Mosab Hassan Yousef, hijo de Hamás: "Espero que esta guerra nos lleve a la eliminación de Hezbolá"
Su padre fundó la organización terrorista Hamás en 1987. Él, previsible heredero del trono, prefirió colaborar con Israel para destruirla.
22 septiembre, 2024 16:34La historia de Mosab Hassan Yousef es fascinante. Creció en la Cisjordania más violenta que se puede imaginar, con frentes abiertos aquí y allá, con una situación ingobernable. Su padre es uno de los fundadores de Hamás y Mosab, como un buen hijo, siguió los pasos del padre. Sólo Dios sabe cuánto vieron sus ojos, cuánto peso cargan sus hombros. A Mosab lo llamaron El príncipe verde. Pudo ser rey, y sin embargo decidió destruir el reino.
“Nací en eso que llaman la cultura palestina, me hicieron creer que yo era un palestino”, me dice, en una sala habilitada para la entrevista, en un espacio seguro en el centro de Madrid. “¿Por qué? A estas alturas, sigo sin saberlo. Me rebelé. Me rebelé contra los palestinos y me convertí en un traidor”.
Prefirió traicionar al padre que sus principios. Fue los oídos del Shin Bet, soportó la tensión y el miedo en el estómago durante años, hasta que las presiones crecieron y huyó. Ahora vive como un hombre escoltado, amenazado, pero libre. “He pasado la mitad de mi vida amistosamente con las comunidades judías, no sólo de Israel, sino de todo el mundo”, sigue. “He convivido con los cristianos y he practicado las religiones principales, y digo que las he practicado porque no me quedé en la teoría”.
¿Qué hay de su vida anterior?
Elegí abandonarla. Elegí abandonar el relato de la víctima, a pesar de todos los traumas de mi infancia. Hay que vivir con valentía. La vida es para quienes, en lugar de enrocarse en el pasado, prefieren avanzar y crear; es para quienes, incluso cuando lo han perdido todo, han empezado de nuevo, una y otra vez. ¿No es cierto? La inteligencia no depende de la tierra, sino de lo que uno hace con ella.
¿A qué se refiere?
Para mí, el conflicto de Oriente Medio es una prueba de lo que pueden hacer dos sociedades distintas con el mismo potencial. Ambas comparten el mismo dios, el mismo territorio. Una sociedad, en un suspiro, fue capaz de convertirse en una potencia. La otra se las arregló para mirar hacia el suelo y cavar túneles y entregarse a una mentalidad de tribu del siglo VII, una mentalidad de sabotaje contra la inteligencia humana, contra su propia sociedad. No es una coincidencia que las dos sociedades colisionen. Una de las sociedades está luchando por la promesa de una vida después de la muerte. La otra sociedad reza por la vida y lucha por vivir, y todo esto se hace evidente con el asunto de los rehenes. Una sociedad sacrifica a sus niños, a civiles, por sus propósitos económicos y políticos. La otra sacrifica su economía para salvar a un puñado de rehenes y traerlos de vuelta a casa. Son extremos opuestos: a un lado tienes el universo y, al otro, un agujero negro dispuesto a tragarlo todo.
¿Qué se le removió dentro el 7 de octubre?
Lo advertí durante años y años. Incluso a los árabes les dije que los ataques suicidas no benefician a nadie. En lugar de escuchar mis palabras, insistieron en el mal. En los últimos quince años, aprendí una lección: nadie quiere escuchar. ¡Los occidentales no quieren escuchar! Me cancelaron por mi lucha contra la ideología islámica, que, en mi opinión, es la raíz del conflicto. Yo salí y seguí adelante. La mañana del 7 de octubre, oí las noticias de un ataque masivo, un genocidio contra la minoría religiosa de la región. ¡Es increíble! Llevo advirtiendo desde hace tanto… pero el mundo no quiso escuchar, prefirió señalarme, criticarme, disuadirme. Mi primer sentimiento fue para el pueblo judío, que siento mi familia. He adoptado sobrinas y sobrinos judíos. Son 27 años de amistad, ¿entiende?
Entiendo.
