Mil expertos preocupados me parece una cifra muy redonda para comprar casa frente al mar y esperar el apocalipsis mientras cae el sol. Pero quién piensa en el apocalipsis si tenemos este abril de par en par como un milagro. Si tengo que imaginar el fin del mundo, al menos de nuestra civilización, no tiene cara de Arnold Schwarzenegger, ni se llama Terminator, sino que es una escena más difusa, más etérea: Pedro Sánchez, suplicándole a una IA "dime lo guapo que soy, por favor".
Me decía un día Chema Alonso que ni los articulistas nos íbamos a salvar de la inteligencia artificial. Que un día, no muy lejano, aclaraba, escribirían periódicos, compondrían sonetos e hilvanarían artículos dignos de un Cavia.
Y no es que me atreva yo a llevarle la contraria a uno de los tipos que más sabe de esto en España, es sencillamente que soy de la opinión de Julio Camba, de eso que dice Agustín Pery: que el periodismo consiste en ir, ver y contar. A lo que Pery le añadiría un "y que se nos ponga una inteligencia artificial o su madre por delante si tiene huevos".
Porque lo que tiene de artesano este trabajo es esa labor precisamente de contarlo. Y si lo hace mejor una máquina, con el pensamiento asistido, nos quedará el consuelo feliz de que nunca podrán pasarlo tan bien como nosotros lo pasamos entre los nuestros.
Pedían estos expertos, científicos, catedráticos y CEOS detener el avance y la experimentación con IA durante seis meses. Supongo que para reflexionar, adaptar la legislación que ahora mismo es inexistente y tratar de ordenar el progreso, como si alguna vez este se hubiese podido programar. Lo que no han tenido en cuenta es que dentro de seis meses en España seguiremos igual. Aquí la burocracia es lenta hasta para que se acabe el mundo.
Lo que es seguro, escuchándolos, es que una inteligencia artificial te dejará sin trabajo, no tendrá ni la educación de pagarte la pensión y supongo que tampoco de darle la propina a tus hijos. Una IA te robará la novia y le dirá más veces que tú lo guapa que es y ella lo preferirá a él. Y ese día, llámenme loco, pero a mí lo artificial, como lo transgénico, los gusanos y las hamburguesas veganas me empezará a tocar un poco los cojones.
Hasta entonces, los periódicos los hacemos nosotros y el café también.
Les aseguraría, hasta el punto de firmarlo, todo esto. Pero estoy por mirarme al espejo porque no sé si yo soy yo o una inteligencia artificial ahora que he acabado el artículo y veo que no ha quedado mal.