
Zelenski, en una reunión con periodistas durante su reciente visita a Londres. Reuters
Zelenski trata de apaciguar a Trump con la firma del acuerdo por sus minerales y un plan de alto el fuego con Rusia
El republicano parece haber conseguido lo que quería: cerrar el pacto por el que Estados Unidos comparte la mitad de los “minerales raros” ucranianos.
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Veinticuatro horas después del anuncio de la administración Trump de pausar toda su ayuda militar y económica a Ucrania, el país presidido por Volodimir Zelenski seguía en estado de shock. En palabras del presidente del Comité de Asuntos Exteriores del parlamento ucraniano: “Esto ha sido como un Pearl Harbour para nosotros. Un Pearl Harbour político”. No era para menos. Sus mayores aliados durante los últimos años -antes incluso de la invasión a gran escala- parecían echarse a un lado a la espera de la rendición y todo el país se preguntaba qué hacer.
Durante buena parte del martes, lo importante fue saber con qué se contaba y para cuánto tiempo. En eso, no había consenso. Algunos hablaban de tres meses, aunque el ISW calculaba que más bien seis, o incluso hasta el final de 2025 si sabían utilizar bien sus drones. El “think tank” estadounidense hacía hincapié en el hecho de que Ucrania estaba utilizando desde hacía tiempo sus propias armas en el frente. No importaba tanto que Estados Unidos no actualizara los componentes de los F16 porque en realidad no se estaban utilizando F16 o no de manera decisiva.
Sí tendría relevancia el embargo de misiles de larga distancia, aunque los ucranianos tuvieran los Neptune, de fabricación propia. No tienen la misma precisión que un ATACMS o que un HIMARS, pero podían seguir haciendo daño a la retaguardia rusa. Otra cosa eran los misiles antiaéreos Patriot. Esos sí que han marcado un antes y un después en la guerra, pero no tanto en primera línea del frente, sino a la hora de defender la vida de los habitantes de ciudades como Járkov, Zaporiyia o la propia Kiev, constantemente bombardeadas por los rusos.
En Ucrania convivieron durante horas dos sensibilidades hasta cierto punto compatibles: por un lado, el odio hacia J.D. Vance y todos los que habían hecho posible este giro de Estados Unidos, reforzó el sentimiento nacionalista y las ganas de luchar aunque fuera sin ayuda ajena: “el que crea que el ejército ucraniana se desactiva pulsando un botón se equivoca”, afirmó Mikhailo Samus, asesor geopolítico de Zelenski.
Por otro lado, el país sabía que lo sensato era seguir negociando para que se retomara la ayuda y en eso los famosos minerales raros seguían jugando un papel decisivo.
Vance rebaja el tono, Trump se apunta el tanto
Y así, antes del discurso de Donald Trump ante el Congreso, el propio J.D. Vance parecía rebajar un poco el tono. Vance ha sido el más beligerante contra Zelenski y contra Ucrania. No es marcadamente prorruso, pero mantiene desde hace años un desprecio supremo hacia su vecino y no tiene problemas en comprar la propaganda del Kremlin si así puede justificar ante su electorado la puñalada a un aliado.
Vance afirmó que ya no era tan importante que Zelenski se disculpara públicamente, ya que, públicamente, se hacen muchas cosas que luego en privado no se mantienen. Por eso pidió, precisamente, que los ucranianos hablaran con la Casa Blanca con discreción y explicaran exactamente qué los llevaría a una mesa de negociación. Aparte, confió en que se firmara más temprano que tarde el acuerdo de los minerales y se refirió al gobierno de Zelenski como “nuestros amigos ucranianos”.
Todo ello llevó al presidente Zelenski a pedir en sus redes sociales una tregua en los bombardeos aéreos y navales siempre que Rusia se comprometiera a lo mismo. También propuso la liberación de prisioneros por parte de ambos bandos e insistió en su compromiso por la paz. Sin llegar a disculparse, calificó de “lamentable” lo sucedido en la Casa Blanca, además de pedir una nueva oportunidad para “hacer las cosas bien”.
Horas después, la agencia Reuters confirmaban este extremo: fuentes de la Casa Blanca anunciaban la firma inminente del tratado, sin la presencia del presidente ucraniano. Sin duda, Trump estaba utilizando el embargo de armas como una medida de presión, pero no le interesaba romper por completo las relaciones con Ucrania porque esos minerales son muy importantes para Estados Unidos y porque su propia industria militar se resentiría si no hay más envíos a la zona de guerra.
Europa sigue dando vueltas
Precisamente en descifrar a Trump está Europa ahora mismo y sigue sin haber acuerdo. Mientras que Ursula von der Leyen insiste en “rearmar” el continente y el primer ministro polaco, Donald Tusk, parece el más beligerante a la hora de criticar a Estados Unidos y exigir a sus vecinos que se pongan las pilas para defenderse de la amenaza rusa, el primer ministro británico, Keir Starmer, sigue contando con Estados Unidos y su actual administración como socios necesarios para parar los pies a Putin.

Militares de la 14ª Brigada de Asalto Chervona Kalyna de la Guardia Nacional de Ucrania disparan un obús OTO Melara hacia las tropas rusas cerca de la ciudad de Pokrovsk en la región de Donetsk. Reuters
Starmer, que convocó a gran parte de los líderes occidentales -aunque, curiosamente, no a los de los países bálticos, los mayores amenazados por el expansionismo ruso- el pasado domingo para una conferencia exprés en Londres, reafirmó este martes su voluntad de cooperación con Trump y dejó claro a través de su gabinete que “nada va a romper la tradicional unidad entre Reino Unido y los Estados Unidos”. No se sabe cuánto hay de pensamiento mágico en ese empeño, pero está claro que lo de “pies en el suelo y aviones en el aire” que prometió el domingo va a depender de la autorización externa.
En el fondo, detrás de tanto compromiso y tanta fanfarria, como dijo el lunes el propio Vance a FOX News, parece que Europa sigue confiando en que Estados Unidos le saque del atolladero. La firma del acuerdo de minerales raros sería una manera de despejar otra vez el balón fuera de banda y dejar a Ucrania en manos de Trump. Si eso es una apuesta por la independencia y el futuro de su aliado o más bien una condena a la inestabilidad es lo que está por verse.