Ellas son caprichosas. Unas niñatas. Crías histéricas que creen que pueden configurar el mundo al ritmo de sus caprichos.

Mandonas.

La vicepresidenta segunda en funciones, Yolanda Díaz, este viernes en Santiago de Compostela.

La vicepresidenta segunda en funciones, Yolanda Díaz, este viernes en Santiago de Compostela. Efe

Ellos son líderes. Hombres que tienen claro lo que hace falta para triunfar.

Jefazos.

Es que ellas son ambiciosas. Ellos, sin embargo, grandes trabajadores. Ellas son trepas. Ellos saben relacionarse. Ellas están demasiado distraídas yendo a la peluquería. Pero, fijaos qué tiernos son ellos, padres que cuando hace falta salen antes de trabajar para llevar a los niños al dentista.

Ellas son tan descuidadas que han venido hoy sin arreglar. Ellos tienen mala cara porque han pasado toda la noche cuidando de su niño con gastroenteritis. Son hombres entregados.

Ellas son campeonas del mundo. Vicepresidentas. Maestras. Periodistas. Trabajadoras en un supermercado. Ingenieras. Guardias de seguridad.

Ellas, ya desde pequeñas, sienten el estigma, porque las diferencias comienzan en la escuela. Preguntados en clase sobre si quieren ser líderes, tres de cada cuatro niños dijeron que sí. Las niñas fueron sólo la mitad. Saben que, si toman el liderazgo, las llamarán mandonas.

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Cuando van creciendo, pasan de mandonas a agresivas, o brujas o demasiado ambiciosas; también les recriminarán los genitales que han tenido que chupar, porque, claro, es raro que una mujer llegue hasta ese puesto. O precisamente lo que les falta es un buen falo. Que algunas andan muy necesitadas para calmarse un poquito.

Desde pequeñas, palabras como mandona envían un claro mensaje a las niñas: no levantes la mano ni des tu opinión. Así que, cuando llegan a secundaria, están menos interesadas en liderar que los niños, explica Sheryl Sandberg, una de las grandes directivas del sector tecnológico.

El liderazgo se interioriza y perfecciona practicándolo. Y las niñas solo lograrán ser líderes si lo intentan desde la escuela.

¿Cómo?

Levanta la mano en clase e insiste hasta que te den la palabra.

No pidas perdón antes de hablar ("no estoy segura de esto, pero…").

Rétate a ti misma más allá de tu zona de confort.

Pide ayuda a la gente que sabe. No hagas el trabajo del vago del grupo, ínstale a que lo haga él.

O practica cosas que te asusten (como hablar en público) para superar tus miedos.

Y ve a la peluquería. Las veces que te dé la gana. Faltaría más.