Mariano se nos ha fogueado entre el tortazo callejero que le dieron en campo propio, entre el hijo respondón cuando lo de la radio, entre otro espontáneo que le cantó las verdades del barquero delante de la (su) plana mayor el otro día.
"Nada te turbe", que diría diría Santa Teresa, y a Mariano nada le turba, porque Rajoy sabe que cuando en la merienda de negros del debate a cuatro le griten "Bárcenas", él cogerá su atril y tendrá un par de refranes -confundidos- en la punta de la lengua.
Pasa que Mariano se nos ha hecho plural, y responderá a un Parlamento plural con sus mejores armas: a saber, el vacío, el no dominio de un debate, la cara de circunstancias y esa d intervocálica que se le cae en los momentos en que se embala y se viene arriba.
El tiempo correrá a favor en el debate a cuatro que ha aceptado Mariano: el cadáver del enemigo trino se matará a tortas por lo de Venezuela, (Bolívar arriba, Bolívar abajo -jamás tuvo el chavismo mejores voceros-), y el mogolllón de la corrupción pepera, pues eso, que sí, que fue una mala gripe. Un fenómeno que ya sociológicamente le resbala, que le resbalará más aún. Y así que vengan más campañas.
Rajoy y tres más en el gallinero del debate con bula. Un viejo analista electoral me comentaba el domingo, a la solana y en camisa, que en el PP andan de dulce incluso con las peores encuestas internas que "dan el sorpasso por seguro, querido Jurado".
Que sí, que Rajoy se ha fogueado en lo público. Se ha hecho un hombre nuevo. Por narices que en esta campaña tendrá más tablas, más reverso, más fondo dialéctico. Es el hombre ante la multitud, ante la multitud con tragaderas. Es la serenidad del tic o el tic sereno, mientras lo que es "la nueva política" se le pone insoportable y gritona.
Pero Rajoy ahí tiene la mirada perdida, el rictus en la inopia, y eso vende entre su prostática legión. Ni clubes de debate ni leches. Se permite Rajoy la vacilada de no despeinarse en un vis a vis con Sánchez: lo cual es una sobrada, una justicia poética al perseverante, un milagro de Santiago Apóstol en forma de sorpasso y RIP al SOE. Y Mariano que sale a pasear canillas en un paseo marítimo.
Rajoy es al final como Julio Salinas, como el Cid empalado en el lomo de Babieca: un muerto que sirve y que galopa y remonta. Tanta Levy con chicle nervioso, tanto Casado en americana, y al final el abuelo va a tirar de retranca, de obviedades y del raca/raca de qué nueva es la vieja política en la TV.
La democracia ha hecho un camino muy largo para llegar a un debate a cuatro con el Estafermo.
Y todo lo contempla el arriolismo, queridos.