El apocalipsis llegará una tarde cualquiera, como esta, pero lo sabréis porque se avendrán –unos y otros– a un acuerdo para renovar el Consejo General del Poder Judicial.
No son siete jinetes los del Apocalipsis, sino veinte jueces repartidos entre Sánchez y Feijóo con éxito. Y así se nos pasan los años y las legislaturas, bajo la firme promesa de que algún día sucederá como Dios le prometió a San Juan en Patmos el fin del mundo.
Pero todavía nos quedan cinco minutos más, o diez, en el reloj. Que dos políticos españoles se pongan de acuerdo es una rara conjunción de las que sólo ocurre cada cuatro o cinco décadas.
Porque estar de acuerdo con todos al mismo tiempo en todas sus posturas y postulados –incluso cuando son contrarias entre sí– es una imposibilidad que si no enunció Einstein, enuncio yo. Pero ahí está Pedro Sánchez, “el acordador”. Lo mismo te firma con Feijóo por la mañana que es constitucionalista y por la tarde con los nacionalistas catalanes que rebajará la pena del delito de sedición.
Dos cosas que se dirían opuestas, imposibles entre sí pero que en su cabeza de matemático electoral cuadran perfectamente, porque no necesita al PP para seguir en el poder mientras los independentistas le voten los presupuestos. Nada más. Sólo hay un acuerdo que a sus señorías, da igual la ideología de la que hagan bandera, les gusta no demorar y es cuando se trata de subirse el sueldo o mejorar las prebendas que lleva parejas el escaño.
Para qué van a acordar nada si pueden prometer que lo harán. Rueda de prensa para decir que el acuerdo está cerca, pero sin explicar cómo de cerca exactamente. Lo siguiente será convocar a los medios para anunciar que ya han empezado a pensar en reunirse las distintas partes. Pero sólo a pensarlo, nada más.
Es Pedro Sánchez un negociador nato, de esos que en vez de tratar de disuadir al atracador de volar la cabeza a los rehenes, amenaza con volársela él también. Porque el caos le encaja estupendamente, es entre el caos que aviva cada mañana donde se siente cómodo después de tantos meses ejercitándolo. Sólo por esto provoca cada semana con volar la economía, la convivencia en Cataluña, los muros de la patria mía…
En Dinamarca le han encargado el liderazgo de un partido a una inteligencia artificial. Terminator, y así… Van lentos estos daneses. Aquí tenemos un presidente inteligente artificialmente desde 2017, que hace más cálculos por segundo que ningún ordenador del planeta y siempre llega a la misma conclusión: para qué alcanzar ningún trato con la oposición, si puede ser presidente cinco minutos más.