Irán exhibe el apoyo de Putin a la espera del ataque de Israel coordinado con EEUU que los países árabes tratan de parar
- Israel posterga su ataque en busca de pillar a Irán por sorpresa y el régimen de los ayatolás amenaza a los árabes con consecuencias militares.
- Más información: Trump anima a Israel a atacar Irán mientras Biden y Kamala insisten en un alto el fuego inmediato en Oriente Próximo
Más de diez días después del ataque de Irán sobre suelo israelí, el Gobierno de Netanyahu aún no tiene decidido el modo ni el momento de su respuesta. La reunión del Gabinete de Guerra del pasado jueves terminó sin conclusiones definitivas. Aunque los informes previos apuntaban a que se daría carta blanca al primer ministro y al ministro de defensa, Yoav Gallant, para proceder como estimaran oportuno, lo cierto es que la cuestión no llegó siquiera a plantearse.
Eso no fue óbice para que Gallant manifestara a la salida de la reunión que la respuesta de Israel sería “letal” y que llegaría “cuando los ayatolás menos se lo esperen”. Después de la conversación entre Netanyahu y Biden del pasado miércoles -llevaban semanas sin hablar-, en EEUU crece el optimismo: la tardanza en el ataque podría deberse a un ejercicio de contención y de escucha a lo que la administración demócrata está pidiendo.
En la Casa Blanca no quieren ni oír hablar de masacres civiles, ataques a objetivos nucleares o bombardeos a centrales eléctricas y refinerías de petróleo que puedan disparar los precios en todo el mundo y afectar decisivamente a la campaña electoral en favor de Donald Trump.
Sin embargo, si por algo han destacado Blinken, Lloyd, Sullivan y el resto de ayudantes de Biden ha sido por su optimismo injustificado.
Durante meses, Netanyahu les ha estado contando una cosa para a menudo hacer la contraria. No hay motivos para creer que ahora será al revés, sobre todo teniendo en cuenta que al primer ministro israelí le conviene una victoria republicana en noviembre. Lo más probable es que Israel esté esperando porque quiere aprovechar, como decía Gallant, el factor sorpresa… y porque el ataque va a estar mucho más estudiado y, por lo tanto, va a ser más contundente que el del pasado 19 de abril.
Putin y Pezeshkian se tiran flores
Eso piensan también en Teherán, donde se ha entrado en una especie de ataque de pánico. Saben que les van a atacar y buscan una mezcla de diplomacia y disuasión para evitar las consecuencias de su propia ofensiva. De entrada, el presidente Masoud Pezeshkian se reunió este viernes con su homólogo ruso Vladímir Putin en el contexto del foro cultural organizado en Turkmenistán que reúne a varios de los máximos dirigentes de la región.
Putin insistió en su idea de un “nuevo orden mundial” frente a la “arrogancia de Occidente” e invitó a Pezeshkian a la próxima reunión de la alianza económica BRICS, a celebrarse del 22 al 24 de octubre en Kazan. Las relaciones entre ambos países siempre han sido buenas, especialmente desde que unieron sus fuerzas en Siria para repeler al Estado Islámico y asentar al dictador Bashar al-Ásad en el poder.
Esta coalición militar se ha ido expandiendo a otros terrenos: Irán ha enviado drones y misiles a Rusia para su guerra en Ucrania; a su vez, Rusia está ayudando a Irán en su programa nuclear. De hecho, el día previo al ataque sobre Israel, el primer ministro ruso había estado de visita en Teherán.
El portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, aseguró que en Kazan volverá a haber una reunión entre ambos mandatarios en la que, primordialmente, se hablará de las relaciones bilaterales… pero también se tratará la situación general en Oriente Próximo. Rusia ha condenado varias veces las acciones de Israel… aunque Israel siempre se ha negado a vender armas a Ucrania y a posicionarse en ese conflicto. Veremos cuánto aguanta la paciencia de Netanyahu al respecto.
Los países árabes se desmarcan de EEUU
Mientras Pezeshkian busca ayuda en foros y alianzas internacionales, su Gobierno sigue recurriendo a la amenaza militar como disuasión. Pese a los temores de infiltración del Mosad en el tejido institucional iraní -lo que habría hecho posible el asesinato del líder de Hamás, Ismail Haniyeh, en un hotel de Teherán y en la víspera de la toma de posesión de Pezeshkian-, el discurso iraní sigue basándose en amedrentar al enemigo y aparentar una superioridad militar que hay que poner en seria duda.
Aparte de recordarle a Israel que cualquier ataque será contestado “con una contundencia inaudita”, el objetivo actual del régimen iraní es coartar a los aliados regionales de EEUU -principalmente Arabia Saudí y los países del golfo Pérsico, pero también a Egipto y a Jordania- para que no cedan su espacio aéreo en caso de represalia israelí y dificulten en lo posible el despliegue de tropas estadounidense. De lo contrario, aseguran en Teherán, dichos países serán considerados cómplices y recibirán el mismo trato que Israel, algo que ya insinuó Pezeshkian en su intervención de hace dos semanas ante las Naciones Unidas.
Si bien la amenaza es muy poco creíble, pues, obviamente Irán no tiene medios para atacar tantos objetivos distintos, lo cierto es que los países árabes no están dispuestos a colaborar de ninguna manera en un ataque israelí. Por un lado, les encantaría, pues Irán es su gran enemigo, con esas ínfulas imperialistas de los ayatolás, pero sus opiniones públicas, por sometidas que estén, no lo tolerarían. Incluso Jordania ha declarado que no tiene problema en ayudar a Israel a defenderse, pero otra cosa muy distinta es colaborar en un ataque.
El objetivo, en realidad, es mitigar la respuesta israelí, sobre todo en lo que se refiere a un posible ataque sobre plataformas petrolíferas. Hay verdadero pánico en la zona a que el precio pueda descontrolarse, al tratarse de países cuya economía depende casi exclusivamente del crudo. Es exactamente el mismo miedo que tiene Estados Unidos, pero no está claro que Israel vaya a pararse a pensar en consecuencias de ese tipo. Desde el 7 de octubre, Netanyahu ha dejado claro que las decisiones sobre su país se toman en su país. Y no parece el mejor momento para cambiar de táctica.