Manolita guardia urbana, como en aquella entrañable película de Manolo Morán y Tony Leblanc. Y Manuela del vahído mejor, gracias. Manuela Carmena, que quiere limitar la velocidad a 70 kilómetros por hora en la M-30. Manuela, que se preocupa por el Medio Ambiente, por los gases nobles y por los gases contaminantes, y eso aunque tenga el Consistorio hecho un Cristo, casi una agencia de colocación de acampados; una cosa media asamblearia, entrañable, donde todo antisistema es bienvenido y subvencionado. Manuela anda sin vivir en ella con el problema de la porquería en el cielo de Madrid; dijeron que había que alcanzar el cielo, y pasa que Manuela, tan doméstica y tan hacedora de magdalenas, quiere barrer de miasmas el cielo azul de Velázquez. Carmena va a oxigenar el aire de Madrid con cuatro chorradas sacadas del ecologismo más rancio; el de Sabanés y su “cuota verde” por ir precisando.
Manuela Carmena va a dejar el aire de Madrid como una patena. Ésa será su herencia a todos los madrileños; como los soterramientos de Gallardón o la chapa que Álvarez del Manzano daba a todo tabernero castizo para que le colgara el retratito consistorial encima del cuadro de la Virgen de la Paloma: a la izquierda de la máquina de tabaco y a la derecha de Dios padre. El municipalismo es eso; venirse arriba con el bastón de mando y cambiar el mundo cuando el cometido del alcalde es, en puridad, es el de recaudar el IBI y nuestras basuras. Pero en cada alcaldía hay un Obama en potencia, y cierta querencia peronista por salir al balcón el día de la patrona. Para el recuerdo quedan Barberá y sus jefadas o el populismo hortera de Celia Villalobos en Málaga. Y más alcaldes del disparate que vendrán en esta España rajoyniana donde Rufián es el oráculo y Ramón Espinar un humilde promotor inmobiliario a la izquierda; casi que un Jesús Gil con barbita progre.
"La fiebre sube cuando cae la tarde pero hasta que no pones el termómetro no lo sabes", dijo Carmena el miércoles por justificar el canguelo que metió a todo conductor con la historia de la restricción de vehículos. Y tan pancha se quedó con la metáfora. Manuela piensa en un Madrid circulado, quizá, por escarabajos lentorros como el de su añorado Mújica.
Va de suyo que Carmena se desvive por el cielo de Madrid, que es prioritario. Lo del suelo con medio palmo de porquería es una maledicencia de la prensa, como el pisito del compañero Espinar.