Todos los hemos visto ya en unas cuantas ocasiones: titulares que dejan de ser enunciativos, o incluso imaginativos, para convertirse en engendros intrigantes, en un intento de conseguir el clic a toda costa, en formulaciones del tipo “y no te imaginas lo que pasó después”, “no podrás dejar de mirar” o “las diez cosas que tienes que saber para”.
Los anglosajones lo denominan “clickbait”, “linkbait”, “listicles” o calificativos parecidos, y lo consideran una perversión de la idea de que “el fin justifica los medios”: de forma completamente simplista, dado que el tráfico es la supuesta medida del éxito en la red, tengo que conseguir tráfico como sea, incluso a costa de convertir mis titulares en un ejercicio de amarillismo, intentando aprovechar la generación de un “curiosity gap”, una “brecha de curiosidad”. La tentación es tan clara, que incluso en este mismo medio, en el que debido a su juventud la cultura aún no ha tenido tiempo de consolidarse en torno a determinados criterios, ha llegado a ocurrir en un par de ocasiones, no tanto con los titulares, como con la forma en que se publicitan en redes sociales. Esperemos que no se repita.
El clickbait es un cáncer del periodismo online, la encarnación del amarillismo en la red, y algo que todo medio que no quiera ser calificado como sensacionalista debe intentar evitar. Primero, porque es un ejercicio de mal gusto: los contenidos deben atraer a quien legítimamente interesen, no a quienes resulten engañados por titulares más o menos sensacionalistas. Segundo, porque genera una sensación de decepción en el lector, que en la práctica totalidad de los casos se encuentra con que esas expectativas de curiosidad no resultan saciadas por un contenido que habitualmente no se corresponde con la desmesurada promesa del titular. Y tercero, porque sencillamente, no es sostenible: en el momento en que todos los titulares de un medio - o de múltiples medios - tratan de explotar la misma estrategia, el lector pasa a etiquetar esos medios como no recomendables, a descontar esa brecha de curiosidad, y a dejar de prestarles atención.
Medios como Upworthy, Upsocl, BuzzFeed y otros han explotado este tipo de estrategias hasta el límite, y en algunos casos, han dinamitado buena parte de su credibilidad en el proceso. Los usuarios terminan por hartarse de este tipo de titulares, y por etiquetar a esos medios como lo que realmente son: amarillos. Por supuesto, el amarillismo también funciona: multitud de tabloides en el Reino Unido y otros lugares lo explotan, y tienen su público. Quien quiera seguirles, adelante. Para los demás, está el sentido común.