Yulia Timoshenko y Petró Poroshenko, en 2005, concentrados en Kyiv por Viktor Yúshchenko.

Yulia Timoshenko y Petró Poroshenko, en 2005, concentrados en Kyiv por Viktor Yúshchenko. Reuters

Europa

Trump sigue el guion de Putin al contactar con los enemigos íntimos de Zelenski para acelerar su caída en Ucrania

Los contactos secretos de su Administración con Poroshenko y Timoshenko delatan su búsqueda de un negociador ucraniano más fácil de doblegar.

Más información: EEUU también corta la ayuda de inteligencia a Ucrania para debilitarla ante Rusia y presionar a Zelenski

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Cuando el pasado 14 de febrero, un día después de la primera llamada telefónica reconocida entre Vladímir Putin y Donald Trump para negociar sobre Ucrania, el Gobierno de Volodímir Zelenski anunció un paquete de sanciones contra el expresidente Petró Poroshenko, muchos periodistas se hicieron una pregunta: ¿a qué viene esto ahora? Poroshenko, por razones de seguridad nacional, ya no podría tener licencias de televisión, ni comprar terrenos, ni realizar operaciones comerciales, ni presumir de condecoraciones oficiales: el Estado procedió a retirárselas todas.

Poroshenko, uno de los empresarios más ricos de Ucrania, recibió una dura represalia sin que los reporteros reunieran pistas concluyentes sobre los motivos de Zelenski para tomar una decisión que, por qué no decirlo, alegraría la semana a sus detractores.

Algunos teorizaron que el presidente se guiaba por un impulso de supervivencia: las elecciones son inevitables, vinieron a decir, y recurre al interés general para neutralizar a un rival político. Esa tesis, sin embargo, pierde fuerza cuando se atienden las encuestas. Poroshenko es impopular, y sus índices de apoyo son cuatro veces más bajos que los de Zelenski cinco años y varios meses después de su duelo electoral, en el que el actual presidente le ganó con el 73% de los votos. Otros sospecharon, en cambio, que había más polvo debajo de la alfombra.

Una popular periodista, a condición de anonimato, apunta un detalle a este periódico. Unos días antes del anuncio, Poroshenko viajó a Estados Unidos para una gira con paradas significativas. El propio expresidente presumió en sus redes sociales de haberse reunido “con el equipo de Donald Trump”, y de llevar de vuelta calentadores, excavadoras, detectores de drones, dispositivos de guerra electrónica, unidades móviles. Ahora, esta fuente bien relacionada sugiere que esas “negociaciones” fueron el “detonante” de las sanciones a un hombre que, ya antes de la guerra, fue investigado por su pasado político con líderes y partidos cercanos al Kremlin, y por sus negocios oscuros en los territorios ocupados del Donbás y Crimea.

Ayer, el diario estadounidense Politico informó de que al menos cuatro altos cargos de la Administración Trump han mantenido conversaciones secretas con el círculo de Poroshenko, por un lado, y con Yulia Timoshenko, activista de la Revolución Naranja que llegó a primera ministra, por otro. Lo que sucede en un contexto muy particular, con la Casa Blanca estrechando lazos económicos y diplomáticos con la Rusia de Putin, y apretando la soga a Zelenski, al que tratan de desacreditar como presidente —Trump lo llamó recientemente “dictador”— para que convoque unas elecciones a las que el 70% de los ucranianos se opone mientras dure la guerra.

Es decir, hasta que se puedan celebrar tras una campaña más o menos normal, sin cientos de miles de hombres y mujeres movilizados, sin millones de refugiados y desplazados, sin territorios ocupados, sin misiles y drones sobre sus cabezas.

La presión es enorme, pues, igual que la tensión entre Washington y Kyiv. La visita de Zelenski a la Casa Blanca terminó con una “escalada deliberada” contra el presidente ucraniano, como la catalogó el próximo canciller alemán, Friedrich Merz, y a su regreso a Europa se encontró con el corte de unas ayudas económicas, militares y de inteligencia que son críticas para la resistencia. La propaganda trumpista, amplificada por miembros de la Administración como Tulsi GabbardElon Musk, sostiene que sólo la revocación de Zelenski permitirá la paz en Ucrania, con argumentos idénticos a los promovidos por las agencias del Kremlin.

Un funcionario europeo destaca, a condición de anonimato, que es “sintomático” que los americanos “se acerquen a la vieja guardia cuando las dos únicas figuras que podrían ganar las elecciones, incluso con bombas rusas, serían Zelenski y Zaluzhny, un héroe militar y un hombre leal a su país”. El sondeo más reciente, publicado por Survation, refleja que el primero recibiría el 44% de los votos. El segundo, un teniente coronel que sirve actualmente como embajador en Londres, aparece en segundo lugar con un 21% de respaldo sin siquiera haberse postulado como candidato a la presidencia.

La Administración Trump, sostiene este funcionario, “sigue claramente la agenda de Putin”. Y eso explica, añade, que no se busque el favor de un Zaluzhny cada vez más beligerante con sus decisiones. Ayer mismo, en un encuentro en la Chatham House, el embajador en Reino Unido defendió que “Rusia trata de cambiar el orden mundial”, pero que es Estados Unidos “quien lo está destruyendo”.

Una fuente de Washington reconoce a Politico que la gente de Poroshenko y Timoshenko los presentan ante Trump como políticos que “consentirían mucho más”. Hasta la fecha, ambos se han manifestado, sinceramente o no, en contra de organizar unas elecciones antes de asegurar la paz. Pero la presión de Estados Unidos para que Ucrania acepte un alto el fuego temporal, incluso sin garantías de seguridad, abre un escenario especialmente adverso para Zelenski, con su aliado más poderoso y su enemigo confabulados para su caída.