Si, tergiversando al prusiano Clausewitz, al que citan los puretas, “la política es
una continuación de la guerra por otros medios”, esta imagen es un detalle de
‘Las Lanzas’. Fíjense bien: el socialista José Luis Ábalos parece el capitán general Ambrosio Spínola, al mando de los Tercios de Felipe IV; Pablo Iglesias es igualito a Justino de Nassau, de la Casa de Orange; y el Congreso de los Diputados, último día de la tercera moción de censura de la democracia, es Breda en el momento de la capitulación de las tropas holandesas.
Es verdad que el reparto de papeles entre los protagonistas de esta imagen no se ha dirimido todavía, como tampoco resolvió la Guerra de Flandes el mítico cuadro de El Prado, pero su gestualidad parece calcada de los personajes que el maestro Velázquez retrató en 1635.
Pablo Iglesias extiende la mano derecha a su oponente, baja la cabeza, frunce los labios y hace una ligera genuflexión mientras alza el codo con los apuntes de las invectivas. José Luis Ábalos, veterano socialista de terno clásico en tiempos modernos, lo recibe con ambas manos como hacen los curas y los maestros con las descarriadas y los traviesos.
Esta fotografía es interesante, más allá de los inesperados ademanes versallescos de ambos, porque marca un punto de inflexión en la procelosa relación entre Podemos y el PSOE. La izquierda airada ha desistido del ‘sorpasso’ e intenta ahora ‘opar’ al primer partido de la oposición por la vía del embeleco: es decir, Iglesias ha hecho suya en parte la estrategia de Íñigo Errejón.
El PSOE, por su parte, ha pasado de ignorar torpemente a Podemos y se concentra en mejorarle el discurso por la vía de la sensatez y la experiencia para recuperar los votos que se le fueron por la izquierda: es decir, se ha adaptado al marco de la bipolaridad PP-Podemos para no acabar derretido como una loncha de gouda en el sándwich de Atresmedia.
Sus líderes se regalan los oídos en público, pero recelan abiertamente el uno del otro. Iglesias quiere endosar a Sánchez su propio fracaso llevándolo a la celada de sus contradicciones, sabedor de que no puede pactar con los sediciosos. El secretario general socialista, sin embargo, sabe que no se puede fiar del mismo tipo que no quiso echar a Rajoy cuando hubo ocasión y aguarda su desenmascaramiento.
El cuadro de Velázquez refleja el momento en el que el gobernador de Breda entrega
las llaves de la ciudad al grande de España. En esta fotografía, buscada por el
líder de Podemos, no está nada claro cómo acaba la historia. No hay duda de que ese minué de Iglesias a Ábalos en el Congreso acaba en cabezazo, doble Nelson o abrazo del oso. Lo que no sabemos aún es quién de los dos acaba sobre la lona parlamentaria, pues no siempre los ademanes predeterminan los comportamientos.