A riesgo de que algún tuerto dirija una demanda al periódico por sentirse ofendido o que la asociación de tuertos -a buen seguro ya debe existir o se está constituyendo- me declare persona non grata, he de confesar que no he encontrado mejor título para reflejar el momento que atraviesa Pedro Sánchez.
Verán: nombrar nuevo gobierno y empezar a temblar la tierra en Moncloa ha sido todo uno.
Con polvo de Puertollano aún en las sandalias, veinticuatro horas después de tomar posesión del cargo, a la nueva ministra portavoz le tocó hacer contorsionismo para no decir que Cuba es una dictadura.
Quién le iba a decir el sábado, cuando recibió la llamada del presidente, que unas horas después los cubanos saldrían a la calle para pedir libertad, y que el régimen comunista reprimiría con saña a los manifestantes, a la vista de todo el orbe.
Isabel Rodríguez habrá tenido visitas al dentista más placenteras que su primera comparecencia ante los informadores.
Y qué decir de Pilar Llop. Desde este miércoles ostenta el récord del mundo como ministra de Justicia más veloz en enfrentarse al Tribunal Constitucional de su país. ¡Cuarenta y ocho horas!
Sólo dos días después de recibir su cartera, Llop ha tenido que salir a cámara para leer una declaración en defensa del confinamiento decretado por el estado de alarma, que acababa de tumbar el Alto Tribunal. No hay precedentes en el planeta.
Lo de la ministra es algo insólito por otras dos razones: por responder a los jueces cuando sólo se conoce el sentido de su sentencia y no los términos en los que está redactada, y por una manifiesta tergiversación de los hechos, como se verá.
Llop dijo que la medida del Gobierno permitió "defender la vida de millones de compatriotas" y "salvar a 450.000" personas, lo que puede llevar fácilmente a Echenique a deducir que el Constitucional es un nido de fascistas emboscados que disfrutan viendo morir a la gente.
Pero no hubiera sido muy distinto el número de los "salvados" en el caso de que el Ejecutivo hubiera optado por declarar el estado de excepción, que es el instrumento legal adecuado para suspender derechos fundamentales, como el de libre circulación.
La ministra de Justicia, que es jueza, atribuye además la sentencia a "seis magistrados", como si de repente las resoluciones de los tribunales valiesen no por lo que dicta el fallo, sino por la proporción de jueces que lo suscriben.
En realidad, ni Llop ni Rodríguez son responsables de estos aciagos estrenos: sencillamente se limitaron a leer el guión que habían escrito para ellas, recién llegadas como están al cargo. Incluso hay quien apunta, con una visión esotérica, que todo se debe a un giro del azar. Digámoslo claro: a una maldición. Al mal de ojo.
Según esta teoría, uno de los peones sacrificado por el presidente está en el origen del caos sobrevenido. El Gobierno había sido, hasta el sábado, un pequeño universo en equilibrio, en armonía imperfecta si se quiere, pero capaz de reponerse a la salida de un Pablo Iglesias y al leñazo de Ayuso.
Ahora ya hay quien pregunta con canguelo en Presidencia qué será lo próximo. Seguiremos informando.