Manifestantes yemeníes homenajean al fallecido líder de Hamás, Yahya Sinwar

Manifestantes yemeníes homenajean al fallecido líder de Hamás, Yahya Sinwar Reuters

Oriente Próximo

"No dejaremos caer la bandera de Sinwar": Hamás promete seguir luchando mientras busca un nuevo líder

Guillermo Ortiz
Publicada
Actualizada

Hamás confirmó este viernes el fallecimiento de su líder político y militar, Yahya Sinwar, a manos de un grupo especial de las FDI. La muerte de Sinwar ha cogido a ambos bandos por sorpresa, pues se produjo durante un tiroteo al limpiar los israelíes unas casas derruidas en el sur de Gaza. Sinwar estaba acompañado tan solo de otros dos militantes y sin rastro cercano de más unidades. La soledad de Sinwar resulta bastante significativa de lo que es ahora mismo Hamás: una banda dispersa, incomunicada y en la que cada unidad ha de actuar por su cuenta.

No quiso dar esa impresión Khalil al-Hayya, ayudante de Sinwar y delegado en Qatar, en el anuncio televisado de la muerte de su líder. Al contrario, al-Hayya se mostró retador y altivo, amenazando a Israel con continuar la guerra y asegurando que "no dejarán caer la bandera de Sinwar", a quien calificó de mártir.

En términos similares se manifestaron los portavoces de Hezbolá, que prometieron vengar su muerte con nuevos ataques sobre Israel, y el presidente de Irán, Masoud Pezeshkian, quien aseguró que la "lucha contra la ocupación" sigue viva en Oriente Próximo.

Son respuestas, en cualquier caso, esperadas. Ni Hamás ni sus aliados pueden reconocer ahora el estado de tremenda debilidad en el que se encuentran. Primero, porque desmoralizaría aún más a sus bases. Segundo, porque lo lógico es que se estén planteando algún tipo de negociación y uno no puede llegar a la negociación ya rendido de casa. Por último, hay que recordar que Hamás ahora mismo no tiene líder ni tiene siquiera una posición definida respecto a qué hacer en Gaza. Todo eso lo marcaban Haniyeh y Sinwar y ambos están ahora muertos.

Opciones continuistas

Empieza, por lo tanto, la búsqueda de un nuevo jefe, aunque es un proceso de una importancia relativa. Nadie va a conseguir acumular todo el poder que acumuló Sinwar en una sola persona, especialmente después del asesinato de Haniyeh en Teherán. No lo va a conseguir porque, como decíamos antes, no hay control posible sobre unidades dispersas y a menudo incomunicadas, tanto en los túneles como sobre el terreno. Lo más probable es que asistamos a un liderazgo compartido entre varias figuras reconocibles que intenten evitar el colapso total de la organización terrorista.

Uno de esos nombres podría ser el del propio Khlail al-Hayya. El hecho de que haya sido elegido como portavoz en un comunicado tan importante ya es de por sí una señal. Sin embargo, al-Hayya tiene un largo historial de trabajo a la sombra como negociador -ha participado activamente en las conversaciones de El Cairo- y está por ver si Hamás quiere colocar como líder reconocible a alguien importante o si prefiere utilizar algo parecido a un señuelo. Visto lo sucedido en los últimos meses, no es disparatado pensar que al siguiente al que nombren lo eliminará Israel más temprano que tarde.

Los otros nombres que apuntan medios estadounidenses como la CNN son Mousa Abu Marzouk, antiguo fundador de la banda y uno de los responsables políticos de la misma en la actualidad; Khaled Meshaal, antiguo jefe político y figura respetada en la comunidad internacional... y Mohammed Sinwar, hermano de Yahya, responsable de las infraestructuras civiles y militares de Gaza y un hombre que contaría con el apoyo de los militantes, especialmente de los combatientes.

La lucha entre Meshaal y Sinwar sería la lucha entre una posición más diplomática y proclive a una negociación y una posición más cerrada y continuista que buscaría el enfrentamiento contra Israel allí donde fuera posible. Sin el apoyo militar de Hezbolá, que está a sus propios asuntos, ni el de Irán, también en conflicto abierto con Israel y en diálogo constante con Rusia para posibles alianzas de futuro, ese enfrentamiento parece tener poco recorrido.

En cualquier caso, como quedó dicho, el líder elegido tendrá poco margen de acción y poca esperanza de vida si no hace algún gesto de cara a Israel como la liberación parcial o total de los rehenes aún con vida o, al menos, la repatriación de los cadáveres de los fallecidos.

¿Negociación o escalada?

Tampoco está claro que Israel lo vaya a poner fácil. Tras la euforia y el optimismo de las primeras horas entre las familias de los rehenes y los mensajes positivos de Estados Unidos, llega el momento de enfrentarse a una decisión: terminar con Hamás ahora que está casi hundida... o conformarse con una victoria negociada que satisfaga gran parte de sus demandas desde el inicio de la guerra. El presidente Biden presiona por lo primero, como ha hecho siempre, pero no está claro que Netanyahu le vaya a hacer caso.

Desde el punto de vista militar, un recrudecimiento de los ataques tendría sentido. Hamás está descabezada y, aunque su eliminación definitiva es imposible -está demasiado infiltrada entre la población civil y sus aliados exteriores son muy poderosos- sí se la podría apartar del poder a la fuerza durante unos cuantos años.

Del mismo modo, en las FDI confían en que la muerte de Sinwar les permita centrarse en el paradero de los rehenes, probablemente dispersos por toda la Franja, y eso haga innecesaria negociación alguna. Esta es la postura que defiende el ala más ultraderechista del gobierno... pero también el ex primer ministro conservador Neftali Bennett, uno de los políticos más valorados entre la población israelí.

Por otro lado, la tentación del alto el fuego está muy presente si se da en las condiciones exigidas por Israel: regreso de los rehenes a casa, entrega de armas y abandono del gobierno de la Franja en favor de una figura árabe de consenso que permita tener un interlocutor fiable en la zona. Aunque Netanyahu se ha opuesto siempre a la idea de los dos estados, probablemente viera con buenos ojos la restauración del dominio de Fatah y la Autoridad Palestina en los territorios ocupados.

De esa manera, se alejaría la influencia iraní y se consolidaría algo parecido a la diplomacia entre palestinos e israelíes como se llegó a ver durante los últimos años de vida de Yasser Arafat. Sea como fuere, el primer ministro sabe que tiene la sartén por el mango y que puede decidir entre la fuerza y la palabra siempre que esta sea de su agrado. Pausar la situación en Gaza para poder centrarse en Líbano y en Irán tampoco le haría mal ni a su país ni a su ejército después de más de un año de tensión diaria.