Un rapero subversivo, el cirujano de los famosos, Sonsoles y el duque de Edimburgo
De las sentencias de Hasél al ingreso de Felipe de Edimburgo; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Pablo Hasél
La que ha liado. Pablo Hasél, que en realidad no se apellida Hasél sino Rivadulla, nació en Lleida y se adaptó a unos cuantos ecosistemas. La estrella de la semana. No diré que a su pesar porque a él no le pesan los hechos. Los lleva con tal ligereza que son los hechos los que le llevan a él.
Pablo decidió en un principio quedarse sólo con el nombre de Hasél, inspirado en un cuento de literatura árabe que nada tenía que ver con Las mil y una noches.
Grandullón y mofletudo, se gasta un ramalazo sectario como para salir corriendo. Condenado cuatro veces que parecen cuatrocientas. Cuando se le amontonaron los antecedentes acabó entre rejas.
Su padre, Ignacio Rivadulla, fue presidente del Deportivo Lleida hasta que el club pereció ahogado en su propia deuda. Así que el joven Pablo, o Pau, heredó el sambenito: “Hijo de papá”. Un abuelo militar le ayudó a hacer historia. Por suerte para el rapero, esa historia cambió de signo. Volvió a empezar la semana pasada, pero ahora desde la trena. Entremedias cargó con cuatro condenas, dos firmes y dos recurribles.
Pablo Hasél ha confesado su admiración por artistas menos agresivos, como Joaquín Sabina, Ismael Serrano y Silvio Rodríguez. Devociones que comparte con sus musas revolucionarias: Che Guevara, Vladimir Maiakovski e Iósif Stalin.
Ha escrito libros y poemarios para aburrir (Trastorno tripular, Haciéndome la autopsia…) y verdaderas animaladas sobre políticos que le caen gordos. No le haré el juego reproduciéndolas.
Enrique Moreno
Es uno de los mejores cirujanos de España y parte del extranjero. O eso dicen. Especialista en aparato digestivo, tiene especial fijación por los órganos más delicados. Verbigracia: el páncreas, cuya proverbial maldición es de todos conocida. Los pacientes que sufren enfermedades con el estigma de incurables lo primero que hacen es informarse sobre el cirujano en el que habrán de depositar su confianza.
En Madrid suele ganar por goleada Enrique Moreno (82 años), que es Premio Príncipe de Asturias y ha recibido condecoraciones de todas las categorías. Pero sigue operando como el día en que cumplió 30 años. Ha contribuido a aumentar la tasa de donación de órganos en España. Goza de prestigio y mano firme. En su contra juegan los delirios de autorreferencia. Le gusta convencer a sus pacientes para que se dejen operar por él. Ese aspecto de su biografía es sobradamente conocido. Pero algunos pacientes, como el cantante Raphael, le deben la vida y lo tratan como un dios.
Si el paciente tiene la suerte de que el origen de su dolencia no sea el páncreas, ya puede dar gracias al cielo. Raphael puso el hígado en sus manos y el doctor Moreno obró el milagro del trasplante. Cayetano Martínez de Irujo es otro de los famosos que confió en el célebre cirujano. Confiesa que también él le debe la vida.
Lo llaman el cirujano de los famosos porque en su consulta hay cola de nombres compuestos a la espera de un trasplante. Es como ir a Lourdes. Sin embargo, se le resistió el esófago de Enrique Morente, cuya familia denunció al cirujano por mala praxis. Pero “los cirujanos no estamos para discutir con los familiares de los enfermos”. Es su declaración de principios.
Su última obra no es una operación quirúrgica sino literaria. Supongo que también en este caso el doctor se ha mostrado como una autoridad. Es la novela de su vida y supongo que no habrá nadie que la cuestione. Por si acaso, que toque madera.
Duque de Edimburgo
Era el guapo de la familia, y hasta hace muy poco lo ha seguido siendo. A sus 99 años de edad goza de apostura y porte, suele presumir de bronceado rural y cubre su pronunciada calvicie con elegantes sombreros.
Isabel de Inglaterra se enamoró de él. Y no está claro que él se enamorara de ella, pues siempre tuvo merecida fama de mujeriego.
Esta semana se encontró mal y su médico lo ingresó en el hospital King Edward VII. No se sabe cuál fue el motivo de la afección que motivó el ingreso, pero no guardaba relación con la Covid-19.
Felipe de Edimburgo estará unos días más en observación antes de regresar a Windsor, donde permanecerá aislado con la reina Isabel. Ambos están ya vacunados. La primera dosis se la pusieron a primeros de enero, aunque no hubo trato de favor.
El príncipe de Edimburgo cumplirá cien años en junio. Es de suponer que la reina ya tendrá pensado el regalo. Cuando cumplió 90 años le concedió el título de Gran Almirante con tratamiento de lord. Siempre ha sido muy detallista con su marido, desde el casamiento, cuando le nombró príncipe de Edimburgo con tratamiento de alteza real.
No siempre aguantó Felipe las diferencias familiares. En este sentido, se parecía al marido de Margarita de Dinamarca, Henry de Laborde de Monpezat, un conde francés que soportó malamente el hecho de no ser rey, así como las pataletas que le inspiraba su esposa.
Felipe de Edimburgo no llegó a ese extremo, pero solía quejarse a menudo de que nunca había podido ponerles el nombre de Felipe a sus hijos. Celos de la realeza.
Sonsoles Ónega
Hay dos clases de periodistas, los serios y los frívolos. Por decirlo de una forma más académica, los del telediario y los del entretenimiento. Del telediario son, por ejemplo, Pedro Piqueras, Ana Blanco, Vicente Vallés, Helena Resano, etc. Los de la rama del entretenimiento son los de Sálvame o los de El Hormiguero, aunque los hay que son mitad y mitad, como es el caso de Iker Jiménez (IV Milenio) o Sonsoles Ónega (Ya es mediodía).
Sonsoles dejó el Congreso de los Diputados para incorporarse al parchís de la actualidad sustituyendo (un suponer) a Santiago Abascal por Isabel Rábago. En el caso de Sonsoles, el secreto radica en que no se note la sustitución. Ella está para informar y sonreír, de ahí que el espectador se dé perfecta cuenta de que es una mujer informada y risueña. Si no contara la actualidad ni sonriera, sería simplemente una seta.
Sonsoles está rodeada de colaboradores que no forman ni informan, pero reivindican mayor exposición ante las cámaras y más tiempo de protagonismo. Es el caso de Alba Carrillo, una chica con remango (que no se me olvide: también tiene una mamá muy remangada) y una tal Marta López, que se hizo famosa por salir con un novio (uno de tantos) y pillar el virus un día que se fue de fiesta y no puso cuidado. Ahora Marta guarda a sus parejas y no las muestra públicamente. “Marta es Marta”, el nombre con que la presentó la madre que la trajo al mundo.
Marta es Marta y Sonsoles es Sonsoles. No se pueden ni comparar. Sonsoles sigue siendo la periodista risueña que caza noticias bajo el sol del mediodía.