Henia and Rywka Borenstein vivieron toda su vida pensando que eran las únicas supervivientes de su familia, que huyó a la Unión Soviética desde Polonia tras la invasión alemana del país en 1939 (la operación, conocida como "Caso Blanco" -en alemán, Fall Weiss-, fue el detonante de la Segunda Guerra Mundial en Europa).
Pensaban que no había quedado nadie de los suyos tras la huida, que todos sus parientes habían sido asesinados por los nazis. Pero más de 75 años después de la tragedia que supuso el Holocausto para cientos de miles de familias, una llamada de teléfono lo cambiaría todo.
"Cuando me llamaron del Yad Vashem (Museo del Holocausto) estaba en estado de shock, no me lo podía creer", cuenta Henia en el comunicado distribuido por el Museo en el que se relata la sucesión de los acontecimientos que llevaron al emotivo reencuentro de cuatro primos hermanos en Jerusalén. "Crecí pensando que toda mi familia había sido asesinada en Polonia. Mis padres nunca hablaron de la Shoá ("Holocausto" en hebreo) o de sus vidas pasadas. De hecho, pensé que se trataba de un error", relata.
Pero no, no era un error. La voz al otro lado del teléfono le decía que sí podía haber supervivientes y que, de hecho, una prima suya los estaba buscando. Se trataba de Fania Band (que adoptó el apellido Blakay al casarse), una de las cinco hijas que tuvo Nisan Band, quien junto a su esposa Ida y su descendencia viajó también hasta la Unión Soviética en 1939. Allí permanecerían hasta el final de los días de Nisan, en 1983. Pocos años después, en los 90, en plena desmembración de la URSS, dos de sus hijos, Fania y Gennadi, decidieron hacer las maletas y emigrar con sus familias a Israel.
Lo que Nisan nunca llegó a saber antes de su muerte es que su hermana, Jenta Borenstein, también había huido a la Unión Soviética junto a su marido Symcha y sus cuatro hijos. Allí vivieron hasta 1948, año de la creación del Estado de Israel, tras la primera guerra árabe-israelí. Fue entonces cuando el matrimonio y dos de sus hijos, Rywka y Henia, decidieron trasladarse al recién creado Estado, sin saber que durante casi una década habían estado compartiendo el mismo territorio en la extinta URSS con aquellos familiares que creían muertos.
"Mi padre nunca dejó de buscar a los miembros de su familia, soñaba con encontrarles, estaba solo. Pero con este reencuentro, su sueño al fin se ha hecho realidad", explicó Fania, emocionada, al personal del Museo.
La valiosa base de datos del Yad Vashem
Nisan Band no lo consiguió, pero las pesquisas de una de sus hijas sí dieron por fin con los descendientes de aquellos familiares que él tanto quiso encontrar. A la vuelta de un viaje a Polonia que Fania hizo este año para "encontrar sus raíces", buscando tumbas o cualquier información sobre cómo vivieron y murieron sus parientes, alguien le transmitió un mensaje: una persona había buscado a su padre, Nisan.
A su vuelta a Israel, esta sexagenaria decidió acercarse al Museo del Holocausto para rebuscar en su base de datos -donde figuran los nombres de 4,6 millones de víctimas del Holocasuto, casi dos terceras partes del total, según esta institución-, para hacer un último intento y, quizá, encontrar un rastro, una pista que pudiera conducirla a esa persona o a posibles parientes. A pesar de los años, como su padre, ella tampoco había perdido la esperanza.
Pero en su búsqueda se encontró con una grata sorpresa. En una de las llamadas "Páginas de Testimonios", un tal Symcha Borenstein recordaba a alguien a quien creyó muerto durante toda su existencia, el hermano de su esposa. Al final del documento, el polaco firmaba: Symcha Borenstein, "cuñado de Nisan Band". No había duda. El autor del recuerdo era el marido de Jenta, la hermana de Nisan, el padre de Fania y Gennadi, a quienes los Band habían creído muertos en Polonia y que, sin embargo, también habían logrado escapar de la masacre de los nazis.
El registro de este recuerdo estaba igualmente firmado por la persona del Yad Vashem encargada de rellenarlo, Sima Velkovich, del departamento de información del Museo. Fania no daba crédito a lo que le contaban. Un tío suyo había estado allí, conocía a su padre, le recordaba. Quizá podría encontrar más información, saber dónde estaban sus descendientes, hoy sus primos hermanos.
