Militares ucranianos reparan un vehículo de combate en primera línea cerca de la ciudad de Chasiv Yar.

Militares ucranianos reparan un vehículo de combate en primera línea cerca de la ciudad de Chasiv Yar. Reuters

Europa

Zelenski no avisó a Biden de su ofensiva en Kursk por miedo a que se filtrara a la prensa y a Rusia

Ante el empeño del Pentágono por dirigir la guerra, Ucrania decidió optar en Kursk por los hechos consumados. El resultado ha sido un éxito inesperado.

21 agosto, 2024 02:36

Este lunes, Volodimir Zelenski confirmó ante la prensa que la ofensiva de Kursk no había sido consultada con ninguno de sus aliados. “Hace apenas unos meses, si muchos hubieran escuchado que preparábamos una operación así, habrían dicho que no era realista y que cruzaba la línea más roja de todas las líneas rojas marcadas por Rusia”, afirmó el presidente ucraniano. Respondía así a la perplejidad mostrada por el Pentágono ante el exitoso ataque sobre territorio ruso.

Hace tiempo que Ucrania se queja del excesivo intervencionismo de la administración Biden en sus tácticas de batalla y de la saña con la que se critica cualquier decisión que no siga los planes de la Casa Blanca. Unas críticas que rara vez llegan en primera persona por parte de los dirigentes estadounidenses, sino a través de sus medios afines, entre los que fuentes del gobierno de Kiev citan al Washington Post y al New York Times.

Ya el diario The Economist había publicado la semana pasada un largo artículo en el que narraba la génesis de la operación y en el que se citaba a una fuente próxima al jefe de las fuerzas armadas:  “A Syrskyi ya le habían echado atrás dos operaciones desde Occidente. Una se filtró a los rusos y, en otra ocasión, se nos ordenó abortar la misión”. Siguiendo el ejemplo israelí, que ha demostrado un nulo aprecio por los consejos de Blinken y Biden y aun así ha seguido recibiendo todo tipo de apoyo, Ucrania decidió seguir su propio camino.

“Necesitábamos llevar a cabo la operación antes de que los rusos se enteraran”, se afirma en The Economist, una nueva muestra de la desconfianza entre ambas administraciones. Al optar por la vía de los hechos consumados, Ucrania no solo ha conseguido pillar con el pie cambiado a Putin, sino a buena parte de Occidente: razón, tal vez, por la cual la ofensiva apenas se ha publicitado y se sigue viendo con cierto recelo. De hecho, el propio artículo de The Economist era muy crítico con la decisión, que calificaba de “desesperada” en medio de “una situación desesperada” para Ucrania.

El recuerdo de Bakhmut

No es ni mucho menos la primera vez que se produce un desencuentro así entre Ucrania y sus aliados. Puede resultar lógico que, tras la enorme cantidad de dinero y armas que Occidente ha cedido a Kiev, se quiera intervenir en los distintos procesos de toma de decisiones. Ahora bien, la guerra es en Ucrania, la libran los ucranianos, y son ellos los que se juegan su vida y su libertad. Explicarles como si fueran tontos lo que hay que hacer resulta, como mínimo, paternalista… o desde luego así debió de parecérselo a Syrskyi y Zelenski.

Dentro de lo que es una alianza firme contra un enemigo común que se ha saltado el derecho internacional, Zelenski y el Pentágono llevan discutiendo casi desde el primer día… o incluso antes. Estados Unidos avisó insistentemente de la inminencia de un ataque ruso en varias direcciones, pero Kiev no quiso hacer caso. Su idea seguía siendo una ofensiva limitada al Donbás y en ningún caso un ataque a la capital, combinado con la penetración de fuerzas desde Crimea hasta la altura del río Dniéper.

Un tanque ucraniano por una calle en la ciudad de Bakhmut, en enero de 2023.

