En un año los recuerdos se agolpan y la cabeza demuestra eso de la memoria selectiva. Recuerdo las escalinatas, la cara mohína de los golpistas cantando Els Segadors ya con las heridas abiertas. Y antes el sí y el suspenso de la DUI, cuando a Puigdemont le pudo ese acojone del que no se libran ni los caudillos tardíos del pueblo elegido. Ha pasado un año y el independentismo ha quedado retratado como un movimiento palurdo que, desde la Constitución, nos tiene tomadas perfectamente las medidas.
En este año en el que vimos cómo todo un artículo constitucional -el 155- se desnaturalizaba a la medida de Rajoy, España ha vivido demasiados días históricos. De la victoria de Arrimadas a los paseos de Torra por la Moncloa. Del Torra del ultimátum al Torra tuitero, va la crónica de un tiempo y de un país. En todo este tiempo, Puigdemont prófugo se nos ha hecho un hombre, ha mejorado los idiomas. El complejo de inferioridad freudiano le ha convertido en un líder botarate al que siguen demasiados botarates sin oficio ni beneficio. Expulsan al PDeCAT de los liberales europeos por corrupción y entendemos que esto llega tarde y mal, y en europeo.
De los protagonistas de aquella fecha histórica de DUI con paradiña, el que mejor vive es Junqueras, buda/zen del prusesismo. Acaso porque el prusés deshace sus hombres y Lledoners los rehace. Puigdemont es consciente de la imagen bendita de Junqueras y de ahí la Crida, que pasa por ser la noche de los lacitos largos con mucho de estética neo...
Va acabándose el tiempo de gracia que el inefableTorra concedió a Pedro Sánchez, y el sol sigue saliendo. Ha nevado algo por el pre Pirineo. En los telediarios veo que refieren aquel día de la Declaración Unilateral de Independencia con cierta prisa. Fue cuando se consumó un golpe chusco y en diferido de cuyas consecuencias directas o indirectas viven Sánchez y el holograma de Sánchez que nos proyecta Iván Redondo.
El 155 de verdad y la igualdad de los españoles son nanas antiguas, cuentos para dormirnos a los que ya nos conocemos a nuestros clásicos.
Cambiamos al sorayato por las machadas de Lola Delgado, a Puigdemont por Torra, y habrá quien interprete esto como la evolución histórica hacia el vacío. Al año de la DUI seguimos tocados y más hundidos. A la luz de los hechos, la pachorra patria no se fue con Rajoy.