Cada semana me ocurre más veces, y a lo largo del tiempo he aprendido que es bueno poner las frustraciones personales por escrito: cuando hablo de transformación digital, de la necesidad de que las empresas modifiquen sus planteamientos más básicos para adaptarse a un entorno que ya nadie duda que está aquí, de una disrupción que va a decidir quiénes son los ganadores y quienes desaparecen en cada industria, apunto ambiciosamente a la luna... y mi audiencia mira el dedo y cree que les estoy contando "que tienen que instalar un programa determinado".
Transformación digital es otra etiqueta de esas que algunos utilizan para vender lo que quieren. Los proveedores de herramientas tecnológicas te dirán que transformación digital es instalar las suyas. Pero a lo largo del tiempo, algo deberíamos haber aprendido. Reducir conceptos a herramientas es un error que se paga caro, y en el que muchísimas compañías han incurrido a lo largo de su historia reciente.
Transformación digital es estrategia. Y para liderarla no vale cualquiera: tiene que ser alguien que haya experimentado esa transformación a nivel individual. Que demuestre en el día a día que quiere estar ahí, leyendo lo que hay que leer, compartiendo, inspirando y hasta transpirando su importancia. Transformación digital no son herramientas, sino liderazgo.
Si a estas alturas, un líder empresarial no se ha dado cuenta de la necesidad de adoptar canales de comunicación digitales, de que un número creciente de sus clientes optan por mensajería instantánea, por chatbots, por interactuar en una página web o en una red social, no debe seguir en su puesto mucho tiempo. Y hablamos tan solo de la primera fase de la transformación digital.
Pero si, entrando en la segunda, no ha entendido que su compañía debe orientarse a la generación y análisis de datos para educar algoritmos con ellos y que sean más inteligentes que los de sus competidores, posiblemente tampoco. En cada producto, en cada función. Y por supuesto, en la forma de trabajar.
Finalmente, transformación digital es entender que, en un mundo hiperconectado, las compañías serán más eficientes, más planas, más distribuidas, menos jerárquicas y más abiertas. Todo lo que pueda convertirse en plataforma, lo hará, y quien tenga el acierto de crear una plataforma y popularizar su uso, adquirirá el derecho a diseñar sus reglas.
La transformación digital es mucho más que un conjunto de recetas o un manual de herramientas: es adaptar una compañía a un entorno que ya está aquí. Es normal que haya confusión. Pero quien no salga pronto de ella, perderá mucho. En todos los sentidos.