Todavía recuerdo la incomodidad que me causó ver a Jordi Évole perseguir por la calle con las cámaras a Juan Cotino pidiéndole explicaciones por su mediación con las víctimas del Metro de Valencia, y el estrepitoso silencio que obtuvo por respuesta. Cotino quedó tan ridículo, que aun reconociendo el acierto del periodista no pude evitar cierta desazón. Es un sentimiento parecido al que algunos experimentamos ante imágenes explícitas de violencia. Aquella noche, en Salvados, a Cotino le pasó un tren por encima.
La Sexta ha construido un relato por el que se erigía en paradigma de intrepidez e independencia. De ahí que hayan caído como una bomba las grabaciones de la operación Lezo que revelan que no se guió siempre ni por la búsqueda de la verdad ni por criterios profesionales.
Dediqué en días pasados unos folios a explicar por qué Al rojo vivo, santo y seña de la cadena, había quedado muerto, primero, y después enterrado. Carece de lógica alguna que un espacio dedicado a eviscerar cada mañana el mundo de la política haya pasado por alto el escándalo de las grabaciones que demuestran que hoy, en España, hay un acuerdo entre el Gobierno (PP) y un grupo de comunicación (Atresmedia) para perjudicar a un partido (PSOE). Salvo que la lógica, claro, no sea la periodística sino la del poder.
Lo de "el sándwich al PSOE con la Sexta funciona de cine", confesado por Mauricio Casals, más allá de desenmascarar al hombre que susurra a las vicepresidentas, perseguirá para siempre a La Sexta. Ni más ni menos como a García Ferreras le va a incordiar esta otra confidencia del hombre fuerte de Atresmedia a Ignacio González que ha rescatado la grabadora de la Guardia Civil: "Se ha portado García Ferreras de cine".
Cuando este viernes el periodista defendió en antena su profesionalidad, además de volver a obviar cualquier alusión a las oscuras maniobras de Casals, sostuvo que han de ser los espectadores de la cadena quienes le juzguen, lo que viene a ser algo así como establecer que sólo a quienes les gusta el dulce decidan si rebajamos el precio de los pasteles.
Descartado que Évole entreviste algún día a Casals sobre el contubernio político-mediático para acabar con el PSOE, la operación Lezo es para la credibilidad de La Sexta lo que el accidente del Metro de Valencia para la reputación de Cotino.