Con la ayuda de Sima, Fania indagó en la vasta base de datos del museo. La empleada del Yad Vashem le explicó a Fania lo que allí salía, que la hermana de su padre Nisan, Jenta Borenstein, sobrevivió y emigró junto a su familia a la URSS de donde se trasladarían, junto a sus hijas, Rywka y Henia, a Israel. Ellas aún vivían y sí, tenían los teléfonos.
Fue el día de la llamada a Henia, la llamada que ha cambiado la vida de los cuatro primos, Rywka y Henia, Fania y Gennadi, para siempre. Una semana después de la conversación el personal del Museo lo había organizado todo para que pudieran reunirse en sus instalaciones, algo que sucedió el pasado miércoles. Un emotivo encuentro que pudo ser presenciado por el hijo de Fania, Evgeni Baklay. "Fue profundamente emocionante, estábamos tan felices… Era como ver una película, era un sueño por cumplir ¡y 70 años después, aquí estamos!", exclama al teléfono.
Evgeni describe cómo su madre Fania siempre hablaba de la pena que tenía su abuelo por no haber podido encontrar a nadie de la familia. El nieto cuenta cómo él mismo, mientras realizaba el servicio militar, también acudió al Yad Vashem en 1996 junto a Fania para buscar algún dato, aunque sin éxito. "No había rastro", le dijeron. "Es increíble, eso fue hace 20 años y dos décadas después nos hemos encontrado con ellas" relata emocionado. "Ellas no son sólo mis parientes, ¡son las hijas de mi tía Jenta!, exclama. Evgeni está muy agradecido por el importante trabajo realizado por el Yad Vashem que aún tiene la capacidad de reunir a familias "incluso cuando toda la esperanza se ha perdido".
"El Yad Vashem se ha embarcado en la misión de descubrir los nombres de todos aquellos que no tienen a nadie que les recuerde", explica Avner Shalev, director del Museo en referencia al reencuentro de los dos pares de primos polaco-rusos. "Y no descansaremos hasta que nuestra misión se haya completado", señala.
Desde el Yad Vashem, que lleva décadas haciendo una ingente labor de búsqueda y registro del mayor número posible de víctimas de la Shoá, ya fallecidas o vivas, señalan la importancia de su función como institución nacional para que lo ocurrido no sea olvidado por las generaciones futuras. Igualmente animan a las familias con parientes que fallecieron en el Holocausto y que aún no han sido identificados a que acudan al Museo para registrar en su base de datos cualquier información de la que dispongan, por poca que sea.
Por su parte, el hijo de Fania asegura que las dos familias van a mantener el contacto. "Ayer hablamos otra vez", señala el israelí. "Son personas que a sus 80 años saben que tienen familia muy cercana, que ya no están solas. Es importante para ellas y para nosotros también", concluye Blakay. Ambas familias se reunirán por primera vez para celebrar juntos el próximo 24 de diciembre la fiesta judía de la Janucá, (Fiesta de las Luces), cuyo comienzo coincide este año con el día de Nochebuena en la tradición cristiana.
Orden del Mérito Civil
Precisamente el director del Museo del Holocausto, Avner Shalev, era condecorado este jueves en la residencia del Embajador de España en Israel, Fernando Carderera Soler, con la Órden al Mérito Civil -concedida por el rey Felipe VI-, en reconocimiento a su "trayectoria de servicio público como Presidente del Yad Vashem, el centro mundial de conmemoración de la Shoá y por el progreso significativo que impulsó en la educación y conmemoración del Holocausto en Israel y el mundo entero", reza el comunicado oficial distribuido por la embajada española.
"Recibo este reconocimiento no sólo como un tributo personal, sino también como el reconocimiento a nuestros esfuerzos en los ámbitos de la investigación, educación y documentación que desde el Monte del Recuerdo en Jerusalén se irradian hacia el mundo entero", dijo Avner Shalev, tras recibir el galardón.
La Orden del Mérito Civil fue instituida por el Rey Alfonso XIII en 1926, para premiar "las virtudes cívicas de los funcionarios al servicio del Estado, así como los servicios extraordinarios de los ciudadanos españoles y extranjeros en el bien de la Nación", según recoge el Boletín Oficial del Estado (BOE) donde se concretan las especificidades del galardón.
En 2007, Avner Shalev, que fue militar antes de engrosar los consejos directivos de varias instituciones culturales del país, recibió, en representación de la institución que dirige, el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia, otorgado al Museo "por sus continuos esfuerzos y contribución en el campo de la educación y por su lucha contra la injusticia y la ignorancia, así como en aras del entendimiento mutuo para una coexistencia pacífica entre las personas".
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