero esa experiencia y su formación militar les confería el respeto y la confianza necesarias por parte de sus hombres.
Hoy, en cambio, son muchas las posiciones que están integradas al completo por hombres que no han pasado por una academia militar, hombres como Volodímir o Yuri (que trabajaba en una residencia de ancianos antes de reclutarse voluntariamente). Ucranianos que esperan a que acabe la guerra para "volver a su vida", como civiles, que es lo parecen en la mayoría de las ocasiones aunque vistan un uniforme mimetizado.
Movilizaciones forzosas
Cuando comenzó la invasión Rusa, Ucrania decretó una ley marcial en la que prohibía salir del país a todos los varones entre 18 y 60 años. Por eso el éxodo de refugiados que tuvo lugar durante las primeras semanas de la guerra tenía rostro de mujer. Millones de mujeres, acarreando niños, que llegaban hasta las fronteras de Ucrania en tren, en autobús o incluso andando.
Los padres, los hermanos y los hijos mayores de edad no podían salir del país. Sin embargo, han sido decenas de miles los hombres que han huido y han conseguido cruzar las fronteras en estos meses. Muchos de ellos lo han hecho ofreciendo sobornos para conseguir documentos falsos (alimentando el problema de corrupción que Ucrania arrastra desde la época soviética), y otros acogiéndose a las excepciones por problemas de salud o para seguir cursando estudios en el extranjero.
No eran demasiados comparados con el número de hombres y mujeres que, por el contrario, se alistaban de forma voluntaria. Tras la contraofensiva del otoño de 2022 (cuando Ucrania recuperó un tercio del territorio ocupado por Rusia), el repunte de entusiastas que querían unirse a las Fuerzas Armadas hizo que hubiera incluso lista de espera en algunas brigadas, donde no tenían capacidad para absorber a más reclutas.
Por aquel entonces, (mientras Rusia llevaba a cabo una movilización forzosa de hombres para seguir alimentando la guerra en Ucrania) parecía que el Gobierno de Zelenski nunca tendría que plantearse esta medida. Un año después, era el propio presidente el que anunciaba (en la multitudinaria rueda de prensa que ofreció la víspera de Navidad) que el Ejército le había pedido movilizar a nada menos que 500.000 hombres a lo largo del 2024.
El fantasma de una movilización forzosa ronda los hogares ucranianos desde entonces, y ha puesto en vilo también a todos esos hombres que huyeron al extranjero, porque el Gobierno estudia la manera de hacerles regresar. Barajan desde enviar los documentos de reclutamiento por correo electrónico, hasta negarles cualquier servicio consular en los países de acogida.
Se han anunciado también medidas como la bajada en la edad de reclutamiento, que pasa de los 27 a los 25 años, y el aumento de sanciones para los que intenten evadir sus obligaciones militares al amparo de la ley marcial.
Inestabilidad social
Si finalmente se lleva a cabo la temida movilización forzosa, la popularidad de Volodímir Zelenski (que aún mantiene la confianza de una amplia mayoría social) podría caer en picado, y las consecuencias de algo así son inciertas. Hasta la fecha, la unidad del pueblo ucraniano ha sido una de las armas que han esgrimido frente a los invasores rusos.
De momento, el mandatario dice necesitar "más argumentos" para hacerlo, pero la realidad es que Ucrania habría perdido más de 150.000 efectivos (entre muertos y heridos) durante el primer año y medio de guerra, según estimaciones de varios think thanks occidentales, y otros tantos necesitan ser relevados después de dos años seguidos en el frente.
Ya no se trata solamente de que haya posiciones de combate formadas por voluntarios sin experiencia militar previa, se trata de que hacen falta más hombres. Con o sin ganas de combatir. Y el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Valery Zaluzhni, lo ha dejado claro en sus últimas intervenciones públicas.
Además de las armas occidentales, la fuerza de la voluntad y el sacrificio de los hombres que van de manera voluntaria al frente de combate ha sido la clave de la resistencia de Ucrania. Un país que entregó sus armas nucleares en 1991 y que prácticamente desmanteló su Ejército durante las décadas siguientes.
En las trincheras, entre el hielo, las temperaturas bajo cero y los duelos de artillería, estos voluntarios no esconden el cansancio que provoca 22 meses de guerra (tanto físico como mental), pero ni uno sólo de ellos está dispuesto a entregar a su país y a su familia a las tropas rusas.