Igual que los ateos pasan más horas que nadie hablando de Dios, no hay quien hable tanto de la monarquía como los republicanos. La palma de la obsesión con el Rey se la lleva Pablo Iglesias.
Quien debería ser el macho alfa de la corriente antimonárquica se pasa la vida dando matraca con la Corona. Primero, que si quería que el Rey le recibiera. Luego, que si sabía de buena tinta que Letizia tiene ganas de reunirse con él. Después, el número con el regalo a Don Felipe del DVD de Juego de tronos -los que flipan con Juego de Tronos no han leído a Shakespeare en su vida- acompañado de la frase absurda "voy a romper el protocolo", en una tierna mezcla de disculpa y amenaza. A la sentencia supuestamente demoledora el Rey respondió con una sonrisa "no, no has roto nada", que fue como decirle a Pablo Iglesias, "anda, niño, que no es tan fácil jugar con los mayores".
El último episodio Pimpinela de Pablo Iglesias y la monarquía es el de la convocatoria para asistir a los festejos del 12 de octubre en el Palacio Real que el líder de Podemos no había recibido. Los suyos andaban indignados con el real ninguneo al cabeza de cartel y lo dijeron tan alto que desde Zarzuela alguien se apresuró a encontrar la prueba fehaciente de que la invitación había sido cursada.
La anécdota nos deja dos evidencias: una, que los de Podemos tienen un carajal organizativo de padre y muy señor mío si se les pierden hasta los correos que les mandan desde palacio. Dos, que en el fondo Pablo Iglesias no puede vivir sin enredar con el rey, la reina, la corona, la institución y la madre del cordero.
El sábado, Iglesias declaró que había declinado la invitación tan ansiada. Como rezaba el redicho comunicado que Podemos envió a Zarzuela "consideramos que nuestra presencia es más útil en la defensa de los derechos y la justicia social de este país".
Leyendo esto, yo creo que se han liado: a Pablo lo llamaban para tomar una croqueta y una copa de vino, no para quedarse a vivir con los Reyes evitando así que defendiese la justicia social y todas esas cosas que al perecer le tienen tan ocupado.
Tengo una teoría sobre la espantada de Iglesias: cuando sale una encuesta como la publicada ayer, que señala el despeñe de Podemos, lo último que le apetece a Pablo es aguantar el tipo delante de 1.500 invitados, y menos si la previsible estrella del sarao va a ser Albert Rivera, el líder del partido que les está comiendo la merienda a él y a los suyos.