Tres mujeres se manifiestan contra la ultraderecha de Agrupación Nacional en la plaza de la República de París.

Tres mujeres se manifiestan contra la ultraderecha de Agrupación Nacional en la plaza de la República de París. Reuters

Europa

¿Cómo es posible que haya tanto 'facha' en Francia? Desciframos el éxito de la ultraderecha de Le Pen

Una mayoría de electores de la Agrupación Nacional concuerda con sus valores y propuestas y, aunque existe, el voto de protesta es secundario.

6 julio, 2024 02:17

¿Cómo es posible que más de diez milllones de franceses voten a la extrema derecha? Muchos españoles no paran de preguntárselo desde el domingo 30 de junio, tras conocer los resultados de la primera vuelta de las legislativas. ¿Cómo es posible que haya tanto facha en Francia? Es otra forma de expresar la misma sorpresa.

A mí no me ha extrañado la cifra. Al fin y al cabo, Marine Le Pen recogió 10,6 millones de votos en la segunda vuelta de las presidenciales de 2017 en las que irrumpió Emmanuel Macron (20,7 millones de votos). Cinco años después, en las presidenciales de 2022, el capital político del actual presidente de la república había menguado hasta los 18,7 milllones y el de Le Pen crecido hasta los 13,3 millones de sufragios.

Dejo al filósofo Luc Ferry, exministro de Educación durante la presidencia de Jacques Chirac, responder a la segunda pregunta: “Si los resultados de Marine Le Pen mejoran de elección en elección no es porque los franceses sean cada vez más fascistas, sino porque ella se hace cargo de los problemas que la élite no aborda: la islamización de las barriadas, la inmigración, la seguridad y la delincuencia”.

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Ferry escribió eso en su columna de Le Figaro titulada ‘Moralina’ en la que criticaba el programa presidencial de Le Pen por “demagógico” pero añadía: “De ahí a a hablar de extrema derecha, incluso de fascismo, hay un abismo”.

El autor ironizaba sobre la sobrerreacción ‘antifascista’: “Detrás del combate de las élites contra Le Pen, la moralina no sólo se disfraza de un heroísmo de pacotilla, que permite ocultar los problemas de esa Francia periférica que el centrismo no quiere ver ni escuchar (…) A fuerza de despreciar a sus electores, de encerrarlos en su resentimiento y su ira en nombre de un Bien del que el centro y la izquierda tendrían el monopolio, dudo mucho que no se haga otra cosa que preparar su próxima victoria”.

Es lo que vienen a demostrar empíricamente los estudios de opinión más serios: en primer lugar, el voto a la Agrupación Nacional (RN) no es ya un voto de protesta. O no sólo. “En la extrema derecha está siempre presente el voto del descontento, pero este motor se ha convertido en secundario” decía hace diez días, Brice Teinturier, director general de Ipsos.

Este instituto había hecho una encuesta que iba mucho más allá del clásico sondeo electoral con un universo de 11.820 personas. Por ejemplo habían preguntado a los electores de la lista europea de RN las tres razones que habían decidido su voto. Eran estas: adhesión a los valores e ideas que defiende la RN (56%), apoyar a Jordan Bardella (46%) y voluntad de castigar al poder y a otros partidos políticos (42%). Es decir, voto de protesta también, pero no sólo.

Preguntados por los tres temas que habían influido en su decisión de votar a RN, las respuestas eran, por orden decreciente: el poder adquisitivo (54%), la inmigración (40%), la seguridad de bienes y personas (26%), el lugar de Francia en Europa y en el mundo (24%), la sanidad (24%), el medio ambiente (23%) y las desigualdades sociales (19%).

Cuando se hizo el trabajo de campo de ese sondeo, entre el 21 y el 24 de junio —es decir, hace dos semanas de esta segunda vuelta llamada a hacer historia—, sólo los votantes de Le Pen y Bardella habían acogido la disolución anticipada de la Asamblea Nacional con sentimientos positivos (63%) que se desglosaban entre la esperanza (45%), el alivio (12%) e incluso la alegría (6%). El resto de familias políticas habían recibido la decisión de Macron con sentimientos mayoritariamente negativos: incomprensión, miedo y enfado.

Marine Le Pen y el presidente de Agrupación Nacional, Jordan Bardella.

