Ha vuelto tan cambiado de vacaciones... ¡Podría ser otro! A la luz de la pantalla, resulta menos canoso y ciertamente anaranjado, como si el sol le hubiera dorado a juego con sus deseos presupuestarios. Por más camaleónico que se haya exhibido hasta ahora, Pedro Sánchez también merece el auxilio del forense. ¿VuÉlve el presidente del Gobierno o se trata de un hombre exhumado allende el archipiélago canario?
Poco después de que la pregunta echara a rodar por el teclado, cayó en esta redacción un librito muy viejo y encuadernado en granate. El político, firmado por Azorín en 1908. A lo largo de sus páginas, hilvana el traje que suele vestir a los gobernantes.
Para salir de dudas habría sido más rápido llamar a Iván Redondo, pero navega a la sombra incluso en verano, enfrascado en resolver el acertijo de la "guerra cultural". Así que no queda más remedio: coloquemos ante el espejo de este manual al tipo que ya rige los Consejos de Ministros.
"La primera condición de un hombre de Estado es la fortaleza", arranca Azorín. Y arrancamos bien, porque el sospechoso que se entrega al teleprompter luce buena planta. "Palmito", confirman las arriscadas fuentes que han pisado las playas de la pandemia.
El escritor condiciona esa "fortaleza" a que el político sepa comer despacio, "como si no tuviera ambiciones". Cuentan que el supuesto Sánchez engulló sin apenas masticar un pollo asado con patatas al poco de irrumpir en Moncloa. Previamente, se aseguró de que el ejemplar hubiese salido de la Pollería Casado, el primer puesto a la derecha del mercado municipal de Antón Martín. Seguimos, entonces, por el buen camino.
Suplica Azorín al político que no se prodigue demasiado, que "viva recogido". Pedro Sánchez Pérez-Castejón, nacido en Madrid hace 48 años, solía ser un irreductible incumplidor de este precepto. Lo mismo le daba un dictador, la selección española de baloncesto que una cumbre iberoamericana.
"¡Lo que mucho se ve.. se estima poco!", clama el autor de La voluntad. Pero a Sánchez no le importaba, quería hacer de su apellido, en apenas un par de años, lo que hizo González con el suyo en catorce: sacarlo de la mundanidad. Continuamos, por tanto, en buena dirección. ¡Parece que no nos han robado al presidente!
La virtud que mejor valora el novelista en su tratado es la de la "eubolia": "Consiste en ser discreto de lengua, en ser cauto, en no decir sino lo que conviene decir". Era fácil identificar a Sánchez como antónimo de este paradigma. Oiga, usted, documentación: respuesta de seis minutos -¡cronometrados!- a una concretísima pregunta.
"¡No se desparrame en palabras!", avisa Azorín. Pero no había manera. Y no la hubo tampoco este martes. Para gloria de sus acólitos y pena de sus adversarios, estamos cada vez más cerca de solventar la prueba del laberinto: sí, parece Sánchez.
No obstante, hay algunos aspectos positivos recogidos por el ensayista alicantino que el presidente del Gobierno gustaba de llevar a la práctica: esa "faz serena que oculta los desfallecimientos, penas y amarguras", esa capacidad para -ante la crítica- "no mover ni un músculo de la cara ni dar la más leve señal de irritación". Pero esto no nos sirve porque, al no haber todavía control parlamentario, al supuesto Sánchez no hay quien le pinche. Busquemos más pistas.
Sí, sí, ¡esto es bueno!, esta página puede darnos la pista definitiva: el amor. "No se puede estar a la vez en las disoluciones del amor y en el estudio (...) No se puede tener impunemente una vela encendida por los dos cabos". ¡Y vaya que si la tiene este hombre recién regresado! Desde su llegada, ha prendido toda una candelaria para cortejar a Arrimadas... y otra para tranquilizar a Iglesias. ¡No puede ser otro!
Pero... esperen, esperen, ¿cómo que 17 estados de alarma? Lo que oyen: manga ancha y a la carta. Cada uno con su votación en el Congreso, su mando único particular y su canesú. "Lo hacemos por la cogobernanza", apunta el presidente. Azorín, en El político, cita a Gracián e identifica el peligro en aquellos gobernantes que camuflan sus disparates en "razones de Estado"... como la cogobernanza. Porque "no son razones de Estado, sino de establo". Definitivamente, es Pedro Sánchez.