Ha ocurrido otras veces que a quien ha denunciado en una organización la irregularidad cometida por uno de sus miembros se le ha hecho el vacío. Así que no es nada del otro mundo que cuando Jordi Guasch, presidente local de CiU en Torredembarra, confió al partido sus fundadas sospechas de que Daniel Masagué, alcalde y compañero de filas, se lo estaba llevando crudo, nadie le hiciera maldito el caso.
Lo sorprendente es que una concejal de ERC denunciara eso mismo a sus jefes y ninguno moviera un dedo. Bueno sí, a Montserrat Gassull le retiraron la asistencia letrada cuando el alcalde le puso una querella por injurias. El puntapié a su propia edil estaba justificado, según la dirección republicana, porque hizo "acusaciones sin ningún tipo de prueba jurídica" y "empleó un tono políticamente incorrecto y muy agresivo".
Lo bien cierto es que el tal Masagué acabó en la cárcel. No era, pues, una cuestión de tono. Jordi y Montserrat tenían razón. De aquel hilo ha salido el ovillo de la financiación irregular de Convergència.
Que CiU ignorase a Jordi tiene dos posibles explicaciones: la autoprotección -el clásico cierre de filas para evitar el escándalo- o el latrocinio -si el aparato estaba al cabo de la calle y lo consentía-. Las trituradoras de documentos y las detenciones de las últimas horas, incluida la del tesorero de Convergència, parecen descartar el primer supuesto.
Que ERC despreciase a Montserrat sólo tiene una explicación: el partido es cómplice de Convergència. O en el saqueo o en el encubrimiento.
Es impensable que el último militante socialista del último pueblo le fuera a Pedro Sánchez con información valiosa sobre Bárcenas y el líder del PSOE echase tierra sobre el asunto. Nadie puede imaginar que el afiliado popular más humilde de la aldea más modesta le llevara a Rajoy material incriminatorio sobre los ERE y que éste la desdeñase. He aquí el hecho diferencial de Cataluña.
A Montserrat, pese a estar durante años en ERC, la llaman "españolista". Jordi, para disgusto de su familia -nacionalista conservadora-, se ha hecho votante de la CUP. Es muy probable que tenga que volver a replantearse el voto. El mismo pegamento que une a Convergència y a ERC es el que ha vuelto a la CUP -otrora azote de presuntos delincuentes, sandalia en mano- tan comprensiva con la corrupción.