Marine Le Pen y el presidente de Agrupación Nacional, Jordan Bardella. Reuters

La gran participación del 30 de junio (casi un 69%, la mayor desde 1997) no alteró sustancialmente el nivel de voto a RN en las europeas cuando se abstuvo la mitad de los franceses: 31,4% en las europeas frente al 33,2% de las legislativas. Esto quiere decir que si los llamamientos a frenar a la extrema derecha llevaron a mucha gente a las urnas, RN fue capaz de movilizar a tantos o más votantes suyos.

Ambas dinámicas se ven refrendadas por la moral de victoria que impera entre los seguidores de Marine Le Pen, el 95% de sus votantes está seguro de su triunfo, el 50% por mayoría absoluta. A tres días de esta segunda vuelta de las legislativas, el 50% del electorado “desea” la victoria por mayoría absoluta de RN, según otro sondeo, de IFOP para el canal de televisión LCI. Hasta un 47% predecía que la iba a obtener.

Esta elección inesperada ha supuesto para el votante de extrema derecha la perspectiva de que los suyos podrían no tener que esperar a las presidenciales de 2027 para tocar poder.

Porque para esa cita hay dos certezas: Macron no podrá ser candidato por la limitación constitucional a “dos mandatos consecutivos”. Y Marine Le Pen es la favorita. En todas las hipótesis de candidatos de derecha e izquierda para la primera vuelta, la líder de la extrema derecha gana con amplios márgenes. Y para la segunda también. Claro que ninguna de estas encuestas tenían en cuenta la opción de que la extrema derecha podría alcanzar el poder ejecutivo desde el verano de 2024.

Los últimos cuatro sondeos, realizados tras el desistimiento de decenas de candidatos de la izquierda y el centro, parecen haber logrado alejar a la extrema derecha de la mayoría absoluta, 289 escaños. Eso sí, en todas, RN sería el partido más votado con un grupo parlamentario de entre 190 y 250 diputados.

En cualquier caso, es evidente que a Macron no le ha salido la disolución como esperaba. Pero tampoco es creíble que no fuera consciente de los riesgos que corría. De ahí la frase que se le atribuye, dicha el 9J ante los estupefactos dirigentes de su mayoría: “Si perdemos, prefiero darle las llaves de Matignon al RN en 2024 que las del Elíseo a Marine Le Pen en 2027”.

Usted puede pensar que 2027 está muy lejos. Y lo está. Pero no deja de ser interesante la mirada de los franceses desde el presente. El último barómetro Ipsos para La Tribune, publicado en junio, es significativo: sólo el ex primer ministro Édouard Philippe (36%) supera a los líderes de la extrema derecha Jordan Bardella (33%) y Marine Le Pen (31%) en buena acogida. Cierto que estos dos últimos concitan también fuerte rechazo (Bardella, 50%, Le Pen, 53%).

Pero nada comparable con la animadversión que provoca el líder de la extrema izquierda, Jean Luc Mélenchon, (16% opiniones positivas y 69% negativas). Esta percepción negativa sobre el líder de los insumisos se extiende al partido La France Insoumise, visto como menos cercano a la gente (25%) que RN (43%), según el sondeo citado de IFOP para LCI. Igualmente, los encuestados consideran a la extrema izquierda menos comprometida con los valores democráticos (24%) que a la extrema derecha (40%).

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Es más que probable que la contienda electoral esté exacerbando el rechazo de todos los líderes políticos. Pero, si hay alguien con el que los franceses están ahora enfadados es con el presidente la república. En junio, tanto el barómetro Odoxa para la prensa regional como el de Ifop para LCI constatan el hundimiento de la popularidad de Macron. En ambos sondeos sólo del 26 al 27% de los encuestados opinan que es “un buen presidente”.

Está claro que la ciudadanía no ha apreciado la disolución anticipada. Porque, por debajo del 30%, Macron sólo había estado en dos ocasiones desde que llegó al Elíseo: en abril del 2023 (26%) tras el aumento de la edad de la jubilación a 64 años y en diciembre de 2018, en el momento álgido de la crisis de los chalecos amarillos cuando tocó suelo en el 23%.

