La teoría queer como caballo de Troya del feminismo. De eso se hablaba hace casi una década en foros internacionales en los que se trataba la ideología de género y su paulatina imposición como un verdadero y peligroso proyecto de ingeniería social a escala mundial.
Hablar en esos términos empezaba a suponer lo que hoy ya se conoce como cancelación y que no es otra cosa que el mayor ataque a la libertad de expresión que hemos conocido en Occidente desde los regímenes totalitarios del pasado siglo.
[Déjenme decirles que, para los historiadores, empeñados como estamos en mirar el pasado para entender el presente y el futuro, esa cosa cíclica tiene sentido].
Hoy, las feministas que aplaudieron una ley (la de violencia de género) que dejaba en suspenso la igualdad ante la ley, y que volvieron a aplaudir (algunas un poco menos) las leyes LGTBI aprobadas en Parlamentos regionales, sabiendo que ese principio de desigualdad se consagraba todavía más en esas normas, acaban de darse cuenta de que han caído en su propia trampa. Y lo que es más grave: sabiéndolo, votarán para que ese caballo de Troya que supone la Ley Trans entre en la sociedad y destruya lo que durante décadas han construido.
“La autodeterminación de género se basa en que el sexo es secundario mientras que el feminismo es, justamente, lo contrario: la raíz de la opresión que sufre la mujer es por su sexo”.
“La Ley de violencia de género dejaría de tener sentido con la libre determinación porque si no puedes definir al sujeto víctima de la violencia al que tengo que proteger, la ley no funciona”.
Estas son sólo algunas de las manifestaciones al respecto de la Ley Trans de las representantes del feminismo hoy llamado, en el mejor de los casos, tradicional, y en el peor, transfóbico. Una caída del caballo en toda regla que, si no lo remedian en las Cortes, de poco les va a servir.
¿En qué se sustancia la Ley Trans? Por resumir lo más obvio, en que cualquier persona debe ver reconocida en todas las instancias, y particularmente en la administrativa, su identidad de género (hombre, mujer, no binaria o ninguna) sin otra condición que manifestarlo. A partir de ahí, debe ser tratada como tal.
En el caso de los menores, esa elección debe ser respetada por sus progenitores (padres, madres o adres), incluso si dicha elección supone hormonarse antes de llegar a la pubertad.
Oponerse o cuestionar la transición de su hijo (un proceso nada inocuo y de consecuencias irreversibles) supone que se les aplique a esos padres o tutores legales lo que dispone la Ley de Protección Jurídica del Menor y que puede implicar la retirada de la custodia. Lo mismo que se prevé para los casos de maltrato, abandono o negligencia en su cuidado.
La ley persigue no patologizar ni estigmatizar la condición de trans, pero, ¡oh, sorpresa!, el colectivo sí debe ser objeto de privilegios.
Por ejemplo, se prevé que en las ofertas de empleo público se reserve un cupo de vacantes a cubrir entre las personas trans. Y en el ámbito del sector privado, que se bonifique en las cuotas a la Seguridad Social, en los mismos términos previstos para las mujeres víctimas de violencia de género.
Y así como cualquier otro colectivo (parados, discapacitados, mujeres maltratadas) debe acreditar su situación para beneficiarse de estas medidas o de cualquier tipo de ayuda, en el caso de la persona autodeterminada basta con su palabra.
Lo mismo que es suficiente para acceder a recintos destinados exclusivamente a uno u otro sexo (vestuarios, baños públicos, probadores, centros penitenciarios).
Y también en el caso de la práctica del deporte, ya que se puede competir en la categoría del sexo registral elegido, sea cual sea (adiós al deporte femenino).
Hubo un tiempo en que creímos delirante que una ley así pudiese aprobarse.
También, que era imposible que ocurrieran hechos como que a un profesor de Biología se le suspendiese seis meses de empleo y sueldo por explicar que “los hombres nacen con cromosomas XY y las mujeres con cromosomas XX y, aunque se puedan transformar con operaciones, genéticamente siempre van a seguir teniendo los cromosomas XY o XX”. Y, sin embargo, ha ocurrido hace dos días en el IES Complutense de Alcalá de Henares.
La directora del centro ha decidido esa sanción bajo la justificación de la ley LGTBI de la Comunidad de Madrid.
Y es que eso es lo que tienen las leyes, también las que crees que no te afectan. Una vez aprobadas, un día u otro te alcanzan.