Es una mezcla de sentimientos: frustración, preocupación, asombro. Lo digo desde el principio: el 7 de octubre es un Holocausto moderno. Esto no va únicamente de la cantidad de gente que murió ese día, sino de cómo murió. Me frustra la negación del genocidio, la presión internacional para que Israel se rinda ante la voluntad de estos salvajes, para que Israel se suicide o lo acepte. Me frustra la falta de compasión hacia las mujeres, los niños, los inocentes secuestrados, los masacrados por la única condición de ser judíos. Si validamos el salvajismo del 7 de octubre, será el fin de nuestra civilización. Incluso si el pueblo judío se rinde a las circunstancias, yo no lo haré. Debo mantenerme en mi posición, debo contar la verdad como es.
¿Qué piensa cuando atribuyen a los israelíes el genocidio de palestinos?
Los perpetradores se las han ingeniado para darle la vuelta al relato y convertirse en las víctimas del genocidio, pero esta no es la verdad de lo que está ocurriendo. Hay que reconocer los daños colaterales de Gaza, la tragedia de Gaza… ¡es una realidad! ¡Está pasando! Pero la mayor parte de la gente está equivocada sobre los motivos por los que ocurren. Lo fácil es usar el término genocidio sin sostener su significado, y la definición de genocidio es el intento de destruir una parte o toda una sociedad basándose en su etnia o su religión. No es la realidad de Gaza. La gente de Gaza es víctima de quienes los usan como escudos humanos. Pero es más efectivo retratarse como víctima de un genocidio que como víctima de tus malas decisiones. La estrategia de Hamás no tiene secretos para mí, sacrifica civiles para deslegitimar a Israel. Ya lo hicieron en el pasado, en las cuatro guerras anteriores. Y, en cada ocasión, fueron premiados financiera y políticamente, así que han doblado la apuesta pensando que ganarían más poder. Hasta cierto punto, Hamás ha triunfado.
¿En qué ha triunfado?
Hamás arrastró a Israel y a buena parte del mundo civilizado a una guerra horrenda, obligando a todos a comprometerse con la ética y los derechos humanos y los valores occidentales. Hasta cierto punto, Hamás ha triunfado. Ahora la pregunta es la siguiente: ¿vamos a permitirles que intimiden a todo el mundo con el uso de civiles como arma de guerra? Si permitimos que se salgan con la suya tras los crímenes cometidos, habrán ganado. Será el fin de la civilización. Esta guerra es inevitable. La erradicación de Hamás es inevitable. Y no hay ninguna manera, ninguna, ninguna, de conseguirlo sin bajas civiles. Y aun así Israel está haciendo todo lo posible para minimizar sus muertes. Hamás está haciendo todo lo contrario, las están maximizando, e inflan los datos. Hamás no ha reconocido la muerte de uno sólo de sus salvajes. Y dicho esto, quiero hacerle una pregunta, o más bien varias.
Claro.
¿Qué hay de los civiles que asaltaron, violaron, saquearon? ¿Qué hay de los civiles que celebraron los secuestros y las matanzas del 7 de octubre? ¿Qué hay de todos los que votaron a Hamás? ¿Qué hay de todos los civiles a quienes apremiaron a irse de determinadas zonas y decidieron quedarse para dar cobertura a Hamás? ¿Qué hay de todas las tribus y las familias que cobijan a los miembros de Hamás, a los que bajan a los túneles y abusan de las rehenes y vuelven a la superficie y cenan con sus familias? ¿Tienen que ser ellos inmunes a unas represalias israelíes que tienen un objetivo y ninguno más: la destrucción de Hamás? Si el propósito de Israel hubiese sido borrar Gaza del mapa, tienen la capacidad para hacerlo sin que un sólo soldado ponga un pie sobre el terreno. Israel se decidió por una operación combinada, con ataques aéreos y tropas terrestres. ¿Qué podía hacer, si no? ¿Sólo lo segundo? ¿Sacrificar a decenas de miles de personas más en la trampa del enemigo, preparada durante años, después de haber sufrido un genocidio?
La cuestión es que no es sólo una guerra contra Hamás en Gaza. Ahora, la prioridad para Netanyahu es Hezbolá en el Líbano.
Hezbolá ha atacado poblaciones civiles indiscriminadamente desde el comienzo de la guerra, y sin razón alguna. Israel no se ha metido con Hezbolá. No había guerra contra ellos. El 7 de octubre, Israel sufrió un genocidio. El 8 de octubre, Hezbolá comenzó a lanzar misiles contra Israel. E Israel ha estado muy ocupado luchando contra Hamás, posponiendo la operación durante once meses. Hezbolá se ha aprovechado de que Israel estaba abrumado por los combates en el sur, en Gaza. Israel tuvo que evacuar a cientos de miles de personas en el norte. ¿Quién habla de estos desplazados? Nadie. Nadie en Naciones Unidas ha condenado a Hezbolá o al Líbano por ello. Israel ha sido muy paciente. Israel tiene armas de destrucción masiva. Israel tiene la capacidad de, literalmente, lanzar una bomba sobre Beirut y pulverizar la ciudad con Nasralá [líder de Hezbolá] dentro.
