"Bah, hijo, dedícate a coleccionar coches deportivos o algo así. Para el mundo, no eres nadie: tu vida va a pasar totalmente desapercibida". Algo así de hiriente le dice Logan Roy, el magnate mundial de los medios de comunicación, a su primogénito en la serie Succesion.
Ser útil al mundo, tener un impacto determinado sobre él y que este sea positivo, es quizá una de las sensaciones más acogedoras a las que uno pueda aspirar.
Probablemente, para muchos sea incluso más satisfactoria que la de serle útil a uno mismo, eso por lo que la mayoría lucha hasta la extenuación. En un buen número de casos, lo hacemos de forma automática, sin recordar que la felicidad a menudo deriva del bienestar procurado a los demás, y no tanto del generado por uno para sí mismo.
Seguramente, al menos en parte, es por eso que Inés Arrimadas ha decidido ser valiente, como ella misma dice, y dar un paso al frente, una vez consumada la desaparición política de Albert Rivera. Independientemente de las necesidades de su ego, que las tendrá, resulta probable que servir a los ciudadanos sea uno de los ejes sobre los que se asienta la en cualquier caso arriesgada y también ambiciosa decisión de la diputada de Cs.
No todos los políticos, por supuesto, consideran los mismos objetivos. Algunos de ellos tienen particularmente elaborados, y ejecutados, los opuestos a éstos. En Andalucía la Justicia acaba de dictaminar que durante una década la cúpula socialista que dirigió la Junta no parecía tener, por decirlo de algún modo, una obsesión especialmente intensa por servir a los demás. Al menos, de manera equilibrada y sensata. O legal.
Buscar un lugar en el mundo, como aquella excelente película de Adolfo Aristarain es, más que encontrarlo físicamente, hallar la manera de servirlo. Cada uno tiene sus medios para hacerlo, si se preocupa de encontrarlos. La manera de ser útil al mundo de Richard Ford es escribiendo. Eso es, y es mucho, lo que el escritor norteamericano prefiere aportarle a la humanidad, como acaba de confesar al diario El Mundo en una entrevista.
El doctor Pedro Cavadas opera a la gente, y le mejora la vida a muchos de ellos, a menudo asumiendo riesgos que otros cirujanos prefieren eludir. Es su forma de ayudar al mundo. Lo cuenta después de asegurar a Álex Fidalgo en Lo que tú digas (Kailas, 2019), que es la persona que más ha estudiado del mundo, y que por eso puede tomar decisiones que otros profesionales de la medicina ni se plantean.
Igor Levit, quizá el mejor pianista del planeta, aún busca respuestas, las respuestas, en su teclado. Lleva toda la vida haciéndolo. No siempre las encuentra; o mejor dicho, solo lo hace sobre el escenario, que es donde se siente libre; en la vida continúa siendo, o al menos sintiéndose, un prisionero. Y eso que nadie como él es capaz de enfrentarse a las partituras de Mozart o de Beethoven escabulléndose, indemne y feliz, tras interpretar a cualquiera de estos dos genios. Pero claro, eso lo hace sobre una tarima, acariciando un piano.
La vida es mucho más complicada. O tal vez no. Quizá solo sea que las claves para vivirla dichosamente se ocultan cuando les sorprende el sol, o bajo el fulgor del astro que nos orbita, hasta colocarse en un lugar donde cuesta encontrarlas.
Siendo útil a los demás se acaba siendo eficaz con la gestión de la vida propia. Ayudar a los demás es, fundamentalmente, ayudarse a uno mismo. Ni Chaves ni Griñán, ni sus equipos, supieron verlo. De hecho, optaron por el modelo opuesto. Por eso uno de ellos pasará años en la cárcel y el otro inhabilitado.
El partido de Arrimadas ha vivido una debacle que ha costado un líder. Rivera dejó la política por mucho menos de lo que otros han hecho al frente de diversas responsabilidades políticas. El político de Barcelona sí logró, al revés que Kendall, el hijo de Logan en Succession, impactar al mundo, incluso aunque solo fuera por retirarse cuando había que hacerlo, cuando nadie más en su pellejo político lo habría hecho. Y eso, en tiempos de EREs y Gürtels, ya es mucho.