No es fácil ser Íñigo Errejón.
No es Gobierno ni tampoco estrictamente oposición. Por no ser, ni siquiera tenemos muy claro que sea alternativa. ¿Liderará Más País como proyecto independiente en las próximas generales o será un sumando de Yolanda Díaz?
Esta situación indefinida le obliga a hacer algunos movimientos más o menos audaces para obtener algo de foco. Hubo uno en particular que se saldó con éxito. Tuvo olfato para detectar corrientes de opinión en ciernes y le ganó la partida al Gobierno contra el que compite desde la misma orilla
Fue cuando apuntó a la salud mental. Con la inestimable ayuda de un diputado del Partido Popular, Errejón consiguió honores de portada apadrinando un asunto planteado como preocupación social contra el que era imposible argumentar nada. Se venía cocinando antes, pero el diputado terminó de preparar el plato con habilidad.
Hagan la prueba. Comprobarán que acudir a alguna terapia profesional ha pasado de ser un asunto a evitar a introducirse con calzador en las respuestas de una entrevista. Los actores son un ejemplo especialmente ilustrativo. No sé cuántos años de portadas hablando de “tabú” son necesarios para que pueda dejar de hablarse de “tabú”.
Sería deseable que su conducta hubiera sido más coherente con esa preocupación. El compromiso con el bienestar mental ajeno pasa por quitar las manos del teclado antes de arrojar a las hordas tuiteras a un chaval que sale de hacer la Selectividad. Aún con todos sus defectos, Errejón da la sensación de ser el único producto de la hornada de 2014 que quizá tenga más futuro que pasado en la escena política nacional.
Pero el tiempo pasa y se hace necesario ejecutar otro movimiento. ¿Qué hacer? En estos casos resulta tentador darle una vuelta de tuerca a lo que ya funcionó en el pasado. Es un mecanismo parecido al que sigue Hollywood cuando decide producir secuelas. Se corre el riesgo de rizar demasiado el rizo y terminar presentando una parodia involuntaria del original. Es lo que nos tememos que le ha sucedido a Errejón cuando ha decidido convertir Instagram en el siguiente centro de sus atenciones.
El líder de Más País presenta una Proposición No de Ley para que la red social explicite qué imágenes han sido objeto de algún retoque. El esfuerzo del diputado para explicar los fundamentos de su iniciativa es de un voluntarismo digno de encomio. Nos habla de informes de Meta publicados por The Wall Street Journal, trastornos de conducta alimentaria, comportamientos perversos del algoritmo y hasta de intentos de suicidio.
400 mil jovenes en España sufren trastornos de conducta alimentaria, relacionada con la reproducción de unos cánones de belleza inalcanzables y a menudo falsos. Queremos que Instagram advierta cuando una foto está manipulada. ¿Cómo? Así 👇🏼 pic.twitter.com/ZwR27nKv5C
— Íñigo Errejón (@ierrejon) October 4, 2022
Pero si nadie en su equipo se ha dado cuenta de que este propósito presentaba un serio problema de envoltorio, es que los asesores sirven de poco cuando viven encapsulados en la misma burbuja que sus asesorados.
Es posible que la red social haya amplificado problemas que ya existían cuando los modelos de perfección inalcanzables sólo nos miraban desde las marquesinas de las paradas de autobús. Y que las advertencias que se proponen no disten de los avisos a veces un poco pacatos que son obligatorios en algunos spots de televisión.
Pero esta cruzada contra Instagram se nos presenta como la encarnación de esa “izquierda patinete” que acuñó Pedro Herrero. La caricatura de eso que se ha dado en llamar “drama del primer mundo”. El wifi antes que el agua caliente. La carta magna de un SecondLife con aspecto de Malasaña en el que todos tienen Movistar y muchos de ellos incluso trabajan en ella.
La política se parece a la comedia en la importancia del timing. La llamada de atención sobre la salud mental (marzo de 2021) caló en una sociedad golpeada por las condiciones de vida excepcionales de 2020: el enemigo desconocido de la pandemia y sus estragos y, muy singularmente, el encierro prolongado y severo del primer estado de alarma. El dedo señalando a Instagram resulta indisociable de la frivolidad cuando el problema principal es surtir la nevera.
Errejón ha acusado recibo de esta reacción. Ha contestado bastante airado a las críticas desde una emisión en Twitch. Se le nota contrariado por las burlas. Repite las razones que le llevaron a presentar la PNL. Cuando se le pase el berrinche, podrá hacer una reflexión sobre en qué punto de madurez política se encuentra después de más de ocho años en el escaparate.
Ya sabe lo que se siente cuando una iniciativa da pie a la reacción opuesta a la esperada. Quizá opte por consolarse pensando en que se ha comprado un titular sin leer la noticia. Tiene parte de razón. Pero la enseñanza valiosa llegará cuando se pare a pensar cuántas veces atacó él proyectos ajenos con mañas parecidas.
Pasa en el universo paralelo de las redes sociales. Se busca desesperadamente el like cuando en ocasiones lo realmente recomendable es borrar la publicación.