Una joven residente de Donetsk, en un edificio dañado por los últimos bombardeos.

Una joven residente de Donetsk, en un edificio dañado por los últimos bombardeos. Alexander Ermochenko / Reuters

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La hora de la verdad en Kursk: ¿y si los problemas del contraataque ruso dan la razón a Ucrania?

Dejar fuera de combate a 38.000 soldados rusos en territorio enemigo sería una jugada redonda, pero probablemente no haga falta pedir tanto para conseguir una ventaja en el tablero general del conflicto.

18 septiembre, 2024 02:38

Putin ha confiado su contraofensiva a recién llamados a filas y unidades de segunda fila para no mover a sus mejores soldados de Donetsk. El resultado no ha sido tan positivo como esperaba. ¿Habrá llegado la hora de morder el anzuelo de Syrskyi?

Desde el momento en el que se conoció la entrada de miles de soldados ucranianos en la provincia rusa de Kursk, hace ya mes y medio, a todo el mundo le quedó claro que aquello era, sobre todo, una maniobra de distracción para obligar a Rusia a mandar hombres a esa zona y quitarlos de la primera línea del Donbás. La maniobra fue a la vez un éxito y un pequeño fracaso. El éxito tuvo que ver con la facilidad con la que Ucrania llegó a tener bajo su control 1.500 kilómetros cuadrados de territorio ruso, algo no visto desde los tiempos de la II Guerra Mundial.

El pequeño fracaso fue ligado a la poca eficacia de la estrategia. Sí, Rusia mandó hombres para defenderse y evitar que la incursión del enemigo llegara aún más lejos, pero fueron en su mayoría recién licenciados sin experiencia y unidades que poco tenían que hacer en el norte de Járkov y el sur de Zaporiyia. Pocas tropas se desviaron del frente de Donetsk y desde luego muy pocas de élite. No solo eso, sino que la invasión ha coincidido con dos meses (agosto y septiembre) particularmente duros para Ucrania y en los que Rusia ha conseguido avanzar más terreno que en cualquiera de los doce anteriores.

Ahora bien, ahí había truco. Rusia podía permitirse no desviar tropas porque no pretendía recuperar Kursk. No está claro si los ucranianos eran conscientes del poquísimo interés que Rusia iba a poner en mantener su integridad territorial. El Kremlin no se molestó ni en anunciar un holocausto nuclear, se limitó a tratar la cuestión con el mayor de los desprecios, como si los hijos del vecino se hubieran colado en el patio de atrás a jugar al fútbol. Déjalos, que ya se cansarán.

Todo eso, sin embargo, cambió en el momento en el que Rusia anunció un contraataque y lo hizo con la misma prepotencia de siempre: poniendo una fecha límite (1 de octubre) y dando por hecho que la cumplirían con creces. Putin pensó que, añadiendo más hombres, aunque no tuvieran la formación ni la experiencia necesaria, conseguiría echar a los ucranianos en pocos días. No está siendo así. A los progresos evidentes de los primeros dos días le ha seguido un frenazo que puede acabar dando la razón a Syrskyi cuando se lanzó a su aventura de agosto.

Una vista aérea muestra humo saliendo de un edificio ruso en llamas luego de una operación militar ucraniana en Korenevo, región de Kursk , Rusia, en esta captura de pantalla tomada de un video publicado el 29 de agosto de 2024. Unidad Cisne Negro del 225 Batallón de Asalto Separad.

