Empieza la tómbola benéfica con la que obtener fondos para la reelección de Pedro Sánchez en 2024 y alguna más: los Presupuestos Generales.
Usted no lo sabe y puede que no esté interesado, pero va a contribuir generosamente a conseguir el objetivo marcado por los organizadores del evento.
De hecho, usted es un generoso donante a la fuerza.
Su pobreza será la riqueza de la causa. Su trabajo, su aportación personal. Todo por un bien mayor, aunque a usted no se lo parezca.
Pero ¿a quién le importa su opinión?
A cambio, si consigue ascender el Everest del papeleo con cita previa, puede que le toque la muñeca Chochona o una estancia en un parador. Y también puede que se lo quiten a continuación (y con recargo) porque han descubierto que es rico hasta aburrir.
El lunes 3 de octubre, Pedro Sánchez aterrizó en Palma de Mallorca con un regalo bajo el brazo para la presidenta Francina Armengol. El REB (Régimen Especial de las islas Baleares). La reivindicación histórica que aparece en cada elección y desaparece en cuanto en Madrid se toma el poder.
Al día siguiente, la presidenta Armengol anunció una catarata de ayudas, subsidios, descuentos, bonos y todo lo que se pueda imaginar. Catarata que, como si de una piñata se tratara, había caído de la promesa del REB, mezclado entre las chuches y el confeti.
Eso sí, para que los baleares no nos malacostumbremos, ese logro histórico del REB durará hasta 2028. Es decir, el tiempo que la presidenta socialista esté en el cargo, en caso de volver a ganar.
Y el que venga detrás, que se lo trabaje.
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Ese mismo día, el ministro Alberto Garzón anunció la aprobación de los Presupuestos Generales de 2023. Empezaba la campaña más cara y más larga de la historia.
Se le olvidó que los Presupuestos, para darse por aprobados, deben superar el trámite parlamentario en el Congreso y el Senado. Y aunque supiera que eso hoy ya es pura fantasía, podría haber guardado las formas.
Pero ¿qué más da? Los españoles ya estamos hechos a todo.
Y hablaba de la campaña más larga y más cara de la historia, porque hasta llegar a las elecciones generales (sean cuando Sánchez decida que sean), hay que pasar por las autonómicas (las de los territorios sin pedigrí) y las municipales.
Y, obviamente, no es lo mismo postularse como presidente habiéndolo perdido todo que manteniendo algún bastión.
Si nos olvidamos del País Vasco, de Navarra y de Cataluña (premio seguro sin necesidad de jugar a la tómbola de los Presupuestos), cualquier presidente dirá que su autonomía siempre ha sido injustamente tratada. Sin embargo, las islas Baleares, la Comunidad Valenciana y Aragón, por motivos distintos, arrastran una larga tradición de financiación nunca satisfecha. Y, casualmente, se trata de tres comunidades en las que el PSOE considera que, aunque sea por el canto de un duro, no lo tiene todo perdido.
Así que, después de Armengol, muy probablemente le tocará el aguinaldo a Ximo Puig y Javier Lambán. Y con la promesa de la saca llena, los tres prometerán hacer lo que no han tenido tiempo de hacer en ocho años.
En cualquier caso, es cierto que no hay campaña en la que no se corten cintas y se pongan primeras piedras. Ya lo sabemos.
Pero es que esta nos coge en el peor momento de los últimos años. Además, aunque siempre hemos sabido que pagamos las campañas para la reelección, nunca se ha reflejado en unos Presupuestos de manera tan grosera.
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Gasto a lo loco en lo que creen que tendrá rédito electoral. Partidas que descienden inexplicablemente (las que tienen que ver con el empleo, por ejemplo). Una previsión de ingresos irreal y que descansa exclusivamente en un mayor y mejor sangrado de la clase media. Subida de sueldos de Sus Señorías y de toda la corte de Pedro Sánchez.
Migajas para gasto social del de verdad.
Empieza la tómbola benéfica. A pagar.