El Gobierno ha decidido montar en un avión oficial a las principales autoridades del país para llevarlas a la manifestación de Barcelona del sábado. Es un error. Un viaje así sólo se entendería si el punto de destino estuviera a una gran distancia o presentase dificultades de acceso. No es el caso. Madrid y Barcelona están perfectamente comunicadas por puente aéreo, AVE y carretera.
Además, no estamos ante un acto institucional, de obligada asistencia, sino ante una manifestación abierta a la que se puede sumar cualquier ciudadano, y que invita a que cada uno acuda por su cuenta. Al fletar este viaje, la sensación que se traslada a la opinión pública es que el Gobierno recluta y tiende una innecesaria alfombra roja a los altos cargos del país.
Pablo Iglesias, la sorpresa
De ahí a la imagen de "casta" y de distanciamiento entre la clase política y la calle sólo hay un paso. ¿Acaso carecen de medios las autoridades para desplazarse por sí mismas? Sorprende por ello la decisión de Pablo Iglesias de subirse a ese avión, en el que junto a Mariano Rajoy también estarán la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, la ministra de Defensa, el ministro del Interior, el de Exteriores, los presidentes del Senado y del Congreso, el presidente del Constitucional y varios presidentes autonómicos. Pedro Sánchez y Albert Rivera han declinado la invitación.
La iniciativa es desafortunada también porque ayuda a construir el relato de los separatistas. Las altas autoridades del Estado desembarcan en Barcelona procedentes de Madrid. Y lo hacen como si llegaran del extranjero, formando un todo homogéneo a sólo 35 días de la fecha del referéndum independentista.
Error de seguridad
Incluso desde el punto de vista de la seguridad ese viaje es un disparate. Recuérdese, por ejemplo, el fatídico accidente de avión de 2010 en el que pereció la cúpula institucional y política polaca camino de Smolensk para recordar el 70º aniversario de la masacre de Katyn. Con el presidente Lech Kaczynski viajaba casi todo su gabinete presidencial y los principales jefes del Ejército.
El Gobierno todavía está a tiempo de cambiar de planes. Debería suspender el vuelo de ese 'viaje de Estado' que sólo puede contribuir a generar suspicacias entre los ciudadanos.