El medioambiente ha tronado esta semana en la Cumbre Ecológica COP26 (Conferencia de las Partes) de Glasgow. Cumbre en la que cerca de 120 líderes mundiales se han reunido para abordar el problema del cambio climático.
Los ejes de debate han sido varios: acabar con la deforestación para 2030, el fin del carbón, el aumento de la temperatura global, las sequías, las inundaciones y la emisión de gases de efecto invernadero (recordemos que China es el principal emisor y que a lo largo de 2019 acumuló el 27% de todos los gases de efecto invernadero expulsados por actividad humana, según las estimaciones del instituto de investigación Rhodium Group).
No faltaron propuestas y promesas de paquetes económicos por parte de diversos gobiernos. Por medio de fondos públicos, claro (entiéndase, del dinero que sale de nuestros bolsillos y que dichos gobiernos obtienen por medio de los impuestos).
Hay algo que sigue escaseando en estos diálogos: la mención al crecimiento y la libertad económica como herramientas para cuidar el medioambiente. Sí, has leído bien.
¿Qué significa esto? Veámoslo con algunos hechos prácticos.
Cuando hablamos de contaminación, las ciudades con mayor contaminación no son Londres ni Nueva York, sino Nueva Deli o Pekín. De hecho, según los informes y los ránkings elaborados por IQAir, 22 de las 30 ciudades más contaminadas del mundo se encuentran en India y el resto, en China, Pakistán y Bangladés.
De los 180 países que participan en el Índice de Libertad Económica (2020) de la Heritage Foundation, India se encuentra en el puesto 120, China en el 103, Pakistán en el 135 y Bangladés en el 122. Todos están catalogados en el índice como países reprimidos económicamente y no libres.
Asimismo, las ciudades menos contaminadas del mundo se encuentran en países como Canadá, Islandia, Estados Unidos, Noruega, Finlandia y Suiza, todos países líderes en los ránkings de libertad económica, seguridad jurídica, derechos de propiedad y libertades individuales.
La libertad y el capitalismo han demostrado, una vez más, ser los mejores amigos del medioambiente.
El Índice de Desempeño del Medioambiente, elaborado por la Universidad de Yale, confirma que la riqueza es un factor crucial para el correcto desempeño medioambiental. Sus resultados dicen que la riqueza es un factor determinante de la viabilidad medioambiental a largo plazo.
Es decir, cuanto más rico es un país, más posibilidades hay de que cuide el medioambiente y sea más ecológico. Pero para que una nación sea rica debe respetar la propiedad privada, la libre empresa y el libre comercio, y gozar de seguridad jurídica.
Todos estos factores favorecen el surgimiento de nuevas tecnologías, y estas conducen a nuevos procesos que favorecen un planeta más limpio y ecológico. Es un hecho que los peores problemas ambientales en los países más pobres y menos desarrollados no provienen de la tecnología y de la abundancia, sino de la falta de estas.
¿Pruebas? Comparemos los paisajes, las ciudades, los ríos, los lagos, las casas o las calles de los países y las ciudades que hoy están sumergidos en el estatismo o en el socialismo con aquellos que disfrutan de libertad, globalización y apertura. Los hechos, una vez más, están de nuestro lado.
A la hora de limpiar nuestro planeta de los daños que los seres humanos han provocado contaminándolo, corresponde recordar que las mejores soluciones para revertir estos (y prevenir daños futuros) provienen de las tecnologías más innovadoras y de los países más avanzados científicamente.
¿Datos? La Universidad de Cornell, la escuela de negocios INSEAD y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (WIPO) elaboran cada año un informe titulado Índice Mundial de Innovación que proporciona indicadores de innovación en 127 países de todo el mundo.
Vayamos a la gran pregunta. ¿Cuáles son los países más innovadores? Suiza, Suecia, Países Bajos, Estados Unidos, Reino Unido, Dinamarca, Finlandia, Alemania e Irlanda, en ese orden. No es casualidad que sean los países más abiertos y libres del mundo.