Hace dos años, poco antes del 1 de octubre, la CUP lanzaba un vídeo promocional en el que en resumen, daba por finalizado “el procés”. La cosa iba de una reata de cuperos que empujaban una furgoneta a la que después de lo que se suponía habían sido dos años, despeñaban por un barranco.
Aclaro que la furgoneta era “el procés” y el motor, “el pueblo”. Así que era pertinente la pregunta de los esforzados cuperos asomados al abismo contemplando el destrozo del vehículo.
- ¿Esto es Ítaca? –decía uno.
- Esto es un barranco. Ítaca la hace el pueblo –contestaba otra.
Y la gran pregunta.
- ¿Y ahora qué?
La respuesta la daba una sonriente Anna Gabriel con su imagen abertzale de antes del tuneo ginebrino.
- ¡Ahora empieza el mambo!
Lo que Gabriel y el resto de cuperos llamaron “el mambo”, ustedes ya lo conocen. Lo vieron en directo el 1 de octubre y los días que le siguieron. Algunas, como ella misma, también saben las consecuencias. Esas que, créanme, son el único dique que ha permitido que no se haya ido más allá frente a dos gobiernos de España o débiles o cómplices. Y también, para que Torra -el carcelero de Lledoners- y el resto de hermanos mártires, aparten el cáliz de la autoinmolación tanto como puedan -y la investigaciones abiertas les permitan-.
Porque esos que mientras dejan en suspenso la vida real de los catalanes, mueven los hilos de la indignación y alientan el sentimiento de frustración de los suyos, esos ya no piensan correr ningún riesgo.
Hay quien cree que el martes los secesionistas pincharon. Que del espectáculo apocalíptico que pintaba la ubicua Pilar Rahola -con transistor a pilas, sillas plegables, acopio de víveres y de ratafía- a lo que realmente se vivió, media un abismo y que eso es una buena noticia. Los más optimistas hablan de un proceso que se deshincha. Comparan con las cifras del año pasado, se ríen de las marchas con antorchas y las procesiones llevando una urna en andas. Minimizan los actos violentos. No lo entienden.
La violencia en Cataluña no es ocasional, es estructural. Cuando la pretendida identidad de una comunidad se construye a partir del relato del padecimiento de una larga lista de agravios y abusos de poder que algún día tienen que terminar. Cuando se cimienta una sociedad en el “nosotros” y el “ellos” y sutil o groseramente (desde la escuela, desde los medios de comunicación) se asignan valores positivos a los primeros y negativos a los ajenos. Cuando se muestra que conculcar la legalidad de “ellos”, de los opresores, no sólo es bueno o normal, sino que además no tiene consecuencias porque son sus leyes, y por eso son injustas. Cuando se margina impunemente la lengua común y se señala a sus hablantes. Cuando el Estado ha desaparecido de ese territorio. Cuando todo eso ocurre, desmontar sus consecuencias requiere algo más que buena voluntad, diálogo, tacticismo de vuelo corto y mucho menos, limitarlo a una campaña electoral.
Los que este martes no salieron a la calle no dejaron de hacerlo porque piensen que ya no tienen razón. Puede que estén cansados, defraudados o simplemente quieran seguir con sus vidas. Pero ojo, esas vidas las presumen mucho mejores si en lugar de seguir en España viviesen ya en la República catalana que les prometieron.
Los que han alentado esa ensoñación desde las instituciones y con grandes dosis de corrupción, llevan modulando la violencia estructural de Cataluña desde hace décadas en función de sus intereses y aunque parezca que se les ha ido de las manos, aunque se crea que una actuación puntual la hará desaparecer, no es cierto.
Las raíces del resentimiento sólo pueden generar violencia, injusticia o frustración. Son profundas, eliminarlas requiere voluntad, valor y convencimiento.
Dice Sánchez que no se esconde nombrando a España, que si el 155, que si no le temblará el pulso, que si el PSOE es un partido patriota. Hay quien piensa que todo vale en campaña y puede que convenza a muchos de que sus alianzas en Cataluña, en Navarra o en Baleares son un mero accidente.
Yo pienso en esa sociedad civil que desasistida y todo resiste, con pequeños o grandes actos de heroísmo y rebeldía. Y también en la que ha llegado al delirio y que no sé cómo canalizará su desengaño. Unos y otros necesitan algo más que márquetin. No pueden seguir siendo rehenes de incompetentes o de aprovechados.
Ahora España, y ayer, y mañana.