Una vista aérea muestra humo saliendo de un edificio ruso en llamas luego de una operación militar ucraniana en Korenevo, región de Kursk , Rusia, en esta captura de pantalla tomada de un video publicado el 29 de agosto de 2024. Unidad "Cisne Negro" del 225 Batallón de Asalto Separad. Reuters null

La peligrosa frontera del río Seym

Es cierto que Rusia consiguió echar a los ucranianos de los alrededores de Korenevo y avanzó al sudeste del río Seym hacia Sudzha, la capital del “Kursk ucraniano”. Ahora bien, ese avance parece haberse detenido y las tropas (unas 38.000, calcula la revista Forbes) corren el riesgo de quedarse en tierra de nadie, atrapadas entre el territorio controlado previamente por Ucrania, la frontera con el país vecino, el propio río… y las tropas que Syrskyi está enviando desde el oeste, cruzando de nuevo la frontera por Novyi Put y avanzando hacia Glushkovo.

Dejar fuera de combate a esos 38.000 soldados con los tan solo 10.000 que Ucrania ha dedicado a toda la operación en Kursk sería una jugada redonda, pero probablemente no haga falta pedir tanto para conseguir una ventaja en el tablero general del conflicto. Ahora que el contraataque se ha estancado, es cuando Putin debe decidir si muerde el anzuelo de una vez o no. En otras palabras, si continúa confiando en sus soldados de segunda fila o si se toma en serio la reconquista y manda por fin a sus mejores hombres a resolver el entuerto.

En el primer caso, el papelón sería importante. No es ya que Ucrania esté ocupando suelo ruso, sino que Rusia, después de publicitar a bombo y platillo la contraofensiva, habría sido incapaz de recuperar lo perdido. No está claro que el orgulloso Kremlin vaya a aceptar una situación así. En el segundo caso, habrá que tener en cuenta que defenderse es una cosa y atacar, otra bien distinta. Uno no puede dejar al enemigo dominar 1.500 kilómetros cuadrados y confiar en quitárselos como si nada. El ejército ucraniano en Kursk no es demasiado numeroso, pero está bien preparado y, después de más de un mes, es de entender que habrá construido unas defensas razonables.

¿Movimiento desde el Donbás?

Es curioso que Rusia no haya aprendido la lección de los dos años y medio de guerra en territorio ajeno: los avances no son fáciles a estas alturas. En ningún frente. Haber dejado toda esa ventaja a Ucrania puede costarle ahora muy caro. Si Gerasimov decide desviar tropas y abandonar la presión sobre Kupiansk o sobre Siversk, por ejemplo, eso ya permitiría a Syrskyi mover a los hombres destinados ahí hacia el sur para proteger el eje Pokrovsk-Selidove-Vuhledar, que ahora mismo está en grave peligro.

Con eso bastaría. Ni siquiera haría falta que los rusos se retiraran de Chasiv Yar o de Toretsk o de Ukrainsk o de Vodiane, por citar algunas de las localidades que han sido tomadas parcial o totalmente en los últimos días. Se entiende que eso no va a suceder, pero si un mínimo movimiento de tropas permite respirar al resto del frente del Donbás, necesariamente va a notarse en la defensa del acceso a Pokrovsk, el gran núcleo de comunicaciones de esa zona de Donetsk.

Por supuesto, también hay que contemplar el escenario contrario: el “equipo B” del ejército ruso podría conseguir su objetivo y expulsar a las tropas ucranianas mientras los avances continúan en el frente oriental. En ese caso, sí, habría que decir que, más allá de lo simbólico, la incursión en territorio ruso no habría valido de mucho. La prensa estadounidense se cebaría con Syrskyi, desde la Casa Blanca se musitaría el enésimo “ya os lo dijimos” y el Kremlin obtendría una victoria moral evidente.

Estamos, por lo tanto, ante la hora de la verdad en lo que a Kursk se refiere y las próximas horas serán decisivas: habrá que evaluar hasta qué punto Putin quiere su victoria para el 1 de octubre o si puede modificar las fechas, algo a lo que se está acostumbrando en esta operación. Habrá que ver también si Ucrania es capaz de resistir con lo que tiene o si es obligada a recular. Pase lo que pase en territorio ruso, lo que realmente contará serán las consecuencias en Donetsk. Solo ahí se podrá juzgar el éxito o el fracaso de la decisión de Syrskyi.