Y todo lo demás.
Pero no lo hace. En cambio, diseña la operación militar más sofisticada de la historia, reparte dispositivos entre los terroristas y luego los hace explotar por separado, minimizando las bajas civiles, evitando que el Líbano y otros se enemisten. La realidad con Hamás y con Hezbolá y con los hutíes y con Irán es la contraria, es poner a los civiles en el foco.
¿Hasta dónde cree que debería llegar Israel con Hamás y Hezbolá, incluso con los hutíes y con Irán?
Israel debe hacer todo lo que esté en su mano para destruir Hezbolá y todos los tentáculos de la Revolución Islámica. Y no sólo eso. Debe destruir el programa nuclear de los ayatolás [iraníes]. No podemos permitirnos que un país islámico tenga fuerza nuclear. Les ha bastado con sus armas pequeñas para intimidar a todo el mundo. Han convertido Oriente Medio en escombros. Han destrozado Gaza. Están a punto de destrozar el Líbano. Básicamente, están sacrificando regiones enteras por honor, por egoísmo, por estatus. Israel está siendo cauteloso, pero tengo una corazonada: nos estamos acercando a una guerra a gran escala con Hezbolá. Y espero que esto nos lleve al punto en que Hezbolá sea eliminado.
Llegados a este punto, tengo que preguntárselo. No es lo mismo destruir Hamás y Hezbolá que las ideologías que tienen detrás. La historia de la Segunda Guerra Mundial demuestra que es posible hacerlo, pero ¿es ese el camino, es eso lo que hay que hacer?
Mire, puede comenzar contrarrestando la ideología. Puede tratar de tener una conversación racional con sus oponentes o sus adversarios. Puede tratar de resolver los problemas con argumentos, con diálogo. Pero, cuando todas las vías pacíficas se agotan, la única opción que queda es el uso de la fuerza. Y el uso de la fuerza, efectivamente, erradica ideas. Al final, la idea está en la cabeza de un hombre. Si lo descabezas, se acabaron las ideas. La idea muere con la persona. Millones de alemanes murieron en la Alemania nazi, y la ideología nazi murió en la cabeza del último hombre muerto. Esto es lo que ocurrió. Y han pasado casi cien años desde que los nazis fueron erradicados, o al menos desde que perdieron todo su poder. Podemos decir lo mismo sobre Hezbolá y sobre la revolución islámica.
¿Cuánta gente va a morir?
Esa es la razón por la que el enemigo tiene que retroceder antes de que sea demasiado tarde. Los esfuerzos para demonizar a Israel, para culparlo de ser la raíz del problema y de crímenes que no comete, están alimentando las llamas de este conflicto. Espero que el enemigo dé un paso atrás, pero me temo que no comprenden otra lengua que la lengua de la espada. Estamos en guerra. Es una guerra muy fea. Es una guerra abierta. Ninguno de nosotros la eligió. Yo no quiero esta guerra. Pero, si me obligan a luchar, y si no me queda otra salida que luchar, debo luchar.
Usted ha vivido en guerra desde niño. Creció en Hamás, ahora los combate. ¿Dónde encuentra la paz?
Comiendo helado.
…
[Ríe] Mire, la vida no es fácil. Y la paz… es un trabajo de cada uno, es un proceso. Desde luego, cuando trabajas sometido a una presión monstruosa es muy diferente a cuando estás en un lugar seguro sin nada que perder. Aprendí a mantenerme sereno en situaciones muy difíciles. He dedicado la mayor parte de mi vida a hacer lo correcto, a detener la locura humana, y sin embargo me han acusado de genocida, de traidor. No me preocupa tanto mi seguridad en Occidente como el futuro de la civilización. Si perdemos la brújula moral, si perdemos la noción del bien y del mal, que Dios nos ampare. Estamos rodeados de salvajes e idiotas. Ahora, mi trabajo es mantenerme sereno en medio de la tormenta. A veces es abrumador, pero lo acepto. Por amor a mi verdad, me mantengo firme.
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