¿Recuerdan aquel movimiento de protesta suscitado por el aumento de la tasa del gasoil? Fue la revuelta de la Francia de las rotondas, de esa Francia periférica, compuesta por las áreas satélites de las grandes metrópolis y por las ciudades pequeñas y poco dinámicas. La Francia del diésel. La revuelta fue el movimiento social más importante desde el histórico mayo de 1968. Contó con el apoyo de Le Pen y Mélenchon.

La geografía de la protesta de los chalecos amarillos coincide con el predominio electoral del RN, al que deben añadirse los dos feudos tradicionales del arco mediterráneo que acogió a los retornados de Argelia. Y el norte, fronterizo con Bélgica, antaño zonas mineras (y comunistas) y hoy feudo de RN. Allí está la circunscripción por la que ha sido reelegida diputada Le Pen en la primera vuelta.

Y la razón por la que Le Pen lleva en su programa, como la izquierda, la jubilación a los 60 años. Otra cosa es que si Bardella consigue ser primer ministro se vaya a llevar a cabo. De momento han afirmado que no. Que las cuentas públicas no dan, de momento, dicen, para volver a bajar la edad de la jubilación a los 60.

He aquí dos detalles importantes sobre la actitud de la extrema derecha francesa. Uno, su virginidad política. Como no han gobernado nunca, nadie les puede reprochar incumplimientos programáticos. Y dos, su carácter populista y poco ideologizado. Le Pen carece de ataduras ideológicas: está a favor del aborto y rivaliza con la izquierda en propuestas sociales.

Digamos que Le Pen (y Bardella, que es la cara nueva) no tienen problema alguno en asumir como propias políticas que gustan a la ciudadanía. Así, están a favor de la energía nuclear, como la opinión francesa, en general, lo está. Como los molinos de viento suscitan en Francia una creciente oposición del mundo rural, la RN está en contra.

El mundo rural es conquista reciente de la extrema derecha que se mimetiza fácilmente en las protestas agrarias contra Bruselas… y que se identifica con esa idea de Europa con fronteras que es, grosso modo, lo que defienden ahora. Tras el brexit, no hay político europeo capaz de apoyar la salida de su país de la Unión Europea. Le Pen también abandonó su oposición al euro tras su desastroso debate presidencial de 2017.

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Surfeando sobre la ronca oposición a las vacunas, el verdadero tema de la extrema derecha francesa es la emigración y, unido a ello, la lucha contra la delincuencia. No se me pongan estupendos, que en Francia hasta Macron une ambos temas (y el terrorismo). La inseguridad ciudadana es uno de los males más graves de Francia, el país de la UE con mayor número de homicidios (948 en 2022) cifra que supera en números absolutos a Alemania (719) pese a la diferencia de población (83 millones frente a 67) y que triplica las de España (unos 300 homicidios anuales), según Eurostat.

Otro indicador inquietante es el de “golpes y heridas voluntarias” que supuso 353.600 denuncias en 2022. Macron se percató tarde del problemón que suponen esas barriadas periféricas donde la autoridad de las bandas de la droga sólo es discutida por el imán. Y no siempre. Cualquier protesta (como los chalecos amarillos) o cualquier exceso policial (como la muerte de Nahel ahora hace un año) es parasitado por las bandas de casseurs que aprovechan para romper y robar.

Es evidente que la extrema derecha nutre su programa de medidas seguramente ineficaces y demagógicas que además tienen un tufillo racista. Pero también que la situación se pudre desde hace mucho años entre el buenismo de la izquierda y los titubeos de la derecha, Macron incluido. Por ejemplo, Francia no consigue expulsar más que el 10% de los inmigrantes obligados a abandonar su territorio…

Francia es país donde nació la superchería del gran reemplazo que sostiene que la población europea, blanca y cristiana está amenazada de extinción por culpa de la inmigración musulmana procedente de África. El 61% de los franceses creen que el fenómeno está ya en marcha. Entre los que votan a RN, la cifra sube al 92%.

Por todas esas razones (y sinrazones), la extrema derecha está a las puertas del poder en Francia. Así que, por una vez, voy a darle la razón a Mélenchon, que sostenía que los votantes de Le Pen eran, en gran parte ciudadanos “cabreados pero no fachas” (fâchés mais pas fachos). Por eso, no tengo claro yo que las renuncias de los candidatos de la izquierda y del centro en las triangulares vayan a impedir la victoria de RN. Eso sí, parece que la mayoría absoluta no está al alcance de Le Pen y Bardella.