Imaginen ustedes esta escena y díganme con cuál de los tres protagonistas se sienten más identificados. Pongamos que estamos en un cumpleaños de alta alcurnia, en una mansión en La Finca, en Pozuelo, por decirles algo. Ya ha llegado la Navidad a este palacete de techos tan altos que le hacen cosquillas a la barba de Dios o le tamborilean el testiculario a los ángeles.
Fuera guiñan las luces de un lago artificial. Alcanzamos a distinguir alguna obra de Jeff Koons en el pasillo, camino al excusado. Si te descuidas, aparece entre las sombras Isabel Preysler prácticamente momificada con una fuente de Ferrero Rocher y te mete uno en la boca. Champán, risas, noticias del mundo empresarial. Inversiones, ácido hialurónico, bebés ricos antes de nacer: movidas.
El picoteo gourmet servido por camareros latinoamericanos tocó a su fin y ahora llegan las copas y el karaoke. Un poco de desbarre para los chicos, que se relajan el nudo de la corbata. Hugo Arévalo, aka El pagafantas, ha empuñado el micrófono como un arma de guerra. Un espectador avezado sabría que el chaval lleva 15 años cantando los dos mismos hits en bodas, bautizos y comuniones, en bucle, sudoroso y febril, con los puños de la camisa un poco empapados de gintonic. Contiene trazas de obsesión.
Cómo quieres ser mi amiga si por ti daría la vida, si confundo tu sonrisa con camelo si me miras. Esta se la saben: es de Jarabe de Palo. Su otro tema recurrente es el clásico de Camilo Sesto, Vivir así es morir de amor. "Soy mendigo de sus besos. Soy su amigo, y quiero ser algo más que eso. Melancolía", entona, alargando la 'a'. Mientras la canta, mira a su amiga Tamara Falcó, aka Damisela en apuros, devota de las cruces y los likes, intentando crear entre ellos un lenguaje musical secreto, sin éxito.
Ella no repara en Hugo ni se ha detenido nunca a revisar la letra de las dos coplillas predilectas de su colega histórico, ese tipo bonachón e inofensivo tan amigo de la familia que para ella es casi un eunuco, un atrezo fraternal: anda muy ocupada dándose piquitos con Íñigo Onieva, aka El Terror de las Nenas o Fast and Furious. Peligroso, bello, tramposo, genial. Tamara está enamorada del granuja carismático y se la entiende. Igual que su madre se pilló por Julio Iglesias sabiendo que lo de las ETS es una tómbola, pero también va de echar papeletas.
[Opinión: En defensa de Íñigo Onieva]
Todos somos o hemos sido uno de esos tres vértices del triángulo, mal que nos pese. Tamara, la chavala naif del criterio averiado como una máquina de feria; Hugo, el buitre silente que espera su momento para atacar y que le caiga un poco de carne muerta a la boca (intentando repicar su éxito en los negocios, que va mucho de leer el momento perfecto); o Íñigo, el pibe que entiende que el "código de los hombres" es superior al "código de las parejas". Este último, a diferencia del primero, antepone la amistad al amor: cuando se trata de calzarle los cuernos a su novia, no se pone muy pulcro, pero coloca "lo honorable" en respetar a las chicas de sus amigos porque alguna ley tendremos que tener en esta puñetera y chiflada selva.
La pregunta de "¿para ti es más importante la amistad o el amor?" divide al mundo en reyerta subterránea, navajera y letal. Todos nos vemos atravesados por esa cuestión, y la respuesta nos coloca en un bando invisible. Yo aquí estoy en el equipo de Onieva, porque con los grandes amigos se entrena el mejor amor. Con los amigos se anda largo el camino, más allá de los destellos breves del romance y de un erotismo que siempre amenaza decadente, erosionable.
Con los amigos uno a aprende a querer sin la tragedia de la posesión, sin la vulgaridad de los celos verdes, sin la revancha del reprochito, sin el placer egoísta del sexo: al amigo se le ama desde la distensión, desde la ternura, desde el humor, desde la complicidad y la lealtad verdadera, que es la de recibir a alguien con la intención de que se quede para siempre. Como le decía Candela Peña a Eduardo Noriega en aquella película estupenda de Cesc Gay: "A mí no tienes que mentirme. No soy tu mujer".
El amigo te conoce las vergüenzas y a pesar de ello, te quiere. El novio te imagina, te construye, te proyecta, y por eso te desea, porque eres una construcción ficticia que no podrá asir nunca. La amistad ofrece garantías; el amor nunca. Si uno no tiene un clan, no tiene nada. Si eliges esa senda, serás poco más que un títere solitario zarandeado por los designios erráticos y cambiantes de la pasión, del picor genital. Si uno no es capaz de ser fieramente honesto, fieramente mafioso con los suyos, no construirá a su alrededor nada que merezca la pena. A una persona se la conoce por la calidad de sus amigos, no por la duración de sus parejas.
Tamara, si Hugo ha tenido estómago para tramársela así a su amigo Onieva, ¿qué hará mañana contigo?
Tamara, ¿a Hugo le has elegido porque le amas o porque se te ha cerrado una puerta y has dejado las maletas en este hall y has pensado que poniendo dos ficus parecerá un hogar?
Tamara, ¿a quién revienta más esta venganza: a Íñigo o a ti misma?
Tamara, Onieva no te conviene, pero es quien te gusta salvajemente. Lo de Hugo es amor civilizado, amor tranquilo y manso, amor soporífero y sin riesgo. Aquí no hay deslumbramiento, no hay fascinación, no hay urgencia. Hugo sólo es la persona perfecta para cumplir tu arcaico plan de familia numerosa y boda de cuento. Ahora lo vemos claro, cumplir nuestros planes a menudo choca, a menudo es incompatible, con el gran espasmo del amor folclórico y radical.
Tamara, en qué follón te has metido tan rápido. Ni duelo ni nada. Las cicatrices aún van húmedas. No se te puede dejar sola yendo a Lourdes, sólo acompañada interesadamente por Hugo, porque acabamos llamando "milagro" a lo que sólo es "conformismo". Yo me alegro de que no te tomases la ruptura con Íñigo al estilo Bridget Jones, apilando en casa botes vacíos de Häagen-Dazs de vainilla con cookies y llorando rimmel mientras ves The Holidays, pero es que esto tampoco mola.
Date tiempo, tronca. Se te ve exhausta por acelerar las cosas. Se te ve jadeante porque entiendes que sólo habrá final feliz con un tipo al lado, ¡el que sea!, y ese es tu gran error. Aún vamos por la mitad de la película.
Tamara, tener la autoestima alta no consiste en dejarte enganchar por el primer pituco que te dore la píldora. Tener la autoestima alta significa poder estar soltera y disfrutar de ese estado colosal, pletórico, juguetón. Dar un paso atrás, mirar la situación en panorámica y entonces, sólo entonces, elegir al que más cameles o no elegir nada. Qué te voy a decir: todo eso es la vida y se hace mejor cuando tienes buenos amigos.