Un militar ucraniano de la unidad especial de policía Hyzhak dispara un obús D30 contra las tropas rusas.

Un militar ucraniano de la unidad especial de policía Hyzhak dispara un obús D30 contra las tropas rusas. Stringer Reuters

Europa

Rusia despliega tropas norcoreanas en Kursk por la imposibilidad de echar a los ucranianos por sí mismos

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El Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, aseguró este lunes en rueda de prensa que al menos 10.000 soldados norcoreanos estaban ya en territorio ruso, listos para enfrentarse a las tropas ucranianas en Kursk. Fuentes del Pentágono afirman que pueden llegar a ser 30.000, mientras que la Fundación Friedrich Neimann, con sede en Alemania, calculó en su último estudio que Corea del Norte había enviado a Rusia armas por valor de 5.500 millones desde que empezara el conflicto.

Rutte calificó la presencia de los hombres de Kim Jong-Un en el frente como de “escalada sustancial”, aunque no quiso ser específico en qué respuesta iba a dar la OTAN más allá de pedir a sus miembros que sigan ayudando a Ucrania de todas las maneras posibles. El discurso de Rutte choca con el del candidato republicano Donald Trump y con el de su posible vicepresidente J.D. Vance, quien se negó a calificar en una entrevista a Putin de “enemigo”, optando por el término “competidor”.

Es difícil saber exactamente qué aportarán los norcoreanos a la guerra de Ucrania. Desde Corea del Sur, se apunta a que Kim Jong-Un los está utilizando como mera “carne de cañón”. También se habla de poca preparación de las tropas y de escasa experiencia en el tipo de terreno que van a encontrarse, pues Corea del Norte es un país eminentemente montañoso y sus lugares de entrenamiento poco tienen que ver con las vastas extensiones de llanuras a menudo nevadas de Rusia y Ucrania.

El hecho de que Putin haya decidido enviar a esta primera remesa directamente a Kursk, el territorio ruso aún ocupado en parte por Ucrania, es el reconocimiento de un fracaso y de una despreocupación absoluta por sus ciudadanos. Si el Kremlin tuviera en consideración a los habitantes de la región, habría mandado desde el inicio a sus mejores hombres para recuperar los cientos de kilómetros cuadrados perdidos. Sin embargo, ha preferido en todo momento enviar a reservistas, a recién graduados y, ahora, a extranjeros que no saben ni dónde se meten.

La retirada de Selidove

Con todo, este despliegue de tropas extranjeras evidencia la incapacidad de echar a los ucranianos con sus propios medios. Son ya dos meses y medio de ocupación y la fecha del 1 de octubre puesta en su momento por Putin como ultimátum para su estado mayor queda lejos en el tiempo. El hecho de que Rusia tenga que recurrir a un país como Corea del Norte para que le solucione los problemas internos es una muestra de debilidad enorme y no se sabe exactamente qué está ofreciendo a cambio de esta ayuda.

En cuanto a lo que respecta al Donbás, siguen los avances lentos pero constantes, de difícil evaluación. La mala noticia para Ucrania es que no se vislumbra un cambio de tendencia: los hombres de Oleksandr Syrskyi llevan ya más de un año a la defensiva e intentando detener los avances rusos alrededor de Donetsk. Eso hace que las rotaciones se hagan demasiado largas, que la moral baje y que las retiradas sean constantes para evitar maniobras de embolsamiento enemigas.

La última de estas retiradas se está dando en Selidove, ciudad al sudeste de Pokrovsk, el gran centro de comunicación entre esta parte del Donbás y el núcleo Kramatorsk-Sloviansk que sirve de centro de mando del ejército ucraniano en la zona. Con la toma de Selidove, Rusia puede optar por lanzarse con mayor seguridad en su retaguardia sobre Pokrovsk o intentar un embolsamiento en torno a la localidad de Kurajove, aprovechando los avances que se están produciendo en el sur desde Vuhledar.

El impedimento mayor que puede encontrarse Rusia para esta maniobra es la presencia de la presa de Kurakhivs´ke, pero si consiguen sortearla por el oeste a la altura de Andriivka tendrán alguna posibilidad de éxito. El asunto ahora mismo es saber si Gerasimov y Putin optarán por la vía más rápida o si seguirán diezmando a las tropas ucranianas y ocupando territorio aun a costa de dejarse en el camino miles de hombres cuya vida nunca han tenido en demasiada consideración. 

Dinámica negativa en los últimos meses

Sea cual fuere la decisión final, lo cierto es que Ucrania necesita algún tipo de golpe de efecto o la pérdida del Donbás será cuestión de tiempo. En vísperas de las mencionadas elecciones estadounidenses, ese golpe de efecto parece complicado. En las últimas semanas se están construyendo líneas de defensa en torno al norte de Zaporiyia y al oeste de Donetsk, pero no está claro si servirán para detener ahí a los rusos o simplemente para alargar una guerra que dura ya dos años y ocho meses, prácticamente, para hacerse una idea, lo mismo que duró la guerra civil española.

Es momento de que los líderes militares ucranianos decidan si siguen plantando cara en el Donbás o si reservan parte de sus unidades y su arsenal a la posible defensa de los oblasts cercanos, como Zaporiyia o Dnipro. Es una decisión difícil y que solo ellos pueden tomar, pero si Ucrania perdiera el apoyo de EEUU solo podría optar a un mal acuerdo de paz, cediendo como mínimo todo el territorio ya ocupado por los rusos, o al riesgo de una ruptura en el frente que lleve a las tropas enemigas aún más lejos.

Es cierto que esa ruptura se lleva anunciando meses y no llega nunca, salvo, tal vez, en el saliente de Ocheretyne, pero el desgaste constante y la tendencia no invita a ser optimista. Ucrania está plantando cara al que presumía de ser el segundo mejor ejército del mundo, perdiendo muy poco territorio y causando unas pérdidas colosales en su enemigo. Los últimos cinco meses, sin embargo, desde antes del verano, han traído un aumento importante de la velocidad de avance ruso, sin visos de que esta vaya a frenarse. Que las carencias rusas sean evidentes, como se demuestra en Kursk, no debería evitar una cierta preocupación de cara al futuro.