Pedro Sánchez lleva camino de ser la primera víctima de las elecciones generales. El líder socialista no cuenta con mimbres para formar mayoría, navega en tierra de nadie y, lo que es peor, sin el respaldo interno de su partido.
Enfrente, el último en marcar distancias con él ha sido Ciudadanos. La formación de Albert Rivera, después de haber sido preterida frente a Podemos y viendo cómo en el PSOE se les ignoraba, dijo este domingo que no le apoyará en una hipotética investidura. De todas formas, quedan aún muchos días de conversaciones y el cambio de rumbo de Sánchez, tratando de contar con C's, habla en su favor.
Con los barones enfrente
Sánchez se comportó de forma temeraria desde la misma noche del 20-D, apresurándose a augurar un gobierno de izquierdas pese a que la suma de diputados de PSOE, Podemos e IU (161) era menor que la de PP y Ciudadanos (163).
Después, el líder del PSOE trató de minimizar las exigencias de Podemos en materia de modelo territorial -referéndum de autodeterminación para Cataluña incluido- y los barones del partido tuvieron que llamarle al orden marcando unas líneas rojas en el comité federal.
Una vez desestimada por Rajoy la invitación del Rey para intentar la investidura, es casi seguro que Felipe VI le emplazará a dar el paso, y ahora será él quien quede en evidencia. Sánchez se equivocó al dejar a Rajoy toda la iniciativa -es decir, ninguna- para formar gobierno. Conociendo la proverbial pasivadad del líder del PP, insistir en negarse a iniciar negociaciones hasta que éste fracasara en el intento de construir una mayoría sólo podía volverse en su contra.
Rehén del turno de la Zarzuela
Es verdad que en términos políticos, incluso de responsabilidad institucional, Rajoy debería haber recogido el guante del Monarca y haber aceptado su candidatura, tal y como, por lo demás, había anunciado 24 horas antes que haría. Pero no tiene ninguna obligación legal de hacerlo.
Al final, Sánchez ha cometido el mismo pecado de falta de iniciativa que Rajoy y ha pasado a ser rehén de las reglas que ha marcado la Zarzuela: en tanto que líder de la segunda fuerza con más diputados, será requerido para la investidura. Si, siguiendo los pasos de Rajoy, se negara, se crearía una situación de parálisis. Y es que la Constitución tiene una laguna legal y no establece un tiempo límite para negociar antes del debate de investidura. Eso, sobre el papel, podría eternizar el actual Gobierno en funciones presidido por Rajoy.
Sánchez está dando a entender, en cambio, que sí aceptará el encargo del Rey, pero dado que no dispone de los apoyos necesarios para salir airoso, lo prudente -tanto por su parte como por parte de Zarzuela- sería esperar a la resolución del próximo comité federal del PSOE, que se celebrará el sábado, y en el que podría marcarse el rumbo para posibles acuerdos. De no ser así, de precipitarse los acontecimientos, el empujón del Rey a Sánchez podría acabar de arrojarlo a los leones.