Es difícil saber quién ha analizado peor los resultados de este martes en Madrid, si Vox o el PSOE.
Carmen Calvo y otros significados socialistas con mando en plaza han atribuido la somantapalos recibida en Madrid a Adolf Hitler y los campos de concentración. También a las cañas, los berberechos y las tabernas. E incluso al estado emocional provocado por la epidemia. Estado emocional que condujo a una lucidez preclara en Cataluña, donde ganó el PSC, y a una ofuscación caliginosa en Madrid, donde ganó el PP.
Otra significada socialista, Teresa Ribera, ha dicho que libertad no es tener los bares abiertos. De lo que se deduce que libertad es tenerlos cerrados por orden gubernamental, pero pagando impuestos como si funcionaran a pleno rendimiento. Libertad es, en fin, la jaula que para ti diseñe el PSOE.
José Luis Ábalos ha dicho que Madrid no representa a España. Tampoco Galicia o Andalucía o Castilla y León, entiendo. Y ni siquiera Cataluña, donde el PSC gana, pero no gobierna. De lo que se deduce que a España, lo que se dice España, sólo la representa Extremadura. O Caracas, Kioto o Utah, vayan ustedes a saber.
Vox ha atribuido la victoria de los populares a la supuesta cercanía de Isabel Díaz Ayuso a sus postulados. "Los madrileños han votado a Ayuso, no al PP de Pablo Casado" dice Vox en las redes sociales. Claro: y los madridistas quieren que marque goles Benzema, no el Real Madrid. El mensaje es más o menos que Ayuso es una voxista por desarmarizar y que sus votos son prestados.
¿Y no son prestados los de Vox, una escisión del PP? "Un votante de Vox jamás votaría a Pablo Casado" dicen. Bueno, esos votantes optaron por Mariano Rajoy en 2011 para darle una mayoría absoluta de 186 escaños. Sí que se han puesto exquisitos desde entonces.
En realidad, no anda muy lejos el análisis de los unos y los otros. Porque tanto según el PSOE como según Vox, Ayuso es en realidad votante en secreto de Rocío Monasterio. Y de ahí ese 44,73% de los votos al PP, todos ellos de extrema derecha. ¡Qué digo extrema derecha! ¡Turboderecha!
Que Ayuso se haya comido a Ciudadanos mientras Vox ha incrementado votos y escaños en Madrid no hace flaquear tan brillantes análisis. Como dice Carmen Calvo, Alberto Núñez Feijóo, que ha erradicado a Vox en Galicia, es la derecha moderada. Y Ayuso, que se ha llevado 75.000 votos del PSOE y 390.000 de Ciudadanos, la extrema derecha.
Hay algo freudiano en el empeño del PSOE en atribuirle querencias voxistas a los políticos populares más alejados de Vox y moderación a los más conservadores de ellos. Lo que sí tienen claro en el Partido Socialista es quién puede hacerles daño nacionalmente y quién no. Y sólo hay que atender a qué barones populares le acaricia el lomo el PSOE y a quiénes se lo fríe a bastonazos para comprenderlo.
Hay algo freudiano también en el empeño de Vox en considerar como afines a políticos populares que no tocarían un programa electoral de Vox ni con un palo.
Ocurrió con Cayetana Álvarez de Toledo, probablemente la política popular más lejana ideológicamente a los postulados de Vox. Y ocurre ahora con Isabel Díaz Ayuso, una liberal de libro en lo económico y en lo social que vayan ustedes a saber por qué misterios de la propaganda pasa por derecha dura.
¿Ayuso, derecha dura? ¡Pero si es el centro centrado!
Les voy a contar un secreto. Cualquier político que consiga casi un 50% de los votos es centro centrado. Porque el centro no es un punto geográfico equidistante entre la extrema derecha y la extrema izquierda, sino la creencia mayoritaria de una sociedad X en un momento Z. Y la creencia mayoritaria de la sociedad madrileña en 2021 es que Ayuso es una de los suyos y el resto, poco más que decorado.
Las risas llegan cuando Vox califica de derechita cobarde a aquellos políticos del PP que más cercanos están a esa derecha conservadora que ellos dicen representar. Como suele ocurrir tantas veces en España, Vox confunde fondo y forma porque, como a cualquier votante malasañero de Más Madrid, les pierde la estética.
En eso ha salido Vox clavadito al PSOE, que ve fascismo en cualquiera que les pone pie en pared e impecables credenciales democráticas en aquellos, como Podemos, que jalean a bárbaros y apedreadores, pero con voz suavona.
Por supuesto, los motivos de ambos equívocos, el del PSOE y el de Vox, son diferentes. El PSOE pretende empujar hacia el extremo a aquellos políticos populares que están ocupando un centro que ellos han renunciado a ocupar (pero que, como buenos perros del hortelano que son, tampoco quieren ver ocupado por ningún otro).
Vox sueña con amores platónicos que jamás serán correspondidos. Sueña también con ser algo diferente de lo que es en realidad.
Pero ni el PSOE es centro, como ellos creen o fingen creer, ni Vox es el partido de Cayetana y de Ayuso, sino el de Macarena y Rocío. Mejor aceptarse tal y como uno es que penar en esta perpetua disforia ideológica. Porque ni el PSOE se ha diferenciado en nada de Podemos durante las tres o cuatro últimas semanas ni Vox ha demostrado poder ser nada diferente a Vox.
Mucho menos algo remotamente parecido a Isabel Díaz Ayuso. La del PP.