Madrid se dirige a ese lugar donde la gente no se toca, ni se besa, por mucho que se quiera. Y eso que, en Madrid, nos queremos mucho. La culpa, de un virus y de una gestión insuficiente y lenta.
Los ciudadanos ya se lo llevan casi todo -sobre todo papel higiénico, cualquiera sabe por qué- de los supermercados, como si se prepararan para una hecatombe. Esa que ya asoma, la que está cambiando nuestra forma de vivir. Esa que, quién sabe, igual se instala por aquí más tiempo del que nos gustaría.
Pero hace muy poco, quienes tenían que vigilar que el caos sanitario no se trasladara a nuestro país no parece que hayan actuado con el rigor que hubiera sido exigible; de algún modo, parecía que proyectaban mensajes que hacían sospechar que la situación se situaba bajo control y que el riesgo, por ello, era mínimo. Un poco como cuando Rodríguez Zapatero dijo el 7 de febrero de 2008, a pocos meses de que el mundo entero se fuera a pique, que España no estaba en crisis económica.
Porque aunque entonces el brote ya crecía en Asia a ritmos alarmantes, el 20 de enero, el Ministerio de Sanidad consideró que el riesgo para nuestro país al respecto del coronavirus era “muy bajo”. Días después, el 13 de febrero, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias de ese ministerio, Fernando Simón, afirmó que en España “no hay riesgo de infectarse”.
Después de eso, ya saben, hemos visto errores en la capital de un tamaño descomunal, en especial porque quien los comete conserva responsabilidades públicas. Por un lado, la vicepresidenta Carmen Calvo lideraba el fin de semana la multitudinaria manifestación del Día Internacional de la Mujer; por otro, Vox celebraba el domingo un mitin en Vistalegre que reunía a 9.000 personas con su número dos, Javier Ortega Smith, infectado.
Es cierto que este virus es desconocido, aún no se saben muchas cosas sobre él, y que solo ahora la Organización Mundial de la Salud ha calificado este tsunami sanitario como pandemia. Pero pasar de liderar una manifestación junto a miles de personas a cerrar los colegios y universidades en 48 horas no parece ser un ejemplo de planificación ni de prudencia. Y mantener la convocatoria del acto en Vistalegre, escenario del que voxespana.es dice en su web que “ya hizo historia en 2018 y 2019”, tampoco ha resultado un ejercicio de sensatez, por lo que el secretario general de la formación ultraderechista ha tenido que pedir perdón.
Se aproximan, sí, semanas difíciles, como augura Pedro Sánchez. Los contagiados crecerán de forma exponencial, y habrá más fallecidos. En medio de este panorama desolador y lleno de incertidumbre, queda por ver cómo vamos a comportarnos los ciudadanos.
El respeto de los chinos a la autoridad, por un lado, y su defensa del concepto del bien común, por otro, han sido elementos fundamentales para explicar cómo han logrado llegar a un lugar que permite al Gobierno, 3.000 muertos después, eso sí, afirmar que lo peor del virus ya ha pasado.
En España, esos al menos dos meses y medio de extremo compromiso para la población están por llegar. La actriz y cantante Leonor Watling pide civismo y unidad en su cuenta de Twitter: “No vacíes los supermercados, no llenes urgencias. Estamos juntos en esto, quieras o no”. ¿De verdad lo estamos? Este es el momento de demostrar si, de verdad, en Madrid nos queremos mucho.