'Queridas amigas, el día 13 del presente, onomástica de San Fulcrán y San Poliuto, nuestra compañera Irene celebró su cumpleaños. Queridas amigas y compañeras, desde Podemos montaron un vídeo íntimo y ministerial en el que vemos a Irene fresca, despejada, conciliadora. Hubo tarta y un plano-secuencia que disfrutamos en las redes y, por ello, nos sumamos a la felicitación en un día tan especial...'.
La cosa es que Irene Montero ha venido haciendo balance de su vida. El otro día se descolgó con un tuit revelador en el que nos vino a decir que nadie le regaló nada, que renunció a una beca en Harvard por asaltar el cielo y que su CV, en fin, nos revela a una mujer hecha a sí misma.
Irene Montero, además, nos ha dicho en la intimidad pública del twitter que, de todas las experiencias vitales, la de cajera fue la que más le preparó para ministra. Si Camus todo lo que supo de los hombres lo aprendió del fútbol, Irene todo lo que sabe de cuestiones ministeriales lo aprendió en el supermercado. Cada cual según sus posibilidades, que diría el adagio marxista.
A las alturas de la película, cuando el cielo está conquistado, se agradece que Irene haga un ejercicio de autobiografía, que mire hacia atrás y se vea con un megáfono o con un código de barras.
El Ministerio de Igualdad es un buen sitio para un sarao cumpleañero, qué narices, tan bueno como cualquier otro para que a una la feliciten las cargas de confianza y los ujieres entre quiniela y quiniela. Y hasta las Botis, que no salen en el plano pero cuya fuerte presencia se intuye.
Irene, entre las concomitancias del copríncipe y el canturreo empoderado, es el paradigma de que las ricas también lloran. El Ministerio de Igualdad es eso: una fiesta, una piñata, un coma diabético y así.
Afuera los tractores rugen y el campo llora, pero en Galapagar no se cultivan pepinos, ni berenjenas, y los supermercados son gourmets o no serán...
32 años la contemplan.