Un tanque ucraniano por una calle en la ciudad de Bakhmut, en enero de 2023. Efe

Zelenski reconoció pronto su error destituyendo a los responsables de la defensa territorial en las provincias ocupadas y acusándolos de traición. Los éxitos en las operaciones de verano de 2022 en Jersón y Járkov -esta última, comandada por el propio Syrskyi- llevaron a distintas concepciones de lo que debería ser la guerra a partir de ese momento y, a su vez, provocó nuevos enfrentamientos. En el Pentágono nunca se entendió que Syrskyi se empeñara en defender Bakhmut y gastara tantos hombres y recursos militares durante el cerco a la ciudad. Aparte, a los generales estadounidenses se les llevaban los demonios cuando veían ataques a larga distancia sobre Crimea o Rostov, para dañar las vías de comunicación y la propia infraestructura militar rusa.

Las filtraciones peligrosas

Washington quería otra guerra. Quería una guerra que pudiera venderse ante su propia ciudadanía, consciente de que, tarde o temprano, esta se cansaría de apoyar a Ucrania y de que los lazos del Partido Republicano con el propio Putin podrían hacer el resto. La idea de la famosa “contraofensiva” del verano de 2023 no fue de Washington, pero Washington la publicitó de tal manera que casi la condenó al fracaso antes de su puesta en acción.

A través de la prensa estadounidense, se filtró cada punto de ataque, cada maniobra futura, cada operación planeada. Los rusos, obviamente, fueron los primeros en enterarse. Primero, porque los servicios de espionaje están para algo y si algo se le da bien a Rusia es espiar. Segundo, porque si la información estaba en el New York Times, ¿cómo no lanzarse a proteger Tokmak, Vasilivka o el cruce del río Dniéper a la altura de la ciudad de Jersón?

Ucrania no tenía superioridad numérica y no tenía una fuerza aérea que apoyara su ofensiva. Aun así, se lanzaron ante la insistencia de Washington y la necesidad de demostrar a los rusos que aún podían cambiar el sentido de la guerra. El resultado fue un avance menor, con demasiado gasto humano y militar de por medio. Allá donde iban las tropas ucranianas, se encontraban todo tipo de defensas. La llamada “Línea Surovikin” parecía ir adaptándose para responder a las intenciones del general Zaluzhnyi, por entonces al mando de las operaciones. 

Conseguir lo poco que se consiguió tuvo un enorme mérito que ni Estados Unidos ni Occidente quisieron nunca reconocerle a Kiev. Ellos querían ver a Napoleón entrando a caballo en Crimea con banda sonora de John Williams, pero eso, sencillamente, no era posible.

El puñetazo sobre la mesa de Zelenski

Una vez que el Pentágono pidió la cabeza de Syrskyi por su continuo desacato, Zelenski lo tuvo claro: le puso al frente del ejército en lugar de Zaluzhnyi. Era un aviso a Estados Unidos. Una línea roja, si se quiere. Desde entonces, el precio a pagar ha sido un aluvión de noticias negativas y pesimistas sobre posibles descalabros en el frente, escaseces por todos lados, sesudos análisis profetizando el avance de Rusia en Vuhledar, Chasiv Yar y Pokrovsk y reportajes sobre el terreno en los que los soldados ucranianos siempre se quejan del desabastecimiento y la desorganización.

El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Oleksandr Syrsky.

El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Oleksandr Syrsky. Reuters

Y, sin embargo, Ucrania ha resistido bastante bien. El frente ha aguantado mientras Syrskyi planeaba un golpe de efecto: había visto cómo el fundador del Grupo Wagner, Yevgeni Prigozhin, se paseaba con unas pocas de sus unidades del sur al norte de Rusia sin oposición alguna, y sabía perfectamente el precio que estaban pagando los rusos por los pocos kilómetros de avance en el Donbás: una acumulación de hombres -y de cadáveres- que les tenía que obligar a dejar desatendidas otras zonas.

Cuando supo exactamente dónde tenía más posibilidades de triunfar el ataque, lo llevó a cabo sin esperar autorizaciones. Los rusos no se lo esperaban y no parece casualidad. Tampoco lo parece que, tres semanas después, aún sigan viendo cómo revertir la situación en Kursk, algo que no acaban de conseguir.